Se
acaba de constituir, por primera vez en la historia del Estado español, el
Consejo de Transparencia y Buen Gobierno, en el que tengo el honor de tomar
parte como representante del Senado. Un honor, como digo, pero también una gran
responsabilidad, no en vano se mirará con lupa no solo nuestro trabajo en este
ámbito sino también nuestra propia actividad política y la del Partido al que
representamos. En unos casos, para cerciorarse de que somos gente digna de
pertenecer a ese nuevo órgano; y en otros, para buscar la más mínima mácula que
permita la posibilidad de empañar nuestro nombre.
Es
el momento político que nos ha tocado vivir. A unos les impulsa la lógica desconfianza
generada tras casos y casos de tropelías y abusos de poder por parte, no lo
olvidemos, de una pequeña fracción de la clase política; a otros, por el
contrario, les alimenta el interés de lograr el descrédito del adversario
político a falta de argumentos para proponer un atractivo proyecto propio.
A
unos y a otros les puedo asegurar que afronto esta responsabilidad sin temor
alguno y sí absolutamente comprometido –tanto en mi papel de representante
público como en el de integrante de este Consejo de Transparencia y Buen
Gobierno– a trabajar para lograr la transparencia en las instituciones. Con la
misma rotundidad aseguro que si entiendo que con el trabajo que puedo aportar
no respondo a las necesidades y preocupaciones de la ciudadanía, evidentemente me
iré.
Sé
que partimos con un ‘menos diez’ de credibilidad por parte de la ciudadanía en
este sentido, pero trataré de que mi labor en ella sea un instrumento que sirva
para lograr consensos en favor de que las instituciones sean transparentes.
Debe ser una comisión con un verdadero sentido crítico y vigilante. La luz es
amiga de la verdad. Hoy no se traslada ese espíritu de transparencia y nuestro
objetivo tiene que ser que las instituciones obtengan un ‘diez’ en este ámbito.
En
mi opinión, transparencia significa que el acceso a la información para la
ciudadanía debe ser sencillo, que se le facilite acceder a todo aquello que le
preocupe de manera comprensible. Por ello, nuestra primera labor consistirá en la
revisión del portal de la transparencia, recién puesto en marcha, porque
entendemos que para la gente no está resultando fácil, no está resultando
eficaz. Tampoco ayudan actitudes como la de Mariano Rajoy, presidente del
Gobierno español, que se oculta tras pantallas de plasma y en encuentros con la
prensa sin admitir sus preguntas, coartando así su labor informativa.
El
Consejo de Transparencia y Buen Gobierno es un organismo autónomo e
independiente, por lo que confío en que la presencia de la vicepresidenta y de
otros representantes del Gobierno central en su acto inaugural no tenga otro
significado que el traslado simbólico de todo su apoyo a este nuevo órgano, que
no sea más que un gesto para animarnos a trabajar con tesón y honradez. Este
Consejo no se ha creado para arreglar la imagen de nadie. Tampoco debe ser un
instrumento que dé a entender que asumimos que la opacidad y la mala praxis son
problemas que afectan a todos los partidos políticos, gobernantes e
instituciones por igual, y poder diluir así las responsabilidades que deben
corresponder a cada uno.
No
es casual, por ejemplo, que en Euskadi la ciudadanía perciba que hay menos
corrupción en la política vasca que en el resto del Estado español. Eso es así gracias
a unas instituciones de carácter plural que gobiernan vigilantes a la vez que
de manera cercana al ciudadano, pero también a nuestra manera de entender la
política como servicio público, a unos valores. Personalmente, valoro muchísimo
más que mi familia esté orgullosa de mí que todo el crédito político que
pudiera tener.
Veremos
lo que depara el desarrollo de este Consejo de Transparencia, al cual accedo
con ilusión debido a que es un instrumento que, lejos de limitar nuestro
quehacer político, debe permitirnos el desarrollo de un código ético que nos
ayude a recuperar la credibilidad de la ciudadanía para con la clase política.
“Ilargia
argi da, baina eguna beti egun”, dice el viejo refrán en euskera. “La luna
refleja la luz, pero el día siempre es el día”, recuerda sugiriendo que a mayor
transparencia, más garantía de honradez. La ciudadanía nos demanda
transparencia y honradez, y por eso debemos ofrecerles administraciones de
cristal.
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