Esta ha sido una semana muy destacada en lo
político con la investidura fallida de Pedro Sánchez en el centro de interés.
Han sido unos días de mucha preocupación e intensidad y nos han ofrecido una
nueva muestra, en esto también, de la gran diferencia que se produce a la hora
de gestionar las relaciones políticas e institucionales entre Euskadi y la
capital del reino.
La diferencia más palmaria se produce en la
propia forma de hacer política de los partidos estatales. No diré nada que no
se haya dicho desde el jueves si reitero que cuesta entender la incapacidad
para el diálogo y la negociación política de la que han vuelto a hacer gala. El
mejor reflejo es que, tres meses después de haberse celebrado las elecciones
generales, el PSOE tan solo ha sumado una adhesión a su propuesta de investir a
Pedro Sánchez, la del diputado del Partido Regionalista de Cantabria.
También cuesta entender la ininterrumpida
ráfaga de declaraciones, mensajes en redes sociales y filtraciones en torno a la
fallida negociación. En nombre de una mal entendida transparencia se ha minado
el terreno del diálogo, hurtando a la negociación el ámbito de confianza y
respeto que requiere para llegar a buen término. La permanente exposición
pública ha derivado en el incremento progresivo de “campos quemados” que no hacían
sino dificultar el camino del acuerdo. Hemos asistido, prácticamente en directo,
a las negociaciones entre el PSOE y Unidas Podemos, más centrados en la
justificación de sus desacuerdos que en la construcción de sus acuerdos. La
guinda final fue la utilización de la propia tribuna del Congreso de los Diputados
por parte de Pablo Iglesias para lanzar una sorpresiva oferta de acuerdo cuando
la votación final era ya inminente.
Desde el punto de vista de la política vasca,
esta intensa semana nos ha dejado también un nuevo “criterio” de actuación de
EH Bildu en el “espacio” de la capital del reino. Esta formación política,
“oposición pura” hasta la fecha tanto en Euskadi como sobre todo en el Estado,
decidió abstenerse en la votación para tratar de facilitar la elección de Pedro
Sánchez como presidente del Gobierno español. Lo hizo pese a haber sido
excluida expresamente, junto a Vox, de la ronda de contactos del PSOE con todos
los grupos. A pesar de ello, mostró este signo de “generosidad política”
absolutamente desconocido en toda su trayectoria en Euskadi. Lo hizo al
servicio de la puesta en marcha de un Gobierno español conformado por un
Partido Socialista Obrero Español que, hasta la fecha, era estigmatizado como
el “partido del 155” y con el cual, ni en Euskadi ni en España, se podía ni se
debía entablar “ningún tipo de relación política”. Este nuevo “criterio
espacial” de EH Bildu constituye todo un giro copernicano que no fue explicado
por sus representantes.
Este viraje tiene además un significado
político añadido. Aunque a muchos les parezca una anécdota, resultó
sorprendente ver cómo en la votación del martes EH Bildu optó por la abstención
mientras Esquerra Republicana de Catalunya se decantaba, en el último momento,
por el ‘No’. Esta desavenencia entre los “pretendidos” aliados estratégicos
tiene su relevancia porque desvela la supeditación de EH Bildu a ERC; así como
la indiferencia con la que el partido republicano trata a quienes en Euskadi
pretenden presentarse como sus socios estratégicos sin serlo.
La cuestión viene de lejos y vuelve a poner en
solfa la credibilidad de EH Bildu. Este partido anunció el 9 de marzo, como
siempre a bombo y platillo, que se presentaban a las Elecciones del 28 de abril
formando una unidad de acción estratégica con ERC para ser determinantes en la “confrontación”
con el Estado español. Una vez celebrados los comicios, Arnaldo Otegi aseguró
que ambos formarían un mismo grupo parlamentario en el Congreso. Pasaron las
elecciones, se conformaron los grupos y ERC formó el suyo propio sin “integrar”
a EH Bildu, que quedó relegado al grupo mixto. Ante esta situación, Otegi anunció
una “alianza estratégica” con ERC para las “grandes decisiones” de Estado. Ahora,
en la primera decisión estratégica de calado, uno vota una cosa y otro la
contraria.
No es baladí la simbología de esta votación.
Mientras ERC decía ‘No’ y a Pedro Sánchez, EH Bildu se abstenía ofreciendo una
oportunidad al PSOE. Ahora resulta que la izquierda abertzale es capaz de
regalar este apoyo incondicional al mismo “PSOE del 155” del que tanto han
renegado y que les ha “negado cualquier diálogo político.” Aplicando un curioso
“criterio espacial”, resulta que EH Bildu apoya sin dialogar al Gobierno del
Partido Socialista en España, mientras en Euskadi critica a quien trata de
alcanzar acuerdos con este mismo partido.
En este contexto, vuelvo al principio, a la
diferencia de criterio a la hora de gestionar la política en Euskadi o en la
capital del reino. Visto lo visto esta semana, sería oportuno que Arnaldo Otegi
explicase por qué es capaz de dar una oportunidad al Gobierno español y sin
embargo se la niega sistemáticamente al Gobierno vasco. ¿Explicará el líder de
la izquierda abertzale por qué es tan flexible con una España que le cierra las
puertas y tan exigente con una Euskadi que se las abre? ¿Aplicará EH Bildu el
sentido de la responsabilidad de Estado también en Euskadi? Cabe recordar que,
hace solo unos meses, una abstención como la que EH Bildu ha concedido ahora en
España hubiera permitido aprobar los presupuestos en Euskadi. Otegi niega aquí
lo que regala allí.
Sostenía Voltaire que “alguien inteligente
aprende de la experiencia de los demás”. Esperemos que así sea y que, en
realidad, estemos asistiendo al aterrizaje de EH Bildu en la política española y
la asunción de un nuevo “criterio espacial”. Puedo entender que la izquierda
abertzale haya puesto al día sus criterios tras cuarenta años con el reloj
atrasado o, en muchos casos, parado; tampoco estaría de más que, una vez adaptada
a los tiempos, mantuviera también esos nuevos criterios en el espacio y fuera
tan responsable en Euskadi como parece querer empezar a serlo en Madrid.
Mi artículo de opinión, hoy en Diario Vasco.
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