El mundo al revés
La pertinaz lluvia que estoy
contemplando durante el último mes a través de la ventana de mi despacho en el
Senado me ha llevado a dudar en más de una ocasión si de verdad estaba en
Madrid o me encontraba en Euskadi. Esta sensación me ha parecido todavía más
real esta semana cuando estudiaba la iniciativa que debíamos debatir en el
Pleno y que reclamaba rechazar los homenajes a personas bien por su
condición de pertenecientes a ETA o bien porque utilizaron o justificaron la
violencia para conseguir fines políticos. Y es que el texto me resultaba muy
familiar.
No es que resulte novedosa una
iniciativa que reconoce como víctimas a todas aquellas que hubieran sufrido
vulneraciones de derechos humanos y que, además, se muestre sensible con la
situación de las personas presas, abogando por la reinserción y la
resocialización. De hecho, se trataba, palabra por palabra, del texto
transaccionado a finales de febrero en el Parlamento Vasco por PNV, PSE y
Podemos. Lo sorprendente era que la hubiera presentado… el Partido Popular, una
formación que no la había apoyado en Gasteiz. ¡El mundo al revés!
Reconozco que mi primera
reacción al conocer el contenido del texto que el PP hacía suyo en el Senado
fue pensar que se trataba de una equivocación y que los populares de la capital
del reino desconocían la posición que había adoptado su delegación en Euskadi.
Y así fui, con la mosca detrás de la oreja, al debate. Pero no, no fue un
error. Y me alegré. Por primera vez, el Partido Popular apostaba por la
reinserción de los presos y el reconocimiento de todas las víctimas, no solo
las del terrorismo, términos y conceptos que Borja Sémper había definido como
“vericuetos extraños” y esgrimido como obstáculos para rechazar el apoyo al
texto en el Parlamento Vasco. Precisamente, es esa “mezcla de violencias” que
en su opinión encierra el concepto “todas las víctimas” la que justifica la
ausencia de los populares vascos en la Ponencia sobre Memoria y Convivencia,
así como el recurso que presentó el Gobierno del Estado en el Tribunal Constitucional
contra la ley que busca reparar los abusos policiales sufridos entre 1978 y
1999.
A la espera de nuevos
acontecimientos que corroboren el cambio de rumbo de un partido eminentemente
centralista y poco amigo del reconocimiento de singularidades como la vasca, un
viraje que supone una corrección en toda regla al PP de Euskadi, prefiero
centrarme en lo realmente importante del hecho: el esfuerzo que ha realizado el
PP español para asumir un nuevo discurso que, sin duda, establece un hito
positivo en el camino a la normalización de la convivencia en Euskadi, que no
es poco.
Que el PP haya asumido en su
totalidad ese texto es muy positivo porque nos viene a decir que dos
instituciones diferentes visualizan un mismo problema en una misma línea. Una visión
compartida que posibilita que los poderes públicos trasladen a la ciudadanía un
mensaje contundente de denuncia ante los homenajes que se han celebrado y se
puedan celebrar en el futuro a las personas que han estado implicadas en ETA o
en cualquier otro acto violento. Debemos empatizar siempre con las víctimas y
con los familiares que han sufrido una victimización. Es también cierto que esa
persona que ha estado presa y sus familiares tienen sus derechos, pero incluso
ellos deben entender que quien ha vivido este sufrimiento necesita un respeto.
Es importante, ética y moralmente, que no permitamos de ninguna de las maneras
que actos que llámense “homenajes” o “recibimientos” –regate lingüístico al que
recurre EH Bildu para no condenarlos– sean motivo de doloroso recuerdo para
estas personas.
Lo insólito de la asunción por
parte del PP del lenguaje del resto de partidos políticos viene dado por la
llamada al reconocimiento, la reparación y la justicia no solo a las víctimas
del terrorismo, sino también a quienes han sufrido la vulneración de los
derechos humanos; y por el compromiso que adquiere para construir una memoria
que deslegitime la justificación, aval o enaltecimiento de cualquier tipo de
violencia hacia todos ellos. Pero más llamativo resulta aún que el PP reconozca
que “el ejercicio de los principios de reinserción y resocialización debe
tomarse también en consideración para avanzar en una convivencia lo más
normalizada posible”, unos principios que, asume, “deben poder aplicarse a las
personas privadas de libertad tanto durante como tras el cumplimiento de sus
penas”. Por cierto, este cambio de actitud no solo concierne al partido del
Gobierno del Estado: también lanza otra pelota al tejado de los presos que
tienen relación con ETA y al del conjunto de la Izquierda Abertzale pues les
emplaza, una vez más, a que den pasos dentro de la ley para obtener beneficios
penitenciarios propiciando así un clima más sosegado en el proceso de
normalización política y social.
Las consecuencias de este salto
en las tesis del PP están aún por ver. Ojalá se trate de una avanzadilla que
anticipa el nuevo escenario que podría abrirse tras la QUE parece inminente
disolución de ETA, y en el que un cambio de la política penitenciaria
resultaría muy beneficioso. El primer síntoma podría vislumbrarse en el
Parlamento Vasco, por ejemplo, con una hipotética incorporación de los
populares a la Ponencia de Memoria y Convivencia –este punto aprobado en
Gasteiz no lo presentó el PP en el Senado por competencias parlamentarias–,
aunque Iñaki Oyarzábal rechazó en su discurso tal posibilidad con el pretexto
de que el suelo ético de ese foro es excesivamente bajo.
En cualquier caso, queda por
saber cómo asumirán los ‘populares’ vascos esta novedosa actitud de la central
madrileña. Cabe recordar que hace apenas dos años su presidenta en Euskadi,
Arantza Quiroga, fue empujada a dimitir por tratar de abrir la posición del
partido hacia una libre coexistencia en paz al presentar una moción para poner
en marcha una ponencia parlamentaria de Libertad y Convivencia. Con esta
iniciativa, Quiroga pretendía sumar a la “deslegitimación del terrorismo” a EH
Bildu en lugar de exigir su “condena” a la violencia de ETA, algo que fue
considerado por sectores encabezados por Alfonso Alonso como una cesión a la
Izquierda Abertzale. Por mi parte, no me queda otra cosa que animarles a
sumarse a este nuevo discurso porque aporta elementos positivos al marco de
convivencia en Euskadi.
Acabo, pues, esta semana
contento y reconciliado con la utilidad de la política, en este caso en las
Cortes Generales, y con la esperanza de que el nuevo posicionamiento del
partido mayoritario se sustancie en una serie de comportamientos acordes. Que
la iniciativa aprobada en el Senado de Madrid no sea una leve tormenta que escampe
en pocos minutos sino que sea un duradero y fértil chubasco, una lluvia que
llega en abril como agua de mayo generando un importante brote verde de
esperanza en el panorama político.
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