Curso de alto voltaje
El
comienzo de curso llega con un voltaje más alto del que jamás hubiéramos
imaginado. Llevamos meses siguiendo la evolución del tema catalán, cierto, pero
asistir en directo al día a día de lo que allí ocurre nos llena de incertidumbre
y preocupación. Tanto los populares como los socialistas –tanto monta, monta
tanto– nos dicen que son los jueces quienes tienen que poner las cosas en su
sitio, que es a ellos a quienes les compete decidir. Al escucharles hoy, no
puedo evitar recordar el conflicto en los tiempos
de Pasqual Maragall o de José Montilla, conflicto que se encauzó en el
Parlament catalán, con el acuerdo entre los partidos políticos, y que se acordó
posteriormente en las Cortes Generales, con la aprobación de Leyes Orgánicas incluida.
Me
viene a la cabeza la actitud de entonces del Partido Popular, que hizo oídos
sordos a la voz de la mayoría de la ciudadanía catalana, que refrendó en
referéndum el nuevo Estatut que había sido aprobado por el Parlament y validado
por el Congreso y el Senado. No puedo olvidar aquella actitud cicatera de un PP
que fue capaz de recoger firmas contra el Estatut y recurrir al Tribunal
Constitucional incluso artículos que sí dio por buenos en otras Comunidades
Autónomas, por ejemplo la de Andalucía. La responsabilidad del PP en lo que hoy
ocurre en Catalunya es absoluta, incuestionable. Porque el verdadero problema catalán
no es el que afecta a sus instituciones: el verdadero problema es que no se
escucha y que se está tratando de acallar a la sociedad catalana. Haría muy
bien Rajoy en atender lo recitado por Cicerón: “Aquel cuyos oídos sordos están
tan cerrados a la verdad, hasta el punto que no puede escucharla, puede darse
por perdido”.
El
curso escolar comienza con alto voltaje también en Euskadi, donde hemos
conocido la huelga que han convocado algunos sindicatos de la enseñanza pública.
Sindicatos que obvian que los profesores y profesoras de la enseñanza pública
cuentan con las mejores condiciones objetivas y retributivas de todo el Estado.
Obvian que Euskadi gasta 8.976 euros por cada alumno en los centros públicos,
muy por encima de la media del Estado (Madrid, por ejemplo, gasta la mitad: 4.443
euros). Obvian que el ratio de alumnos por profesor en la escuela pública vasca
es el mejor de todo el Estado. Obvian lo obvio y se lanzan a convocar unas
jornadas que califican “de lucha y de huelga”, una auténtica desproporción en
los tiempos de dificultades que vivimos.
Dicen
los sindicatos que hay que sacar la LOMCE de las aulas. Vamos, que no hay que cumplir
esta ley. Al hilo del ‘no cumplimiento’ de las leyes cuando no nos gustan, este
verano recordaba la ironía de la guerra de banderas que el Ayuntamiento de
Bilbao albergaba cada año en Aste Nagusia. El mensaje de la Izquierda Abertzale
era el mismo: no había que cumplir la ley y no había que colocar la bandera
española en la balconada. Este asunto fue motivo de conflicto durante años. ¡Cuánta
violencia, cuánto bien público quemado, cuánto dinero tirado a la basura por quienes
luego, nada más llegar a las instituciones, lo primero que hicieron fue izar la
enseña rojigualda en las instituciones en las que gobernaban! Entre 2003 y 2011
fui Alcalde de Tolosa y jamás se me pasó por la cabeza tener que poner la
bandera española en el balcón. Nunca. En 2011 llegó un Alcalde de EH Bildu y no
tuvo ningún reparo en colocarla. En resumen: cuando gobierna el PNV nos piden
que incumplamos la Ley, pero cuando gobierna EH Bildu son los primeros en acatarla.
Emplear
diferentes varas de medir no es exclusivo de la Izquierda Abertzale. El líder
de la derecha española, Mariano Rajoy, ha proclamado en rueda de prensa que la
ley está para cumplirla: “Mi obligación es cumplir y hacer cumplir la ley”. Pero
es empíricamente demostrable que esa frase tan contundente no la aplica Rajoy a
todas y cada una de las leyes. Han pasado prácticamente 40 años desde la
aprobación del Estatuto de Gernika, que es Ley orgánica… y no se cumple. El
Estatuto ha sido incumplido por los sucesivos Gobiernos de diferentes colores
que han ocupado La Moncloa. Como bien afirma el Lehendakari Urkullu, la
ciudadanía vasca no tiene el Estatuto que votó, y no lo tiene, única y
exclusivamente, porque el Gobierno central ha decidido no cumplirlo.
Esta
misma semana, el responsable del Partido Popular en Euskadi, Alfonso Alonso,
nos ha trasladado a través de los medios de comunicación que la gestión
económica de la Seguridad Social que reivindicamos no procede. Se me antoja
oportuno leerle la literalidad del artículo 18.2 b del Estatuto de Autonomía
del País Vasco, Ley orgánica que dice: “En
materia de Seguridad Social, corresponderá al País Vasco la gestión del régimen
económico de la Seguridad Social”. Como en tantos otros casos de
flagrante y reiterado incumplimiento, el texto lo dice todo y, sin embargo, el Gobierno
español se niega a transferir esta competencia al Gobierno Vasco, incumpliendo manifiestamente
lo que dice la Ley. Los populares afirman que “sin ley no hay democracia”, pero
siguen sin cumplir la ley.
También
ha pregonado Rajoy que “España es un Estado
de derecho y aquí la ley se cumple, y además es igual para todos. No puede
existir un Gobierno democrático que pretenda ir contra la ley fundamental de
esa democracia, que es la Constitución. Eso es un absurdo, una estafa a la
democracia”. Ya que Rajoy es tan contundente, quiero recordarle también a él que
su sagrada Carta Magna, en su artículo 147, define los Estatutos de Autonomía
como la normativa básica de las Comunidades Autónomas, con la obligación para
el Estado de reconocer y amparar dichos Estatutos, que conforman el denominado bloque
de constitucionalidad. Todos recordamos que el partido que presidió durante
años el señor Fraga Iribarne votó en contra del título de la Constitución
referido a las Comunidades Autónomas, y que también votó en contra del Estatuto
de Gernika. Esta es la verdadera razón del incumplimiento de la ley por parte
del Partido Popular. Son lo que son, pregonen lo que pregonen. En realidad, no
creen en un Estado descentralizado y mucho menos en un Estado plurinacional.
Las
realidades aquí descritas echan por tierra las rimbombantes y pretenciosas declaraciones
del Presidente español anunciando con rotundidad que su obligación es “cumplir
y hacer cumplir la ley”. Sencillamente no es cierto porque no siempre es de
aplicación.
Nace
convulso un curso político de alta tensión. El tiempo dará y quitará razones,
pero aquel político que no sea capaz de escuchar e interpretar adecuadamente la
voluntad ciudadana en este clima de alto voltaje puede darse por perdido. Y esto
es de aplicación en Euskadi, en Catalunya… y también en Madrid.
Mi artículo de hoy en
Grupo Noticias
http://m.deia.com/2017/09/09/opinion/tribuna-abierta/curso-de-alto-voltaje
http://m.deia.com/2017/09/09/opinion/tribuna-abierta/curso-de-alto-voltaje
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