Presupuestos y tiempo
ganado
Es probable que hace diez años ya fuésemos capaces de vislumbrar el final
de ETA. Durante décadas nos habíamos preguntado cientos de veces si alguna vez
conoceríamos una Euskadi en paz. La pregunta era retórica: costaba imaginar que
el sueño se hiciera realidad. Pero se ha hecho realidad, a través de una
decisión unilateral de la propia ETA y sin ningún tipo de contrapartida. El
resultado es altamente positivo en todos los sentidos, porque el terrorismo ha
sido absolutamente negativo para todas, para todos y para todo. Es cierto que
aún quedan capítulos pendientes para cerrar esa negra etapa, pero lo más
importante ya se ha producido: la desaparición de una ETA que nunca debió existir
y cuya acción ha producido cientos de víctimas y miles de daños irreparables.
Los “años de plomo” fueron una pesada losa para la ciudadanía vasca.
También para los partidos y su acción política. Ahora se abre una nueva etapa
para la defensa de todas las ideas en libertad e igualdad de condiciones. Una
etapa deseada en la que, vista la coyuntura económica, cobran especial
relevancia las cuestiones relacionadas con el “pie a tierra”: el bienestar y la
calidad de vida. Quienes vivimos a caballo entre Euskadi y Madrid nos
encontramos allí a diario con una visión muy positiva de la realidad de aquí: “¡Qué
bien estáis los vascos!”, es la frase más repetida en la villa y corte. Es
evidente que, tras haber sufrido el estigma de la violencia, ahora la visión es
más completa y positiva. Pero es una visión, también, más exigente. Además del
desapego hacia sus representantes políticos e institucionales, la ciudadanía sufre
un desasosiego inherente a las incertidumbres que vivimos. El pasado domingo me
reuní con una persona que se ha jubilado recientemente y que estaba muy
preocupada, lógico, con el devenir de las pensiones. Me preguntaba sobre el
posicionamiento del PNV en relación a los Presupuestos Generales del Estado. Le
contesté que “hasta el último día, 24 de mayo, todo es posible”, y me respondió
que “bienvenida sea la prórroga” porque, al menos, “habremos conseguido ganar
tiempo, dos años, para resolver los problemas”.
Así es. A expensas de que el trámite final se resuelva satisfactoriamente, los
Presupuestos de 2018 superaron un momento crítico cuando desde el PNV decidimos
que no fueran devueltos. Fue una decisión que se adoptó pensando en el bien de
Euskadi, lo que siempre nos mueve, pero también en el de Catalunya y en el del
conjunto de ciudadanos del Estado. Está mal que yo lo diga, pero humildemente
creo que el tiempo nos ha dado la razón. Al adoptar aquella decisión, dimos a
los Presupuestos tres semanas más para su debate, un tiempo precioso en el que se
ha conformado un nuevo Govern en Catalunya y se ha posibilitado la retirada del
artículo 155, inminente a la hora de escribir estas líneas. Hoy asusta pensar hasta
dónde hubiera podido llegar el deterioro de la situación política e
institucional en el Estado, y por tanto en Catalunya, si no hubiéramos
proporcionado ese tiempo extra.
Frente a quienes entienden que los problemas se solucionan desde el
enfrentamiento, en el PNV decidimos conceder una oportunidad al diálogo, al
entendimiento y al acuerdo. Hoy es más necesario que nunca abrir un tiempo de
distensión en Catalunya que permita resolver los problemas del corto plazo y
reenfocar las soluciones a medio y largo plazo, misión sencillamente imposible
bajo la excepcionalidad del 155 y con la suspensión del Autogobierno catalán.
Arriesgamos, pero hoy podemos decir que hemos contribuido a abrir una puerta
por la que deben entrar la serenidad y la actitud positiva y salir la tensión y
la imposición. Es la única vía de salida a un problema de naturaleza política
que nunca se va a resolver por la vía de la cerrazón y del portazo, tampoco por
la del Tribunal Supremo.
Aquel tiempo ganado ha propiciado más acuerdos en más terrenos. El más
relevante, el que equipara la subida de las pensiones con el IPC este año y el
siguiente y mejora de forma sustancial los subsidios de viudedad, más de 100
euros al mes de media. El acuerdo que el PNV arrancó al Gobierno central recoge
punto por punto las reivindicaciones iniciales de las y los pensionistas, pero
somos conscientes de que no soluciona ese gran problema llamado “sistema de
pensiones”. Eso sí, redirecciona la cuestión hacia el Pacto de Toledo, el lugar
del que nunca debió salir, porque es allí donde se deben analizar y arbitrar
las medidas necesarias para garantizar la sostenibilidad de las pensiones. Esta
es una cuestión nuclear del Estado de bienestar y merece ser tratada con el
tiempo, el realismo y la profundidad que requiere, sin demagogias interesadas.
Ahora tenemos dos años para abordar ese gran reto. Dos años en que las
pensiones, insisto, subirán de forma general y notable. Dos años en los que no
sabremos más del 0,25%.
Como era de esperar, la actitud de determinados partidos ha dejado mucho
que desear. Los mismos que el 1 de marzo aprobaron una resolución en el
Parlamento Vasco en la que se reclamaba lo que el PNV arrancó a Rajoy, no tuvieron
el menor empacho en tildar de insuficiente lo que mes y medio antes era una
aspiración justa, y se subieron al carro de la demagogia. Ante tamaña
hipocresía cabe preguntarse: ¿Cuál sería su posición si, finalmente, el PNV
retirase su apoyo a los Presupuestos y las pensiones subiesen un 0,25%? La
respuesta es obvia, y la moraleja también: quien carece de principios es capaz
de criticar una cosa y su contraria.
La posición del PNV ha sido clara y transparente en todo este tiempo: poner
su modesta representación y su alta capacidad de interlocución al servicio de
la política con mayúsculas. Porque responder a las legítimas demandas de la
ciudadanía, defender los intereses de Euskadi y ganar tiempo para el diálogo en
Catalunya es hacer política de la buena, la entendida como el instrumento con
que contamos para resolver los problemas desde el diálogo, la negociación y el
acuerdo. Por encima de todas las dificultades, “sasi guztien gainetik”, ha
primado la altura de miras. Hemos adoptado decisiones de riesgo, sin duda, pero
las hemos adoptado al servicio de tres buenas causas.
Ahora, confiamos en poner la guinda al pastel, y que en la semana entrante
nuestros modestos 5 votos (de 350) nos permitan sumar nuevos logros en la
defensa de los intereses de Euskadi. Hemos presentado y peleado enmiendas
parciales que responden a necesidades de inversión en infraestructuras y
equipamientos, apoyo a la innovación y proyectos básicos para la transformación
y modernización de Euskadi. Proyectos que permitan a Gipuzkoa avanzar en la
llegada de la Alta Velocidad, generar un área de actividades económicas en la
playa de vías de Irun o comenzar a imaginar un nuevo futuro para los terrenos
de Loiola y la bahía de Pasaia.
Mi artículo de opinión, hoy en Diario Vasco
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