sábado, 23 de mayo de 2020


Antídoto democrático
La crisis sanitaria que hemos padecido nos ha permitido, también, recopilar una serie de lecciones aprendidas. Una de las principales puede ser, quizá, comprender que la responsabilidad individual es la mejor herramienta para minimizar el riesgo de contagio. Esa misma responsabilidad individual será también de aplicación el próximo 12 de julio. A través del voto, cada persona va a contribuir a conformar el nuevo Parlamento Vasco que, junto al Gobierno que elija, deberá hacer frente al enorme reto de poner fin a la crisis sanitaria y remontar las negativas consecuencias socio-económicas que está acarreando.
Desde el pasado día 10 de febrero el Parlamento Vasco está disuelto. Como consecuencia de ello, la sociedad vasca afronta una situación tan excepcional como la sobrevenida por el Covid-19 y sin capacidad de legislar. Una de las bases fundamentales de toda democracia representativa se encuentra en su Parlamento. Es inimaginable una democracia sin Parlamento y, excepción hecha de la Diputación Permanente, esa es la situación en la que nos encontramos.
Esta es la razón por la que me ha resultado incomprensible escuchar a algunos líderes políticos decir que las Elecciones se pueden retrasar incluso hasta después del 25 de octubre, fecha límite legal. Es obvio que los comicios deben celebrarse en plenitud de garantías sanitarias y democráticas. Esto nadie lo puede cuestionar. Ahora bien, una vez que se garanticen estos dos parámetros, los comicios deben convocarse porque una democracia no puede funcionar sin sus representantes e instituciones en plena facultad de sus funciones. Esto mismo lo hemos podido comprobar en Francia, donde a pesar de haber tenido una primera vuelta a las elecciones municipales con una gran abstención, han convocado la segunda vuelta de las mismas para el día 28 de junio, dos semanas antes de nuestras elecciones al Parlamento Vasco. Los procesos electorales actúan como elemento de legitimación de las propias instituciones.
Me resulta también del todo incomprensible que, en un momento tan delicado y difícil, dos partidos como EH Bildu y Podemos rehúyan la posibilidad de conformar un nuevo Parlamento para debatir ideas de cara a estos próximos años. Este debate, positivo a todas luces, permite enfocar mejor las decisiones desde un punto de vista práctico y ayuda a ofrecer respuestas a las necesidades de la ciudadanía. Pero es que, además, este debate dota de legitimación social a la representación parlamentaria y a las propias instituciones. En estos momentos, la palabra la tiene cada una de las personas que formamos parte de esta sociedad, aplicando las reglas de las que nos hemos dotado desde el mutuo acuerdo. La razón profunda de la distancia marcada por estos dos partidos puede estar, en realidad, en el cuestionamiento de esas normas de funcionamiento y de representación parlamentaria e institucional. Tengo que reconocer que esta razón, más inquietante que la anterior, me preocupa en mayor medida.
Recientemente, Romano Prodi ha afirmado que “un Gobierno cae cuando hay alternativas, y en este momento no las veo”. No sé si quien fuera Presidente de la Comisión Europea extrapola también esa opinión a Euskadi, yo desde luego sí lo hago. En todo caso esta idea supone una llamada atención en estos momentos tanto para el Gobierno como para sus hipotéticas alternativas. Será la ciudadanía quien evalúe la labor de quien ha tenido la responsabilidad de gobernar en esta situación inédita. Ahora bien, es pertinente recordar que la misma ciudadanía evaluará también la actitud y la forma de proceder de los partidos de la oposición. En el caso que nos ocupa, es evidente que han renunciado a colaborar y a ofrecer alternativas constructivas y viables, han preferido concentrarse en tratar de segar la hierba bajo los pies del Gobierno. 
Estos dos partidos se contradicen a cada paso. Habrían puesto el grito en el cielo si se hubieran retrasado los comicios y nos quieren hacer creer, ahora, que no es importante que una institución básica para la democracia se encuentre funcionando o no. Nos dejaron solos cuando apostamos por no detener nuestro sistema productivo, presentándonos ante la sociedad como “desalmados que defienden los intereses económicos por encima de los sanitarios” y proclaman, ahora, que la preocupación de la ciudadanía es cómo recuperar sus puestos de trabajo.
Somos responsables políticos e institucionales, nos encontramos ante una anomalía democrática y la labor que nos corresponde es transmitir a la ciudadanía vasca que le asiste el derecho fundamental al sufragio, en plenitud de garantías sanitarias y de seguridad. Nos corresponde también garantizar que la campaña electoral pueda desarrollarse en igualdad de condiciones, utilizando los instrumentos más adecuados a los nuevos tiempos. Nos corresponde llegar a un acuerdo entre todas las fuerzas políticas para desarrollar la campaña y la jornada electoral en unas condiciones que favorezcan la participación. Nos corresponde, en realidad, transmitir la importancia del tiempo que vivimos y la necesidad de que la ciudadanía sea muy consciente de que las decisiones de futuro que se vayan a adoptar dependen de su voto. Llegan tiempos convulsos y difíciles, vamos a afrontar retos de gran dimensión, tenemos que explicar nuestras propuestas, de forma que la ciudadanía participe y decida. El mejor antídoto contra las enfermedades y los autoritarismos es la participación democrática.

Mi artículo de opinión, hoy en Diario Vasco.


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