El líder caído de los cielos
Bohemian
Rhapsody es una de las últimas películas que he visto. Me ha llegado al alma. Además de escuchar agradables melodías y acordes, trae a
mi memoria muchos recuerdos y siempre hay una oportunidad de asociar la música
con un mensaje positivo. Esta película me sugirió también
una reflexión: es evidente que el liderazgo de Freddy Mercury fue clave en la exitosa
trayectoria del grupo Queen. Las imágenes del concierto en el estadio de Wembley,
en las que Mercury anima, motiva y dirige a miles de personas, son el mejor
resumen de su imborrable trayectoria e influencia.
Trasladando
esta idea al ámbito de la política, se puede realizar una analogía con la
situación que se vive en el Estado. La vida política española está viviendo un
clima de incertidumbre, cortoplacismo y desgaste permanente que pone de
manifiesto la debilidad de los liderazgos políticos. El torrente continuo de
declaraciones públicas, ruedas de prensa o cruces de mensajes en las redes
sociales no oculta la falta de cohesión, credibilidad y confianza de los
proyectos y los líderes políticos. Las convulsiones, cambios de posición,
interferencias o enfrentamientos están a la orden del día. El ejemplo más reciente
lo hemos visto en Andalucía, donde el presidente del Partido Popular autonómico
fue capaz de afirmar por la mañana su defensa del Pacto de Estado contra la
violencia de género y matizarlo por la tarde para tratar de dar satisfacción a las
exigencias más extremas de Vox. Es un ejemplo paradigmático de la
inconsistencia de los planteamientos ante una cuestión tan relevante y en torno
a la que, tras mucho esfuerzo, se había logrado un acuerdo unánime tanto en el
Congreso como en el Senado.
Siguiendo
en Andalucía, tenemos también el ejemplo de Ciudadanos. Es difícil generar credibilidad
y confianza cuando este partido mantuvo un acuerdo durante toda la legislatura
con el PSOE y, en el último momento, se desvinculó y forzó unas elecciones para
acabar gobernando con el PP sumando, por mucho que intenten ocultarlo, los
apoyos de Vox. Ni uno ni otro son ejemplos que contribuyan a reforzar la imagen
de coherencia y confianza de la acción política e institucional.
En la
margen izquierda del panorama político estatal, Pablo Iglesias acaba de “cerrar
el círculo”. Ha demostrado que “sí se puede” acabar haciendo todo lo contrario
de lo comprometido en un tiempo récord de cinco años. En 2014 se presentó como candidato
de Podemos a las Elecciones europeas. Habló de acabar con los personalismos
pero la imagen de su partido era su propia fotografía impresa en todas las
papeletas. Criticó la falta de compromiso con el puesto para el que un
representante era elegido, pero a los pocos meses abandonó su escaño en
Bruselas y voló a Madrid. Predicó austeridad y acabó residiendo en una vivienda
al alcance de muy pocas personas. Prometió participación y la acabó dilapidando
organizando una consulta, precisamente, sobre su propia residencia. Un
sinsentido con el que trasladó su estricto problema personal al conjunto de su
partido político.
PabIo Iglesias
se dio a conocer como contrapunto a la “casta”, a la que reprochaba unos
hábitos que, en su opinión, se correspondían con el indecoroso proceder de los “viejos
partidos”. Su crítica era feroz y despiadada pero, al poco tiempo, ha acabado
superando en el fondo y en la forma a la tan denostada “casta”. Podemos nació
enarbolando la bandera de la regeneración, la honestidad, la apertura y la
participación abierta, con unas políticas basadas en y orientadas a “la gente”;
sin embargo, ha acabado ofreciendo una clase magistral de degradación, egoísmo,
cerrazón y división. Lo vistan como lo vistan, su objetivo prioritario no ha
sido la “gente” a la que decían representar y defender, sino salvaguardar los intereses
concretos e individuales de su propio círculo unipersonal. Iglesias representa
hoy un modelo paradigmático de la “casta” que tanto denostó y esa es la clave
del fracaso del liderazgo.
La
formación morada ha dado un ejemplo de falta de ejemplaridad. Llegaron con la
arrogancia de quien lo critica todo e imparte lecciones a diestro y siniestro y,
ahora, contemplamos su incapacidad de realizar la más mínima autocrítica.
Durante cinco años han acabado asumiendo, aplicando y superando todo el
catálogo de malas prácticas que pretendían dejar atrás. Nacieron criticando la
falta de compromiso y generosidad en la vida pública para acabar envueltos en
el egoísmo y el servilismo. Nacieron exigiendo la máxima transparencia y han
acabado actuando con la máxima opacidad. Han acabado encerrados en su propio
círculo vicioso. El viernes dimitió el portavoz en el Senado, exhausto por tanto enfrentamiento interno estéril. Una vuelta de tuerca más en un partido encerrado sobre sí mismo y alejado del servicio a "la gente".
Los
liderazgos siempre nacen de la colaboración, del trabajo conjunto. Durante los
últimos años, algunos partidos hemos sido calificados de viejos o anquilosados en
el tiempo, y algunas cuantas lindezas más. Ahora bien, como contrapunto, esta
semana, en el marco de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, he
tenido la oportunidad de departir con Álvaro Gil Robles, primer Comisario de
Derechos Humanos del Consejo. Desde su punto de vista, Euskadi debe preservar
un modelo de “hacer política” que prima el diálogo y la cooperación entre todas
las fuerzas políticas. Destaca su “deseo” de que los partidos vascos sigamos
trabajando desde la diferencia, manteniendo un clima de relación que pone en
valor y prestigia el compromiso institucional y político. Lo considera un
“modesto modelo de referencia” en una Europa sometida a la tensión y convulsión
permanente.
Volviendo
a la cruda realidad política española, quienes hablaban de acumular fuerzas y
asaltar los cielos han acabado en el infierno de la disputa permanente y
estéril; y asistimos en directo a la caída del pretendido “ángel.”
Precisamente, una de las pocas explicaciones coincidentes entre las divergentes
interpretaciones del inconfesado significado que esconde la letra de la canción
Bohemian Rhapsody afirma que, como en la leyenda de Fausto, su protagonista
vendió su alma al diablo e implora a Dios para recuperarla. En solo cinco años
Podemos ha dilapidado el caudal de crédito y confianza que recibió de miles de
personas con generosidad y esperanza. Hoy, el partido de Pablo representa la
antítesis del servicio público a la ciudadanía. Quien nació repartiendo culpas
debería comenzar ahora por pedir disculpas.
Mi artículo de opinión, hoy en Diario Vasco
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