La política de
vacaciones
La paciencia ha alcanzado la consideración de una
de las grandes virtudes de la gestión política. Definir un norte con claridad, establecer
una estrategia con ambición y aprobar un plan de actuación con realismo; la
denominada “cultura política” consiste en aderezar todo ello con la suficiente
dosis de paciencia. El problema es que desde diciembre de 2015 la política
española se encuentra inmersa en una paralizante espiral de impaciencia sin
norte ni claridad, sin estrategia ni ambición, sin realismo ni capacidad de
actuación práctica. Es la parálisis al cuadrado, y en vacaciones, al cubo.
Decía Alexander Hamilton que la verdadera prueba de un buen Gobierno es su
disposición y capacidad para impulsar una buena administración. Está claro que
la política española hoy no supera la prueba.
En julio, Pedro Sánchez no consiguió ser investido
Presidente porque, probablemente, no hubo un intento sincero de hacerlo, al
menos con la seriedad que la relevancia del momento demandaba. La impresión es
que la obsesión por ofrecer una determinada imagen pública pesó más que el
objetivo de poner en marcha un proyecto de Gobierno sobre una bases
consensuadas, sólidas y viables. Tras su asalto fallido, el Presidente en
funciones y, en realidad, único candidato posible a una investidura, declaró
enfáticamente que su Gobierno “se quedaba sin vacaciones”. Será cierto, pero
tan cierto como que no ha gobernado porque, en realidad, Sánchez no ha atendido
la tarea fundamental que tenía encomendada desde la noche del ya lejanísimo 28
de abril, que no era otra que demostrar la “disposición y capacidad” para afrontar
una buena administración de la responsabilidad pública que le corresponde. En
suma, poner en marcha un Gobierno que gobierne, una tarea que merece una
dedicación más profunda y más discreta que la que el Presidente en funciones y
su equipo le han ofrecido.
Todo lo que no mejora empeora y está claro que los
problemas crecen. No hay planificación, no se adoptan decisiones y las
inversiones se ralentizan. Los nuevos Gobiernos autonómicos y locales,
constituidos tras las Elecciones del 26 de mayo, reclaman una interlocución que
no se encuentra operativa. Las Comunidades Autónomas, con Gobiernos de
coalición de todos los colores, están viéndose perjudicadas a la hora de contar
con más recursos. De hecho, esta es la razón por la que el martes, a instancias
del Grupo Popular, se reunirá la Diputación Permanente del Senado y analizará la solicitud de una convocatoria de
la Comisión General de Comunidades Autónomas y la participación de los
respectivos Consejeros de Hacienda. El objetivo, en el arranque de la legislatura,
es demandar que se adopten las medidas necesarias que permitan suavizar la
delicada situación económico-financiera en la que se encuentran o con la que se
han encontrado determinados Ejecutivos Autonómicos. Es obvio que el Partido
Popular ha emprendido una campaña de desgaste al Partido Socialista sin ofrecer
ninguna alternativa posible, pero la rigidez con la que este se comporta y el
paso de los días nos aboca inexorablemente al escenario que nadie dice desear:
la repetición de las Elecciones.
Es inquietante la actitud de un PSOE que parece
sentirse cómodo en el estéril cálculo y recálculo de los hipotéticos réditos
que podría obtener en una nueva llamada a las urnas. Los socialistas se
entretienen con sus ensoñaciones de verano y dejan pasar el tiempo con una
frivolidad que roza la irresponsabilidad. Por su parte, Podemos no logra salir
de la melé en la que se encuentra sumido y parece aproximarse a la tentadora
imagen de la inflexibilidad absoluta, asumiendo la repetición electoral aunque
sea a costa de perder escaños. Ciudadanos, o más bien Rivera, no ve más allá de
su único objetivo vital que es superar al PP, algo que persigue con tanta
obsesión como ineficacia. Los ‘populares’ ya han puesto en marcha su campaña con
la marca ‘España suma’ y esperan con ansiedad unos nuevos comicios que les
permitan relanzar el liderazgo de Casado, recomponer su proyecto y recuperar
algo de aliento. Por último, Vox espera con delectación una repetición
electoral que suponga un paso más en el desprestigio de un sistema político
que, en la práctica, desearían arrumbar por completo.
Todavía hay tiempo y, no cabe duda, es el tiempo
del PSOE. Un partido que debería haber utilizado el verano para elaborar un
programa viable de proyectos y compromisos para la legislatura, restablecer las
relaciones con los partidos que pueden respaldarlo y transmitir con ello una
sensación de normalidad y confianza. Nada de esto se ha hecho, ni en público ni
en privado. Durante el verano se ha seguido jugando al juego fatuo de las
apariencias, de la exposición pública de opiniones obvias sin ningún trasfondo
práctico que las respalde. No se han acercado posiciones ni construido
complicidades, más bien al contrario. El último ejemplo lo hemos tenido esta
semana, con una propuesta planteada en público por Podemos y rechazada de
inmediato por el PSOE sin utilizar argumentos que atendieran a su contenido. Me
temo que detrás de la pretendida imagen del “verano trabajando” el Gobierno en
funciones ha estado, en realidad, de vacaciones.
Quedan cuatro semanas para hacer lo que no se ha
hecho en cuatro meses y la responsabilidad sigue correspondiendo a Pedro
Sánchez. Es su tiempo y espero que lo invierta en lo importante: presentar un
programa asentado en una voluntad real de responder a las necesidades de la
ciudadanía, asumiendo con claridad la pluralidad de la representación política
en el Estado. Las dificultades son evidentes y puedo llegar a comprender las
resistencias ante un cambio de la magnitud que se plantea, pero el mandato de
la sociedad el 28 de abril fue claro y no hay ninguna razón para desatenderlo.
Solo existe una oportunidad viable de Gobierno que se asienta en un primer
núcleo de acuerdo entre el PSOE y Podemos que pueda contar también con el
respaldo de otros partidos, como el Partido Nacionalista Vasco que ya ha
declarado, con total transparencia, su disposición a avanzar en esta vía. Llega
septiembre y propongo para el arranque de curso releer a Bauman: “Nadar. Si es
preciso contra la corriente, y seguir nadando durante el tiempo que haga falta
para que otros nadadores se unan al esfuerzo y poder lograr, mediante el
esfuerzo conjunto, que la corriente cambie la dirección”. Finaliza el verano y
espero que con ello las vacaciones de la política en el Estado.
Aunque, solamente sea por decir que he leído el artículo. Me parece muy acertado e incluso hasta prudente, pues desde luego se podría ser mucho más crítico, pero en serio, vamos a pensar que el "amigo" Sanchez va a tomar las cosas más en serio y se va a decidir por algo en concreto y va a sacar de esta incertidumbre a todo un pueblo que está deseando empezar a trabajar en serio. Y no me refiero sólo a Euskadi sino al resto del país. Seamos serios Sr. Sanchez. Heriberto
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