El populismo no entiende de coherencia
El
populismo se basa en la estrategia de construir una narrativa que ofrece
soluciones simples ante situaciones complejas. Un ejemplo prototípico de
político populista es Nigel Farage, líder de UKIP, quien fue capaz de liderar
un movimiento que puso en apuros al entonces primer ministro británico David
Cameron. Empleando un discurso comunicativamente sencillo y combinando mensajes
inciertos y confusos, con altas dosis de demagogia, acabó conduciendo al Reino
Unido a una situación complicada al decidir abandonar la Unión Europea. Aquella
decisión obliga al país a adoptar medidas de las que, ahora, nadie parece
querer responsabilizarse. Ahora bien, lejos de asumir
los compromisos adquiridos una vez adoptada la decisión del ‘Brexit’, el señor Farage se limitó a dimitir y desaparecer de
la escena pública.
En
el Estado español, salvando las distancias, está
ocurriendo algo similar con Albert Rivera. El líder de Ciudadanos se muestra siempre
dispuesto a enarbolar cualquier bandera que considera que puede agradar a una
mayoría de la ciudadanía. Elabora, como hiciera en su día Farage, un discurso
tan sofisticado en las formas como vacío en el contenido. El mejor ejemplo lo
encontramos en la propia imagen con la que se dio a conocer, completamente
desnudo y con una sonrisa angelical. Años después sigue igual de desnudo en
cuanto a ideas y propuestas, pero mantiene también la misma capacidad de llamar
la atención y jugar con el impacto inmediato; eso sí, ayudado por la ventaja que
asiste a quien elude cualquier tipo de decisión que comporte una
responsabilidad.
Una
de las banderas que el señor Rivera ha decidido blandir es la crítica a los
hipotéticos privilegios de Euskadi. El Concierto Económico vasco es un sistema
singular de relación financiera muy complejo de comprender, sin embargo todo el
mundo entiende lo que supone resultar premiado en el sorteo del cupón. Así, el
líder ‘naranja’ activa la combinación
de falsedades y medias verdades con mensajes confusos y demagogia para crear el
“cuponazo” y trasladar una imagen distorsionada de la realidad. Es un juego
ventajista, porque adquiere la notoriedad y el aplauso en España a cambio de
nada, porque nada tiene que perder en Euskadi. Así lo demuestra un somero
repaso de la acogida de Ciudadanos en nuestra Comunidad: en 2014, en las
elecciones al Parlamento Europeo obtuvo cero escaños con el 0,84% de los votos;
en 2015, cero diputados en el Congreso con el 4,14% de los votos; en 2016 no
logró escaño alguno ni en el
Parlamento Vasco (2,03% de los votos) ni en el Congreso (3,55%). Es decir, la
ciudadanía vasca le ha puesto su nota: un cero.
Ciudadanos
ha tomado nota y ha sacado sus propias conclusiones: como su discurso no tiene
eco ni respaldo en Euskadi, quienes aquí vivimos ya no merecemos su interés y,
de la noche a la mañana, nos ha convertido en el egoísta y malvado antagonista
que obtiene beneficios a costa del conjunto de la ciudadanía española. Así de
sencilla es su estrategia: como no funciona en Euskadi, se revuelve y decide sacrificar su insignificante
presencia en Euskadi, el cero vasco, a cambio de retorcer la realidad y
presentar en España como “privilegio y cuponazo” (mensaje sencillo) lo que en
realidad es la asunción de un “riesgo unilateral y un sistema solidario” (concepto
complejo). A Rivera no le importa
cuestionar un sistema que lleva 140 años vigente, cuenta con todo el respaldo
legal e institucional y ha demostrado su eficacia y solidaridad. En suma, utiliza Euskadi para obtener votos en España.
La estrategia de Rivera es la confrontación y la utilización
de la demagogia sin ningún rubor. Pura retórica populista. Mis años de
experiencia en el Senado me han confirmado el diferente prisma con el que se
observa la realidad del Estado cuando se mira desde el norte o desde el centro.
Quienes vivimos en Euskadi, o en Catalunya, tenemos la vivencia cotidiana de la
diversidad y la pluralidad; compatimos una Comunidad bilíngüe, con sentimientos
de identidad distintos. Desde el centro, desde Madrid, estas diferencias no se
aprecian, y personas como Rivera las desprecian.
Ahora,
en el contexto de los Presupuestos Generales del Estado para 2018, Ciudadanos
ha vuelto a la carga al amenazar al Partido Popular con retirar su apoyo a las
cuentas si transfiere a Euskadi la competencia de la Seguridad Social. Rivera,
el paladín de la legalidad, está apelando a que se incumpla; peor aún, amenaza
con represalias si la ley se cumple. Nuevamente, la demagogia ventajista de
inventar un concepto sencillo (“romper la caja única de las pensiones”) para
eludir un compromiso complejo aprobado en el artículo 18.2 del Estatuto de
Gernika: “Corresponderá al País Vasco la gestión del régimen económico de la Seguridad Social”. El
problema es que Rivera no siente la mínima necesidad de justificar en Euskadi
por qué se opone a que se cumpla este artículo del Estatuto que fue refrendado
por la ciudadanía vasca.
La
irresponsabilidad de Ciudadanos es su mejor arma. En realidad la única. No ha querido
asumir tareas de gobierno en ningún lugar y, por tanto, carece de
responsabilidad alguna en lo que esté ocurriendo. Hemos conocido su actitud en
Catalunya, donde de un día para otro pasó de alardear de su victoria a evitar
cualquier compromiso que le condujera a liderar una opción alternativa de mando.
Ahora, en la negociación de los Presupuestos Generales, se permite acorralar al
partido del Gobierno central con un acuerdo envenenado en el que pretende
presentarse como el freno a las demandas abusivas de los nacionalistas. Es el
planteamiento de un partido sin compromiso que juega a dos bazas, pretende
ganar si se aprueba el presupuesto y también si acaba rechazándose. Pura
demagogia ventajista.
Ante
tanto populismo, quiero reivindicar la política como la acción que es capaz de
responder a las necesidades de la ciudadanía y de sus comunidades. Para ello, es necesario combinar dos
elementos que son clave: coherencia y paciencia. No oculto que me preocupan las
consecuencias de dar rienda suelta a un populismo españolista con la ciudadanía
vasca como “indeseado rehén” de Rivera, porque el problema es que para
la visión egoísta de Ciudadanos, Euskadi no representa ningún problema; es el
partido del ‘no a Euskadi’. Le es igual utilizarnos como comodín o vilipendiarnos
con tal de recoger los frutos electorales deseados en España. Es un partido de
intereses y, claramente, su interés no se encuentra entre nosotros. Euskadi mira hoy a un nuevo futuro consciente de la
complejidad de la situación y de que no hay soluciones sencillas y, menos,
simples. Queremos y debemos desarrollar una sociedad capaz de mirarse a la cara
después de terminar con 50 años de terrorismo, capaz de trabajar por el
desarrollo de su gente y sus empresas, de asentar el crecimiento y ofrecer
oportunidades de empleo, siempre con las personas como eje central de las
políticas públicas. El tiempo dará o quitará razones, pero reitero mi reivindicación de una forma de
hacer política con coherencia y paciencia.
Mi artículo de opinión, hoy en Diario Vasco.
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