Un largo retiro
Esta semana hemos tenido sesión plenaria en el Senado.
Después de mes y medio sin poder acudir a Madrid, la sensación ha sido extraña
y dura: carreteras vacías, una gran ciudad con sus calles desiertas, espacios
abiertos… Incluso entrar en el edificio del Senado y no encontrar prácticamente
a nadie en sus pasillos arrojaba un panorama desolador.
He vuelto a tener ocasión de departir en vivo, sin
teleconferencias, con algunos de los portavoces de los Grupos Parlamentarios,
así como con trabajadores de la Cámara, y la preocupación que desprendían era
mayor a la de la última vez que hablé con ellos, al comienzo de la crisis. No
había persona que no estuviese correspondientemente pertrechada con mascarilla
y guantes; y no solo para protegerse ellos mismos, sino principalmente, por
miedo a llevar un posible contagio a sus familiares. La actitud y la
concienciación han cambiado.
Este cambio de disposición también se está percibiendo en el
nivel de exigencia de la ciudadanía. Esta semana, la presión ejercida desde
diferentes niveles ha servido para hacer corregir al Gobierno central la medida
adoptada con el fin de aliviar la situación de los menores en esta fase del
confinamiento, bautizada como desescalada. Afortunadamente, podrán salir para
dar pequeños paseos y no para arriesgarse a ser contagiados en una farmacia o
en un comercio donde su presencia solo contribuiría a que estos espacios estuvieran
aún más concurridos. Huelga decir que esta situación no tendría la misma
incidencia en Madrid que en Tolosa, o que en Anoeta. Esto es una buena muestra
de que la salida a esta situación necesita soluciones singulares dependiendo de
dónde se vayan a ejecutar, y quienes mejor saben cómo hacerlo son las entidades
más cercanas a cada territorio. En esto consiste el principio de
subsidiariedad.
Desde determinadas posiciones se nos critica que, en plena
crisis sanitaria, tengamos un ojo puesto en las consecuencias económicas que
acarreará esta penosa situación. ¡Cómo no lo va a tener un partido con
responsabilidad de gobierno como el nuestro! Era evidente, y lo es más ahora
que la cifra de contagiados y fallecidos está siendo cada vez menos fatal, que
la tempestad amainaría, y era también evidente que rápidamente afloraría una
creciente preocupación por las secuelas económicas. En un principio se pudo
pensar que esta grave recesión sería pasajera, pero probablemente en estos
momentos la mayor parte de la ciudadanía podemos estar pensando en una crisis
mucho más estructural y de difícil recuperación. Mucha gente me ha trasladado
su preocupación por la situación en la que se están viendo o que ya barruntan:
bajada de sueldo, cierre de empresas, preocupación por una posible pérdida de
empleo; en mes y medio, se podría haber perdido el empleo creado en los últimos
4 años. Se dice pronto.
Para cualquier institución que se precie, la gestión de esta
pandemia es un tema muy complejo. Desde EAJ-PNV hemos demostrado tener la mejor
disposición a apoyar a Pedro Sánchez en la gestión de la pandemia del COVID-19,
lo cual no significa que renunciemos a la crítica. El Ejecutivo sigue denotando
improvisación en sus decisiones en lugar de ofrecer certezas, abusa de la
unilateralidad en vez de buscar el diálogo y el acuerdo, cae en la
precipitación comunicativa cuando debería extremar la mesura… En este último
aspecto, cabe mencionar el “jardín” en el que se metió el Ejecutivo socialista al
hablar sobre la persecución de los bulos para “minimizar el clima contrario a
la gestión de la crisis por parte del Gobierno”, arrojando una palada más de
tierra sobre su credibilidad, ya puesta en duda desde diferentes entornos.
En este punto, quisiera advertir sobre los claroscuros de
esta moderna sociedad de la comunicación, cuyas múltiples herramientas permiten
acciones positivas como las que antes citaba, de reacción crítica y de
respuesta a los mandatarios, posibilitando que la información fluya e incluso
fuerce a Gobiernos a enmendarse a sí mismos; pero que en muchas ocasiones responden
a intereses que ponen en duda la calidad y veracidad de la información.
En este mismo sentido, me preocupa el clima político. Mucho.
Ha ido emponzoñándose en la misma línea en que lo hacía la enfermedad. El
insulto, se ha convertido en ejercicio de uso común para dirigirse al
adversario político, generando un desasosiego aún mayor entre la ciudadanía
que, ante el mayor reto de las últimas décadas, contempla incrédula cómo hay partidos
que solo buscan su propio beneficio. La responsabilidad de los políticos es
dotar de estabilidad, mesura y certidumbre a quienes representamos; o al menos
intentarlo. Pero reina el postureo y la frase fácil e impostada.
Nos corresponde saber leer dónde está lo verdaderamente
importante. Todos, sin excepción, aplaudimos la labor de los servidores
públicos y principalmente de los trabajadores de la sanidad; su esfuerzo y
sacrificio son una inmejorable referencia. El mundo se ha parado por culpa del coronavirus
y ese mismo esfuerzo y sacrificio por trabajar de manera conjunta, en
colaboración entre todos los representantes políticos, debe de ser el punto de
apoyo sobre el que impulsar la palanca que venza la resistencia de una política
que debe dejar de funcionar en base al rédito político y nos mueva a reconstruir
la nueva manera de percibir la vida que llegará una vez superada la grave crisis
en la que estamos inmersos. La clave estará en saber clarificar el futuro que
ambicionamos.
Mi artículo de opinión, hoy en Diario Vasco.
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