Corrupción: mirando
hacia otro lado
Creía que esta semana
de trabajo en Estrasburgo me iba a permitir evadirme de las continuas preguntas
que nos hacen en el Senado acerca de cómo debería actuar el Partido Popular en
torno a Rita Barberá y, nada más llegar, conocemos a través de un medio de
comunicación que, presuntamente, en el PP era generalizada la práctica para burlar
los controles del Tribunal de Cuentas.
Ya lo dije
recientemente, que el Partido Popular no tiene credibilidad; que la gente no
tiene ninguna confianza con la labor que vaya a desempeñar en la lucha contra
la corrupción. Y, una vez más, voy a volver a repetir que esa afirmación no es
algo que diga yo; en este caso lo ha expresado el informe que ha presentado el
Grupo de Estados contra la Corrupción (Greco) ante el Consejo de Europa.
Según el mismo, el
Estado español no ha sido capaz de responder satisfactoriamente ni una sola de
las once recomendaciones que, para poner freno a la corrupción en la
judicatura y en la política, le había realizado hace dos años el Consejo; y en
seis de ellas ni lo ha intentado, según sentencia. Ni el Congreso ni el Senado
han adoptado un código de conducta con medidas prácticas de aplicación; ni se
ha realizado un registro de lobbistas y un código de conducta para la
profesión; ni se han tomado medidas para garantizar un control de las
obligaciones declarativas de los parlamentarios; ni se ha analizado el marco
legislativo del Consejo General del Poder Judicial; ni se han legislado
criterios objetivos y reglas de evaluación para los nombramientos en las altas
funciones de la judicatura; ni se han ampliado los plazos de prescripción de
procedimientos disciplinarios de los jueces. Nada de nada.
Parcialmente
sí se ha reexaminado el tipo de datos que deben hacer públicos los
parlamentarios; los jueces y fiscales han adoptado un código deontológico
público; se ha revisado el método de selección y la duración del mandato del
fiscal general; se ha establecido un marco reglamentario específico para las
sanciones disciplinarias en la fiscalía. Todo ello parcialmente.
Como un
blog no es la herramienta más apropiada para detallar estas medidas desoídas
por el Gobierno del Estado, en manos del Partido Popular en el periodo que se
evalúa en el informe, no lo voy a hacer. Aunque sí me voy a detener en la
consideración de este organismo continental (integrado por 47 países, incluidos
los 28 de la Unión Europea) de que el poder judicial español está politizado.
El Greco constata algo tan evidente como que las autoridades políticas no deben
intervenir en ninguna de las etapas del proceso de designación de los
magistrados, pero, lejos de evitarlo, la única respuesta del Ministerio de
Justicia fue defender el actual sistema de elección.
Así, al
igual que el Partido Popular, tampoco la Justicia anda sobrada de confianza por
parte de la ciudadanía, que ya no encuentra ni contra quién apostar en torno a
la resolución de tal o cual caso de corrupción ya que la misma generalmente va
determinada por la adscripción política de tal o cual acusado. El Gobierno de
España desprecia las recomendaciones de Europa acerca de una corrupción que
alcanza a las principales instituciones y, mientras tanto, se sigue mirando
hacia otro lado escudándose en excusas tan peregrinas como que las tablas de
Excel o las presentaciones de Powerpoint no llevan el logotipo de este o aquel
partido político.
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