Menos
memoria y más hospitalidad
El
3 de octubre se conmemora en Italia el Día Nacional de la Memoria y de la
Hospitalidad; ese día, en 2013, casi 400 personas murieron tras hundirse la
embarcación en la que viajaban en busca de un mejor destino en Europa, por eso se
conmemora en recuerdo a todos los migrantes fallecidos en el mar Mediterráneo.
Ayer
por la tarde, la periodista vasca Ane Irazabal nos informaba del rescate en
esas aguas de casi 11.000 personas en las últimas 48 horas. Un día sí y otro
también estamos recibiendo este tipo de mensajes y parece que no reaccionamos
hasta que una impactante fotografía o un input diferente nos hiela verdaderamente
la sangre. Es entonces cuando respondemos rápida y eventualmente con una frase
del tipo “esto no puede ser”.
Hay
quien todavía se pregunta por las razones que justifican este éxodo continuo
hacia Europa. En este sentido, quisiera aportar una serie de datos que pueden
ayudarnos a entender qué es lo que ocurre:
Vayamos
a Siria. Desde que comenzara la guerra en 2011, se han producido más de 250.000
muertos. Según datos de Naciones Unidas, más de 10 millones de personas se han
quedado sin hogar, y un 85% de la población se encontraba en situación de
pobreza a finales de 2015. Datos; solo datos de una triste realidad.
Pero
podemos seguir relatando ejemplos: Irak, Afganistán, Pakistán, Eritrea… La Unión
Europea está volviendo a mostrar una debilidad absoluta. El pasado año definió
una estrategia de cuotas que no ha funcionado. Recordemos más datos: del total
de los 960.000 refugiados llegados a la UE, el Estado español debería haber
acogido, por la cuota que le corresponde, a 15.675 personas; solo ha acogido a
273.
Reitero
mi opinión acerca de la debilidad absoluta por parte de la Unión Europea porque
no está siendo capaz de resolver los grandes problemas que le está tocando
vivir en este siglo XXI. Su estrategia está siendo la de externalizar el problema;
es decir, pagar dinero o condiciones beneficiosas a los Estados limítrofes con
la Unión para que se hagan cargo de las obligaciones que le corresponden con
respecto a los migrantes y a los derechos humanos. Tenemos un claro ejemplo con
el acuerdo alcanzado con Turquía en el que se ha considerado que pactar con
países que no respetan los derechos humanos es un mal menor. Todos hemos visto
lo que está aconteciendo en ese país; con la falta de democracia y libertad que
se da allí.
Si
la Unión Europea, con 500 millones de habitantes, no es capaz de responder con
inteligencia a estos retos va a ser muy difícil que en un futuro no muy lejano
pueda seguir mirándose con dignidad al espejo.
De
todas maneras, escudarse en la actitud de la UE no es ningún eximente para que
cada país deje de hacerse cargo de la responsabilidad que le corresponde. Así,
el Estado español es uno de los que peor está respondiendo a esta crisis. Por
ello es exigible que se comprometa con cuotas, garantice la financiación y defina
acciones concretas que hagan que pueda ser considerado un socio verdaderamente
fiable y comprometido con un problema de índole global.
Si
bien los datos son demoledores, no debemos olvidar que cada uno de los
refugiados que quiere venir a la Unión Europea es una persona que tiene cara y
ojos; que padece sufrimiento, dolor y desesperación. Este Gobierno en funciones
debe responder a un drama como este de manera ejemplarizante.
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