La crisis sanitaria
que hemos padecido nos ha permitido, también, recopilar una serie de lecciones
aprendidas. Una de las principales puede ser, quizá, comprender que la
responsabilidad individual es la mejor herramienta para minimizar el riesgo de
contagio. Esa misma responsabilidad individual será también de aplicación el
próximo 12 de julio. A través del voto, cada persona va a contribuir a
conformar el nuevo Parlamento Vasco que, junto al Gobierno que elija, deberá
hacer frente al enorme reto de poner fin a la crisis sanitaria y remontar las
negativas consecuencias socio-económicas que está acarreando.
Desde el pasado día 10
de febrero el Parlamento Vasco está disuelto. Como consecuencia de ello, la
sociedad vasca afronta una situación tan excepcional como la sobrevenida por el
Covid-19 y sin capacidad de legislar. Una de las bases fundamentales de toda
democracia representativa se encuentra en su Parlamento. Es inimaginable una
democracia sin Parlamento y, excepción hecha de la Diputación Permanente, esa
es la situación en la que nos encontramos.
Esta es la razón por
la que me ha resultado incomprensible escuchar a algunos líderes políticos decir
que las Elecciones se pueden retrasar incluso hasta después del 25 de octubre, fecha
límite legal. Es obvio que los comicios deben celebrarse en plenitud de
garantías sanitarias y democráticas. Esto nadie lo puede cuestionar. Ahora
bien, una vez que se garanticen estos dos parámetros, los comicios deben
convocarse porque una democracia no puede funcionar sin sus representantes e
instituciones en plena facultad de sus funciones. Esto
mismo lo hemos podido comprobar en Francia, donde a pesar de haber tenido una
primera vuelta a las elecciones municipales con una gran abstención, han
convocado la segunda vuelta de las mismas para el día 28 de junio, dos semanas
antes de nuestras elecciones al Parlamento Vasco. Los procesos
electorales actúan como elemento de legitimación de las propias instituciones.
Me resulta también
del todo incomprensible que, en un momento tan delicado y difícil, dos partidos
como EH Bildu y Podemos rehúyan la posibilidad de conformar un nuevo Parlamento
para debatir ideas de cara a estos próximos años. Este debate, positivo a todas
luces, permite enfocar mejor las decisiones desde un punto de vista práctico y ayuda
a ofrecer respuestas a las necesidades de la ciudadanía. Pero es que, además,
este debate dota de legitimación social a la representación parlamentaria y a
las propias instituciones. En estos momentos, la palabra la tiene cada una de
las personas que formamos parte de esta sociedad, aplicando las reglas de las
que nos hemos dotado desde el mutuo acuerdo. La razón profunda de la distancia
marcada por estos dos partidos puede estar, en realidad, en el cuestionamiento
de esas normas de funcionamiento y de representación parlamentaria e
institucional. Tengo que reconocer que esta razón, más inquietante que la
anterior, me preocupa en mayor medida.
Recientemente, Romano
Prodi ha afirmado que “un Gobierno cae cuando hay alternativas, y en este
momento no las veo”. No sé si quien fuera Presidente de la Comisión Europea
extrapola también esa opinión a Euskadi, yo desde luego sí lo hago. En todo
caso esta idea supone una llamada atención en estos momentos tanto para el
Gobierno como para sus hipotéticas alternativas. Será la ciudadanía quien
evalúe la labor de quien ha tenido la responsabilidad de gobernar en esta
situación inédita. Ahora bien, es pertinente recordar que la misma ciudadanía
evaluará también la actitud y la forma de proceder de los partidos de la
oposición. En el caso que nos ocupa, es evidente que han renunciado a colaborar
y a ofrecer alternativas constructivas y viables, han preferido concentrarse en
tratar de segar la hierba bajo los pies del Gobierno.
Estos dos partidos se
contradicen a cada paso. Habrían puesto el grito en el cielo si se hubieran
retrasado los comicios y nos quieren hacer creer, ahora, que no es importante que
una institución básica para la democracia se encuentre funcionando o no. Nos
dejaron solos cuando apostamos por no detener nuestro sistema productivo,
presentándonos ante la sociedad como “desalmados que defienden los intereses
económicos por encima de los sanitarios” y proclaman, ahora, que la
preocupación de la ciudadanía es cómo recuperar sus puestos de trabajo.
Somos responsables
políticos e institucionales, nos encontramos ante una anomalía democrática y la
labor que nos corresponde es transmitir a la ciudadanía vasca que le asiste el
derecho fundamental al sufragio, en plenitud de garantías sanitarias y de
seguridad. Nos corresponde también garantizar que la campaña electoral pueda
desarrollarse en igualdad de condiciones, utilizando los instrumentos más
adecuados a los nuevos tiempos. Nos corresponde llegar a un acuerdo entre todas
las fuerzas políticas para desarrollar la campaña y la jornada electoral en
unas condiciones que favorezcan la participación. Nos corresponde, en realidad,
transmitir la importancia del tiempo que vivimos y la necesidad de que la
ciudadanía sea muy consciente de que las decisiones de futuro que se vayan a
adoptar dependen de su voto. Llegan tiempos convulsos y difíciles, vamos a
afrontar retos de gran dimensión, tenemos que explicar nuestras propuestas, de
forma que la ciudadanía participe y decida. El mejor antídoto contra las
enfermedades y los autoritarismos es la participación democrática.
Mi artículo de opinión, hoy en Diario Vasco.
Mi artículo de opinión, hoy en Diario Vasco.
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