La revolución:
cumplir la ley
Este año, en vísperas
del 40 aniversario de la Constitución española, un letrado del Tribunal de
Justicia de la Unión Europea me trasladó una reflexión muy sugerente: “La
verdadera revolución en España se producirá cuando se cumpla la ley”. Lo cierto
es que este aparente contrasentido no puede estar más cargado de razón si
atendemos a la manera de actuar de los diferentes dirigentes del Estado. Por si
a alguien le quedaba alguna duda, este jueves el propio ministro de Asuntos
Exteriores ha venido a confirmarlo en sede parlamentaria declarando que “en
España, cada vez que hay algún problema hacemos una ley y muchas veces la ley
se queda en un texto que no se aplica”. Borrell dixit, fin de la cita.
El reciente estudio del
CIS ha vuelto a confirmar que no vivimos buenos tiempos para la política. En
muchos momentos, nos sorprende escuchar a cualquier parlamentario diciendo
cualquier cosa, sin el mínimo rigor, sin profundizar en su trabajo; cuestiones
gruesas, muchas veces insultantes, con el único objetivo de “robar” unos
segundos en algún medio informativo. Conozco de cerca otros ámbitos
institucionales y parlamentarios además del Senado: el Parlamento Vasco o el Consejo
de Europa, y doy fe de que nada tienen que ver con lo que veo en Madrid.
Esta semana me ha
sorprendido que, por primera vez, el propio Presidente Pedro Sánchez haya
optado por bajar al barro. En la sesión de control al Gobierno del martes,
acusó al portavoz del Grupo Popular en el Senado de obtener su doctorado de
malas maneras citando un “tribunal organizado ad hoc” o un “trabajo sin
suficiente contraste”. No daba crédito a lo que escuchaba. Desde EAJ-PNV
llevamos semanas defendiendo que no tiene ningún sentido que el Presidente del
Ejecutivo central tenga que comparecer por motivo de su tesis doctoral: sobre
todo porque no es función del Parlamento, pero también porque no nos
consideramos competentes para valorar la calidad académica de un trabajo; más
si cabe, cuando el ámbito universitario ya tiene suficientes resortes como para
responder ante este tipo de cuestiones. Lo que nos alarma es que sean ellos
mismos, quienes más razones tendrían para callar, quienes sigan enredando y
enredándose con este tema, cuando en realidad lo único que logran es que el
clima político madrileño se vaya tornando insufrible.
En ese ambiente, nos
correspondía debatir con el Presidente del Gobierno, y le pregunté por su
voluntad para cumplir la ley, refiriéndome en este caso al cumplimiento del
Estatuto de Gernika, que junto a la Constitución, conforma el bloque de
constitucionalidad. Es cierto que el nuevo Gobierno español no lleva más que
cinco meses en La Moncloa, pero también es verdad que ya iba siendo hora de advertirles
de que no nos gusta lo que estamos viendo y oyendo o, mejor dicho, lo que no
estamos viendo ni oyendo. El problema es que su respuesta no me tranquilizó en
absoluto, porque no se le ocurrió otra cosa que espetarme: “Si la competencia
de la Seguridad Social no se ha traspasado en 30 años será por algo”. Es decir,
el máximo responsable del Ejecutivo está justificando el incumplimiento de una
Ley Orgánica, como el Estatuto de Autonomía del País Vasco, durante 39 años,
que no solo 30. ¿Alguien puede imaginar que cualquier persona pudiera dejar de
actuar conforme a la ley sin que las instituciones, de una manera u otra, le
llamaran al orden? Es inaudito; no cumplen la ley y ni se sonrojan.
Un Ejecutivo central
serio, ante el reiterado menosprecio al Estatuto de Gernika desde que fue
aprobado, debiera de adoptar medidas drásticas y urgentes para garantizar su
cumplimiento. De otra manera, ¿qué credibilidad tiene un Estado que no actúa
conforme al ordenamiento jurídico vigente? ¿Puede un Estado cumplir las leyes
unas veces sí y otras no? Recordemos, sin ir más lejos, que la justificación
que PP, PSOE y Ciudadanos emplearon en el Senado para aplicar las medidas del
Artículo 155 en Catalunya fue precisamente el incumplimiento de la ley.
La historia se repite. Tanto
el Partido Popular como el Partido Socialista no han tenido voluntad de cumplir
el Estatuto, sino que han esperado a necesitar nuestros votos para gestionar
más o menos transferencias. No hay más que recordar que en los años 2009 y 2010
se negociaron 16 transferencias. Tal vez no lo hicieron por pleno
convencimiento, pero al menos había un Gobierno que tenía la voluntad
suficiente para transferir una serie de competencias que están recogidas en la
ley. El resultado de aquel acuerdo ha sido positivo, pero esto no les ha hecho
cambiar la actitud y a los hechos me remito: hace dos años el propio Tribunal
Constitucional reconoció en una sentencia una competencia sobre dos vías
ferroviarias en favor del País Vasco y, sin embargo, hoy es el día en el que el
Ejecutivo central no ha cumplido la decisión adoptada por el mismísimo
Constitucional. Sin palabras.
Desde que se aprobó el
Estatuto de Autonomía del País Vasco, los diferentes Gobiernos centrales no han
respetado el pacto. Un pacto aprobado en el Parlamento Vasco, un pacto aprobado
por las Cortes Generales, un pacto refrendado por la ciudadanía vasca con su
voto el día 25 de octubre de 1979. Todo lo que sea no aplicar el texto pactado
es, además de ir contra la ley que conforma el bloque de constitucionalidad,
actuar contra la voluntad de la ciudadanía. Este mismo viernes la Ponencia de
Autogobierno del Parlamento Vasco ha formalizado la solicitud de un texto
articulado al equipo de expertos jurídicos elegido por los Grupos
parlamentarios. Disponen de ocho meses para entregar su trabajo, pero no cabe
duda de que el mantenimiento de la cerrazón y el incumplimiento de las
transferencias todavía pendientes no resultaría ser el mejor augurio para
imaginar un nuevo pacto de convivencia de cara al futuro.
Euskadi no dispone hoy
de protección ante el incumplimiento unilateral del Ejecutivo central. El
Presidente Pedro Sánchez sacó adelante la moción de censura contra Mariano
Rajoy con nuestro apoyo porque afirmó su voluntad política de gestionar su
Gobierno de una manera diferente. Rajoy y el Partido Popular contravinieron la
ley, y si el Presidente Sánchez quiere hacer las cosas de otra manera debería
empezar acometiendo la revolución que consistiría, simplemente, en cumplir la
ley. Un paso obvio, un paso necesario que sería incomprensible no acometer.
Mi artículo de opinión, hoy en Deia.
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