¿Quién es el rey que va
desnudo?
Guardo un grato recuerdo de mis tiempos de maestro en la
Ikastola de Anoeta. Mi primer grupo de alumnas y alumnos correspondería al
tercero de primaria de hoy en día. Recuerdo que entre las herramientas de
motivación para aquellos jóvenes de 8 años de edad utilizaba un libro de
cuentos que me gustaba y funcionaba especialmente bien: ‘El rey desnudo’ de
Hans Christian Andersen. Recordarán esta fábula en la que un rey decide hacerse
un nuevo traje y el sastre le hace creer que la tela que utilizará para su
confección, en realidad inexistente, era invisible para cualquier estúpido o
incapaz para su cargo, deficiencia que se niegan a admitir tanto él como sus
cortesanos. El resultado es que el soberano desfila por las calles desnudo
mientras la ciudadanía “asegura” verle vestido, hasta que un niño evidencia la
verdad exclamando: ¡Pero si va desnudo!.
Acaba de comenzar 2018 y la gestión de los resultados de
las elecciones catalanas del 21 de diciembre constituye la primera prueba para
comprobar qué rey sigue negando su desnudez o, dicho de otra manera, quién de
los protagonistas políticos catalanes cierra los ojos a la realidad y persiste
en mantener una ficción que puede perpetuar la ausencia de una solución viable
a futuro. Lo cierto es que hay quien quedó ya desnudo la misma noche electoral.
El primero, Xabier García Albiol, candidato del PP, un partido que ha estado
fuera de la realidad catalana y, prácticamente, ha quedado fuera de la realidad
parlamentaria al obtener solo 4 de los 135 escaños. El hecho de que el partido
que gobierna en el Estado resulte insignificante en Catalunya y tenga una muy
baja representación en Euskadi es una prueba más de su incapacidad para
comprender e interpretar correctamente las necesidades y aspiraciones de ambas
naciones.
La desnudez de las CUP también es una evidencia. Fue el
partido que quiso revolucionar el proceso catalán en tan solo 18 meses: comenzó
por imponer el cambio de President, forzó un estricto calendario y no ofreció
ni la más mínima oportunidad a la reflexión. El resultado final ha sido su
fiasco electoral y la pérdida de capacidad de influencia. En el caso del PSC y
Miquel Iceta no podemos hablar de desnudez, pero sí de falta de respaldo y
abrigo suficiente. Sus resultados no son acordes a las expectativas que se
habían generado y, lo que es peor, pueden significar el primer toque de
atención para un Pedro Sánchez que decidió respaldar la aplicación del artículo
155 y se encuentra ahora con que ha sido Ciudadanos el partido que ha
rentabilizado la nueva situación. Porque C’s ha sido el gran beneficiario electoral, pero permanece desnudo
desde la óptica de la influencia institucional. Precisamente por posar
desnudo se dio a conocer al mundo político el líder de la formación naranja,
Albert Rivera. Este gesto, con el que pretendía transmitir transparencia, se
podría interpretar ahora como de desamparo tras una victoria de Inés Arrimadas
que, con sus mensajes agresivos y populistas del “todo o nada”, se ha ido
cerrando toda posibilidad de alcanzar acuerdos con el resto de formaciones
políticas.
Desde Euskadi hemos mantenido en todo momento una actitud
de responsabilidad y respeto a las decisiones que adopten el pueblo catalán,
sus partidos políticos y sus instituciones. Muy especialmente ahora, cuando nos
encontramos a la espera de conocer la actitud del Partido Popular y del
Gobierno español; de la que van a depender nuestras relaciones y la apertura de una hipotética
negociación en relación a los Presupuestos Generales del Estado para
2018. Sabemos que el artículo 155 se va a mantener vigente hasta que pueda
constituirse el Govern emanado de los resultados de las urnas y se pueda dar
inicio a un nuevo tiempo en Catalunya. Es evidente que para ello los partidos
nacionalistas catalanes deberán resolver sus diferencias y definir la
estrategia a seguir en los próximos años, además de dar con la clave para ir
superando los problemas que vayan planteando los poderes del Estado, muy
especialmente en el ámbito judicial y penal.
A la espera de estas decisiones y acontecimientos,
resulta oportuno recordar nuestra primera obligación, que no es otra que
desarrollar el programa que comprometimos ante la ciudadanía, la denominada
Agenda vasca. Hemos adelantado nuestra disposición a dialogar y a negociar los
Presupuestos Generales para este año, pero condicionado siempre a la apertura
de un nuevo ciclo político en Catalunya que suponga el abandono de la vía
abierta por el artículo 155. Si esto ocurre, nuestras decisiones se centrarán en tratar de dar
cumplimiento a nuestro programa, de forma que los PGE contemplen respuestas
concretas a las preocupaciones y necesidades de las entidades, asociaciones e
instituciones vascas. Esto es, en su conjunto, lo que entendemos como defensa
de los intereses de Euskadi.
Es evidente que la puesta en marcha del nuevo Govern catalán
es el principal factor condicionante en el arranque del nuevo año. Ahora bien,
no podemos olvidar dos temas de gran trascendencia en la agenda de 2018, como
son la reforma constitucional y la financiación autonómica. Nuestra posición
ante la actualización de la Carta Magna ha sido clara desde el primer momento y
nuestro interés se asienta en la posibilidad de que reconozca las diferentes realidades
nacionales que conforman el Estado. Esta posibilidad parece remota hoy en día
pero, al igual que ocurre con la fábula con que iniciaba este artículo, aceptar
la realidad tal cual es resulta condición imprescindible para ofrecer una
solución política con garantías de viabilidad al debate del modelo territorial.
No cabe duda de que la cuestión pendiente de la financiación autonómica podría
contribuir también a la necesaria distensión del escenario político e
institucional, pero lo cierto es que no hemos conocido avances que permitan
vislumbrar una solución en el corto plazo.
Este
año que comienza también se debatirá sobre la ley electoral. Una cuestión muy
importante y, conocida la insistencia de Ciudadanos, de alta preocupación para
nosotros. En Euskadi, un voto en Gasteiz no vale lo mismo que uno en Bilbao, ni
un voto en Gipuzkoa vale lo que otro en Bizkaia, pero hay algo que se encuentra
por encima: la cohesión social, que demanda ciertas dosis de generosidad y
mucho trabajo previo. Mi experiencia personal, especialmente en el
municipalismo, me dice que la reforma electoral mejor y más útil es aquella que
permita que el ciudadano sienta que los candidatos a los que ha votado le
representan y trabajan directamente para él. Los alcaldes y alcaldesas viven
esa realidad en primera persona, saben que quien está cerca de sus electores
normalmente obtiene una respuesta positiva. En este sentido, 2018 será también
clave para el municipalismo. Todos los partidos comenzarán a definir sus
estrategias de cara a las municipales de 2019. La mayor parte de los partidos
españoles tienen grandes incógnitas por resolver, no saben la fuerza con la que
cuentan y preferirán medirse en el “laboratorio” de las elecciones municipales
antes que jugársela en unas Generales que les puedan sorprender y, en más de un
caso, disgustar. Este es el escenario con el que iniciamos 2018: nueva etapa en
Catalunya, cuestión presupuestaria, financiación autonómica, ley electoral y
reforma constitucional. Nuestros grupos parlamentarios en Madrid se encuentran
preparados, vestidos y bien abrigados, para seguir defendiendo los intereses de
Euskadi.
Mi artículo de opinión, hoy en Grupo Noticias.
www.noticiasdegipuzkoa.com www.deia.com
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