Ruido
En las
grabaciones de audio, se denomina ruido a la contaminación o interferencia que
no forma parte del sonido deseado; también se considera así a esa molesta
‘nieve’ que aparece en las imágenes de vídeo. Este término lo podemos aplicar perfectamente
a algunos momentos que se están viviendo en la política; en definitiva,
situaciones que molestan a nuestra percepción y, sobre todo, nos distraen de lo
importante.
Mucho ruido.
Eso es lo que percibo en la actualidad política de Madrid. Nunca había sentido
tan de cerca el enfado de la gente que me rodea a la hora de valorar la
política desde una perspectiva genérica. Me preguntan en la calle: ¿En qué
estáis? ¿No hay problemas más acuciantes que los discursos sobre las
titulaciones, tesis, doctorados y demás? La semana pasada, Pedro Sánchez fue
entrevistado en una cadena de televisión y la periodista empleó los 15 primeros
minutos a hablar de los títulos, en lugar de incidir en los problemas que
verdaderamente tiene la ciudadanía, donde probablemente hubiéramos visto un
Presidente del Gobierno dubitativo al responder sobre los temas que sí debieran
estar en la agenda política.
Hemos llegado a
un punto en el que el debate político y los medios que los transmiten se
retroalimentan. La frivolidad con la que se deliberan y trabajan los temas
denota una gran superficialidad y, mientras tanto, hay muchos problemas, los
importantes, que no se abordan de verdad: los debates en torno a ellos surgen
de manera muy rápida y se apagan con la misma fugacidad.
Los tiempos se
han acelerado en la política del Estado y ello acarrea, entre sus
consecuencias, el que vivamos en permanente estado de posible fin de
legislatura. Estas deberían durar cuatro años; de hecho, pedir una convocatoria
de elecciones debiera estar “prohibido”, habida cuenta de que en diciembre de
2015 los grandes partidos fueron incapaces de sentarse siquiera a dialogar,
precipitando la repetición de los comicios en junio del año siguiente con un
resultado no muy distinto. ¿Qué hacemos si la llamada a las urnas que otra vez
reclaman algunos partidos arrojase un resultado similar? ¿Nuevas elecciones
otra vez? ¿Hasta cuándo? Todo lo ven desde la perspectiva de las elecciones;
todos se miran de reojo y la estabilidad a la que tanto aluden sigue sin lograrse.
Es una gran irresponsabilidad.
Si fuera cierto
el discurso que ofrecen los grandes partidos buscarían acuerdos en base a la
responsabilidad que corresponde a cada uno. En lugar de ello, el PP ha enviado
otro ‘globo sonda’ con el objetivo de modificar la LOREG. La ocurrencia de
Pablo Casado es que la Ley Orgánica del Régimen Electoral General dote de un
‘bonus’ de 50 escaños a aquel partido político que sume más apoyos en el
resultado final. Es decir, que un acuerdo obtenido no sabemos cómo diera al ganador
un ‘premio’ que no se lo da la ciudadanía y que, en lugar de fomentar que se
alcancen acuerdos postelectorales entre diferentes, se haga justamente lo
contrario: que uno pueda imponer su criterio sobre el resto.
¿Ustedes se
imaginan qué se diría si el Partido Nacionalista Vasco, que ha ganado
prácticamente en todos los comicios al Parlamento Vasco, propusiera un plus de
10 escaños a quien lograra más apoyos en la Cámara de Gasteiz?
Precisamente,
en el Parlamento de la Cámara Vasca ha tenido lugar este jueves el primer pleno
del nuevo curso, a donde he asistido en calidad de senador elegido por la
misma. Allí he tenido la oportunidad de comparar el ambiente de la política
vasca con el de la política española y no se parecen en nada. Absolutamente en nada.
Se debatió acerca de las prioridades que las diferentes fuerzas políticas
tienen de cara a trabajar por la ciudadanía vasca. Son los objetivos que ya
podemos decir que se han instalado en la psique social. Trabajo por la economía
y el empleo, por la educación, por la sanidad y por la acción social; en favor
de desarrollar la convivencia, después de los años tan difíciles que hemos
pasado; y también, mejora del autogobierno.
En este último
punto, el único partido que creo que podemos decir que se ha “salido del
tiesto” ha sido el Partido Popular, que ha presentado a una persona como
responsable de la redacción del nuevo estatuto que ha sido capaz de decir que
“el hacha y la serpiente de ETA” renacen en los acuerdos que obtiene el PNV con
la izquierda abertzale. Lo que falta por saber es qué dice cuando las
voluntades del PP son coincidentes con las de la izquierda abertzale, y no han
sido pocas las ocasiones en las que se ha dado un panorama similar. Es cierto
que la izquierda abertzale tiene una asignatura pendiente con su pasado, que
más pronto que tarde tendrá que resolver si verdaderamente quiere ser creíble
ante la ciudadanía vasca.
Volviendo a la
política del Estado, echo en falta el análisis, el rigor, la paciencia a la
hora de definir las políticas a llevar adelante. No soy muy optimista; la
política del insulto y del descrédito ha venido para quedarse por algún tiempo.
El chiste fácil, soez, la frase ocurrente que busca sin disimulo un titular tan
llamativo como fugaz se han convertido en el ‘modus operandi’ del día a día de
la política. Los medios de comunicación condicionan en exceso la acción
política. En los últimos años, los programas televisivos de crónica rosa han
ido derivando en espectáculos bochornosos y algo parecido parece haberse
trasladado a la política, que poco a poco se ha ido convirtiendo en un plató de
televisión.
Entretanto,
podemos enumerar cantidad de problemas que no se atienden ni se enfocan de la
manera precisa. El tema de las jubilaciones y el Pacto de Toledo; la inmigración;
los malos resultados de la educación, que son los que definen el futuro; la
sanidad; la justicia, de la que todo el mundo desconfía… Son ideas, palabras
que engloban grandes problemas sobre los que no se debate, sino que se utilizan
como proyectiles con los que combatir al adversario político.
Ruido. Mucho
ruido que nos distrae de lo verdaderamente importante y está rebajando el nivel
del debate y degenerando día a día su contenido. Como canta Joaquín Sabina: “Y
con tanto ruido, no escucharon el final”.
Pienso que
deberíamos de mirarnos en el espejo de la política municipal. Se vive tan de
cerca la comunión entre los políticos y la ciudadanía que debería ser el modelo
a considerar para que verdaderamente fuese el ejemplo para configurar una serie
de acuerdos que verdaderamente diesen con soluciones para sus ciudadanos.
Mi artículo de opinión, hoy en Diario vasco.
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