No es oro todo lo que
reluce
El pasado sábado asistí al Pleno de constitución del Ayuntamiento de
Tolosa. Considero importante este acto institucional en que las y los
representantes electos formalizan el compromiso adquirido con la ciudadanía de trabajar
en favor de su pueblo. Cada concejal desde su visión, pero todas y todos compartiendo
el mismo deseo en pro de hacer que su municipio sea aún mejor. Desde primera
hora de la mañana se percibía un ambiente positivo; nada que ver con aquellos tiempos,
tan cercanos y a la vez tan lejanos, en los que teníamos que solicitar la
protección de la Ertzaintza para posibilitar la conformación de este mismo
Ayuntamiento.
El cambio, sin duda, ha sido positivo. Hemos avanzado, y mucho. Aunque
la ley sigue siendo la misma, entonces hubo quienes decidieron que la tensión
tenía que prevalecer sobre la normalidad, y lo consiguieron. Ahora esto,
afortunadamente, ya no ocurre, aunque todavía queden algunas excepciones que, desgraciadamente,
se han producido en el mismo sentido y con los mismos protagonistas: los de
entonces, los de siempre. El pasado sábado hubo sobresaltos y situaciones de
tensión, precisamente, en aquellos municipios en los que EH Bildu había sido la
primera fuerza en las elecciones del 26 de mayo, pero no había conseguido
acceder a la ‘makila’ de Alcalde.
Es totalmente legítimo convocar manifestaciones de protesta por ello;
ahora bien, quienes lo hacen también deben ser conscientes de que están
posicionándose en contra de la voluntad popular. Y la voluntad de Andoain es
igual de válida que la de Durango. ¡Qué dos imágenes tan diferentes! Respeto en
la localidad vizcaina ante la nueva Alcaldesa de EH Bildu a pesar de que no
había ganado las elecciones; por el contrario, tensión en la guipuzcoana
provocada por quienes habiendo sido primera fuerza en las urnas no habían sido
capaces de sumar una mayoría que les permitiera gobernar. Dos realidades
distintas, dos actitudes contrapuestas. La misma ley, el mismo procedimiento,
pero en Durango la nueva y flamante alcaldesa es aplaudida por los mismos que
en Andoain llaman “lapurra” e insultan a la también nueva y flamante alcaldesa.
Las alcaldías se obtienen a través del voto y de los acuerdos;
presentando proyectos en positivo, dirigidos a responder a las necesidades de
la ciudadanía que es quien nos “cede el poder” por un período de cuatro años.
Por eso es sorprendente que el coordinador general de EH Bildu, Arnaldo Otegi,
cuestione la actitud del PSE-EE al llegar a acuerdos de gobierno con EAJ-PNV que
han perjudicado a la izquierda abertzale cuando, según Otegi, EH Bildu no les
había “quitado” ninguna alcaldía. Lo digo porque, por una parte, estas declaraciones
ponen de manifiesto una concepción patrimonialista del poder; y, por otra parte,
porque parece querer establecer que son ellos quienes certifican dónde se pueden
alcanzar acuerdos y dónde no. Si decodificamos la enunciación de Otegi, parece
defender que “el PNV sí puede hacerlo,
porque les hemos quitado Durango, pero al PSE-EE no le doy permiso porque no hemos
llegado a acuerdos en Ayuntamientos donde los socialistas hayan sido la primera
fuerza”. Es legítimo que critique el acuerdo alcanzado entre PNV y PSE-EE;
tan legítimo y tan criticable, dicho sea de paso, como el acuerdo alcanzado
entre EH Bildu y Podemos.
Volviendo al Pleno del Ayuntamiento de Tolosa, me detengo en otro
detalle revelador. Me sorprendió la naturalidad con que las y los
representantes de EH Bildu prometieron su lealtad al rey. Algo que en su día
denostaron y criticaron cuando lo hacían otros, algo que les llevó a insultar e
intimidar a diestro y siniestro, y que ahora asumen sin rubor ni disimulo. Se
escudan en una obviedad, aduciendo que lo hacen por imperativo legal; claro, como
el resto, pero lo hacen sin reconocer los disgustos y quebraderos de cabeza que
causaron en ese pasado tan cercano y a la vez tan lejano. Ahora, EH Bildu promete
lealtad al rey y coloca la bandera española. Lo que consideraban una indignidad
intolerable hace solo unos años, lo asumen y toleran ahora sin rechistar. La
única diferencia es que nadie se lo reprocha, ni les insulta, ni les
vilipendia. Reciben un comprensivo respeto que nunca fueron capaces de ofrecer
a los demás.
Otro de los focos de atención del pasado sábado fue el Ayuntamiento de
Pamplona. Hace cuatro años, el representante de UPN, Enrique Maya, fue el
candidato más votado, pero fue incapaz de conformar un acuerdo de gobierno que
le permitiera acceder a la Alcaldía, algo que sí logró Joseba Asiron,
representante de la segunda fuerza. Los cuatro años de flamante legislatura liderada
por EH Bildu terminaron y, de nuevo, los resultados electorales han sido los
mismos: Enrique Maya en primer lugar y Joseba Asiron, segundo; pero la
resultante ha sido distinta. En esta ocasión, ha sido el hasta entonces Alcalde
quien no ha sido capaz de aglutinar una mayoría que le permitiera ser reelegido
y sí lo ha hecho el candidato regionalista. Las reglas son las mismas para
todos, pero las actitudes han cambiado radicalmente: EH Bildu celebró la
obtención del bastón de mando hace cuatro años, pero ahora ha sido incapaz de asumir
su pérdida, convirtiendo la jornada del sábado en un acto de protesta callejera
contra el nuevo primer edil. Esta doble moral es incomprensible y deja claro
que no es oro todo lo que reluce. Los legítimos acuerdos posibilitaron en 2015
la investidura de Asiron, que salió ‘makila’ en mano a saludar a sus jubilosos
seguidores, esos mismos “seguidores” que el sábado, en cambio, intimidaron y
presionaron a la candidata del PSN, Maite Esporrín, a la salida del Pleno, por
la decisión que su partido adoptó en su legítimo derecho.
Los actos de conformación de los nuevos Ayuntamientos tienen una
especial significación. Por una parte, por el valor simbólico que citaba al
principio y, por otra, por el valor tangible de los acuerdos que representan y
que marcan la pauta de la gestión para cuatro años y define la posición que
cada uno va a ocupar en la Corporación. Por eso entiendo que, para todas y
todos, se constituya en el Pleno más importante de la legislatura.
Estos últimos años Euskadi ha avanzado en normalidad y convivencia. Ha mejorado
radicalmente y seguir mejorando es el objetivo que debemos compartir. La
izquierda abertzale, en ocasiones, parece querer mostrar su cara más amable,
pero no acaba de desembarazarse de esas actitudes imperativas del pasado que
parecen condicionarle en extremo. Tal vez debería empezar por mirarse en el
espejo de sus propias contradicciones, asumir la realidad y comenzar una nueva
etapa de responsabilidad y respeto. De ellos depende. Solo de ellos.
Mi artículo de opinión, hoy en Diario Vasco.
Desde Medellín (Colombia), un amigo de Imanol Landa de Algorta (Getxo).Mi nombre e Heriberto Coto Saitua jelkide de Algorta. Me encanta oír y leer sobre todo,
ResponderEliminarestos argumentos "tan conocidos" por nosotros, pero que otros ni los conocen , ni quieren conocerlos. Aurrera eta Gora Euskadi Askatuta y a trabajar por nuestro país: Euskadi.