El Delegado
En mis tiempos de estudiante era habitual
que, cuando un profesor se ausentaba del aula, dejara al cargo de la clase a un
“Delegado” encargado de vigilar el comportamiento de sus compañeros. Recuerdo
que había quienes, crecidos ante su efímera autoridad, se excedían en su celo
apuntando nuestros nombres en la pizarra cada vez que hablábamos para que, a su
vuelta, el maestro de turno tuviera a bien aleccionarnos por nuestro mal
comportamiento. Eran procedimientos que, sin duda, no casan con el actual
sistema pedagógico y no serían admisibles por los docentes de hoy en día.
Traigo estos recuerdos a colación, porque
la figura del Delegado del Gobierno Español me retrotrae a épocas pasadas, en
las que la eficiencia en la gestión no era lo que más se valoraba en la
Administración. El Delegado del Gobierno, al menos en Euskadi, con su actitud y
comportamiento durante esta última legislatura, no ha hecho honor a la primera
responsabilidad que le asigna la propia ley que posibilita nombrarle, esto es,
“mantener las necesarias relaciones de cooperación y coordinación (…) con las
Administraciones de la Comunidad Autónoma y con las correspondientes Entidades
locales”. Esta función ha brillado por su ausencia durante estos cinco últimos
años.
La pasada legislatura ha sido una de las
más complicadas para las Administraciones vascas en sus relaciones con el
Gobierno Español. Hasta el último día, cuando fue cesado de su cargo el pasado
30 de diciembre, el Delegado del Gobierno ha mantenido el impulso político que
le ha llevado a presentar más de mil recursos contra decisiones adoptadas por
las instituciones vascas. Su “regalo de despedida” ha sido tratar de impedir
que el Gobierno vasco pueda fijar el horario de sus propios trabajadores
públicos y recurrir nuevamente la Oferta Pública de Empleo de la Ertzaintza.
Este caso es especialmente incomprensible porque se produce por tercera vez
consecutiva y pese a tratarse de una decisión aprobada en el seno de la Junta
de Seguridad. Esta Junta de relación bilateral, en la que toma parte el
Ministerio del Interior, aprobó la necesidad de renovar la plantilla de la
Ertzaintza y, esta decisión que permite el relevo generacional de la Policía
Autónoma y garantiza su dotación con 8.000 agentes, fue avalada por el Parlamento
vasco, con el voto afirmativo del propio Partido Popular.
Son los dos últimos ejemplos de un
Delegado del Gobierno Español que ha olvidado sus funciones de cooperación y
coordinación con las instituciones vascas. Su obsesión ha sido la presentación
permanente de recursos, muy especialmente la constante persecución de
decisiones tendentes a garantizar la cooficialidad del euskera, idioma oficial
en Euskadi, mal que le pese. Ha adoptado una actitud persecutoria que le ha
llevado a batir todos los records con cientos de recursos cuestionando el uso
del euskera en los Ayuntamientos vascos.
El lustro del Delegado que representa al
Gobierno de la mayoría absoluta del PP ha terminado y, desde este lunes, es
Javier De Andrés el encargado de velar por el orden en el ‘aula vasca’. Hay
quien ha querido interpretarlo como un gesto del Partido Popular hacia el
Partido Nacionalista Vasco tendente a ganar un eventual apoyo a los
Presupuestos Generales del Estado. No creo equivocarme si afirmo que quien
piensa esto no conoce al PNV, y tampoco al PP. En cualquier caso el primer
“apunte en la pizarra” del nuevo Delegado no ha sido muy alentador, porque ha
pretendido dar cobertura pública a todos los recursos interpuestos por su antecesor.
Mal comienzo para quien pretende abrir una nueva vía de relaciones, sobre todo
porque parece poner de manifiesto que la realidad auténtica es que el cambio no
se produce por convicción sino por necesidad. Recomiendo al nuevo Delegado que
comience por leer, asumir y practicar la Ley y ponga en práctica su primera
función de cooperación y coordinación que le asigna la normativa que tanto
afirma defender.
El Partido Nacionalista Vasco ni ha
avalado ni va a avalar la necesidad de la figura del Delegado del Gobierno
Español en Euskadi. En cualquier caso y, pese a todo, vamos a seguir recordando
que su labor debería estar presidida por la voluntad de facilitar las
relaciones institucionales y no por dificultarlas. Sería conveniente aplicar un
cambio de actitud radical, demostrar con hechos que se pretende avanzar desde
el diálogo leal, que se apuesta por la búsqueda de una complicidad y trabajo
conjunto entre las Administraciones públicas respectivas. Demostrar con hechos
que se trata de empatizar con la realidad social de Euskadi y las instituciones
que la representan, en lugar de tratar de imponer el criterio unilateral del
Gobierno Español. En el inicio de esta nueva etapa, el PP tiene que ser
consciente de que con el tipo de actitudes que ha mantenido se ha ido enrocando
en una posición de soledad que lo ha convertido en un partido minoritario en
Euskadi. Es evidente que vivimos un nuevo tiempo en Euskadi, y ver al PP
empeñarse en su cerrazón ante temas tan importantes para el futuro de nuestro
País como la pacificación, la normalización y la convivencia, no ha hecho más
que generar la incomprensión y la distancia de una amplia mayoría de la
sociedad vasca.
Soy y quiero ser positivo. Por ese motivo,
reconozco como un avance el hecho de que en el acto de toma de posesión, el
nuevo Delegado del Gobierno hiciera mención expresa a la singularidad foral
vasca y a los derechos históricos amparados por la Constitución, aspectos ambos
a tener muy en consideración. Reconozco también que la vicepresidenta del
Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, hizo mención a la necesidad de un diálogo
sin imposiciones. Es un deseo que suscribo, sin lugar a dudas.
Doy por sentado que sus deseos y los míos
no se van a ajustar a la misma sintonía, pero quiero pensar que el nuevo
Gobierno Español y su nuevo Delegado son conscientes de la necesidad imperiosa
de un cambio de rumbo radical en Euskadi. Quiero pensar y creer que han llegado
al convencimiento de que la actitud que han mantenido con respecto a las
instituciones vascas durante estos años no ha resultado beneficiosa para nada,
ni para nadie, comenzando por el propio Delegado ahora sustituido. Quiero
pensar y creer que, en el inicio de esta nueva etapa, el nuevo Delegado va a
tomar nota de las cuestiones planteadas en la agenda vasca y va a comenzar por
borrar las palabras recurso e imposición para anotar en la pizarra las palabras
cooperación y colaboración. Así lo espero, deseo y recomiendo.
Artículo
publicado el pasado miércoles en Vozpopuli.
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