La caleidoscópica plurinacionalidad
de Sánchez
Alberto Schommer fue uno de los
fotógrafos que mejor supo plasmar en sus obras los diferentes aspectos de la
vida, de las ciudades, del día a día… Si aún siguiera entre nosotros, me gustaría
que hiciera un retrato del Pedro Sánchez envuelto en una gran bandera española –única,
grande y libre–, tal y como se presentó como candidato a La Moncloa en junio de
2015.
En estos dos años transcurridos, hemos
podido ver diferentes Partidos Socialistas y asistir a distintos debates internos
y externos en los que, ciertamente, ni me corresponde ni voy a entrar. Lo que
sí diré es que Schommer, para quien la fotografía era el auténtico testimonio
del tiempo, haría hoy una foto de Pedro Sánchez en base a lo escuchado en los últimos
días sobre el concepto de nación que no cuadraría del todo bien con aquella
inmensa bandera española con la que quiso retratarse hace solo dos años. A día
de hoy, como si de un caleidoscopio se tratase, aquella única enseña rojigualda
que cubría su figura habría mutado en un mosaico de banderas autonómicas, más o
menos visibles, dependiendo del ángulo desde el que se observasen los espejos
que crean los efectos visuales.
Mi retina también guarda otras
imágenes. La más viva, la del debate a tres de los candidatos a la secretaría
general del Partido Socialista, cuando Patxi López preguntó a Pedro Sánchez si
sabía lo que era una nación. La respuesta elusiva del madrileño y la pedagógica
explicación posterior del vizcaíno evidenciaron las dudas de éste sobre el
nivel de conocimiento de aquél.
También yo albergo serias dudas sobre
la claridad de los planteamientos del nuevo Secretario General en relación a la
organización territorial del Estado. En cualquier caso, el hecho de que el PSOE
debata esta cuestión es algo que me agrada. Prefiero ver a Pedro Sánchez
envuelto en una bandera plural que en un pendón singular, pero también es
cierto que la larga historia de titubeos y vaivenes del socialismo español en
relación a este tema me genera serias dudas sobre los fundamentos de su nueva
propuesta.
Hemos conocido a un PSOE defensor del
Derecho de Autodeterminación de los Pueblos y, al poco tiempo, dar marcha atrás
para convertirse en valedor de la Ley Orgánica de Armonización del Proceso
Autonómico. Este viaje, en menos de un lustro, de la Autodeterminación a la
LOAPA es una clave que no debemos olvidar quienes entendemos el Estado de una
manera plural porque, en realidad, el alma socialista y el alma centrista
lograron un acuerdo para aprobar una Ley de “Armonización” cuya filosofía era
situarse por encima de los Estatutos de autonomía, que son Leyes orgánicas. Acordaron
lo que vino a denominarse “café para todos”, exactamente el mismo que pretenden
mantener y repartir hoy contra viento y marea.
Contemplo el ‘caleidoscopio Sánchez’ y
espero que el Secretario General socialista haya llegado a la conclusión de que
ni es posible ni soluciona ningún problema el mutilar los hechos diferenciales
de comunidades que se consideran naciones a base de repartir competencias incluso
entre quienes no las quieren, que es la gran lección que nos dejó la LOAPA. Es
importante recordar que, a día de hoy, determinadas Comunidades Autónomas
preferirían devolver competencias al Gobierno Central, algo inimaginable en el caso
catalán y, desde luego, impensable también en el vasco.
Euskadi cuenta con un reconocimiento
como Pueblo en su propio Estatuto de Autonomía, y probablemente conformemos el
ámbito territorial que mejor se identifica con el concepto de “Nación sin
Estado” de toda la Unión Europea. Es necesario reconocer que el concepto de
Nación-Estado, surgido en el siglo XIX, está sufriendo una transformación importante,
al igual que los conceptos de soberanía y de identidad. Hasta finales del siglo
XX, la soberanía era uno de los elementos críticos a la hora de definir el
Estado. Hoy, dentro del ámbito de la Unión Europea, no hay Estado que no haya
perdido importantes cuotas de poder en favor del colectivo, en este caso de la UE.
Hoy en día vivimos en sociedades que, en el marco de la Unión, asumen
plenamente una realidad de cosoberanía o de soberanía compartida.
Pedro Sánchez recuerda que el concepto
de nacionalidad está reconocido por la Constitución y acepta la idea de nación
cultural. Ahora bien, supondría engañarse a sí mismo tratar de negar el carácter
político de la Euskadi actual. Una Comunidad con un Autogobierno asentado y
bien valorado, con un desarrollo social de gran calado, con la fuerza de un
instrumento como el Concierto Económico o con la capacidad de diseñar y ejecutar
políticas propias no va a desistir en el camino de lograr el reconocimiento de
su carácter nacional.
Tengo que reconocer que me gusta la nueva
música que escucho al Secretario General socialista, pero confío en que se
entienda mi prudencia. Además de la música, hay mucha letra que componer
todavía. Así, el PSOE puede y debe demostrar con hechos su nueva melodía.
¿Cómo? Por ejemplo, contribuyendo a dar cumplimiento pleno a una Ley orgánica
como es el Estatuto de Gernika. Porque hasta la fecha la partitura que
interpretan PSOE y PP ha sido siempre la misma: el silencio del incumplimiento
sistemático de las competencias pendientes.
El ‘nuevo PSOE’ de Pedro Sánchez va a
tener que decantarse y, sobre todo, pasar de las palabras a los hechos. Y si su
Secretario General aspira a que la letra empaste bien con la música, deberá desandar
el camino del Partido que fue capaz de aprobar la LOAPA o de alardear con el
cepillado del Estatut de Catalunya. Espero que los hechos demuestren que el
cambio es sincero, real y de calado. Y que la anunciada propuesta de
modificación de la Constitución en clave federal se oriente con claridad hacia
la asunción de una evidencia: el reconocimiento de la realidad plurinacional
del Estado y de las realidades nacionales de Catalunya y Euskadi.
Mi artículo de opinión, hoy, en http://www.diariovasco.com/
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