Dos
embarcaciones sin rumbo
Hoy tengo una
sensación extraña. Esta mañana he participado junto a otros portavoces de
diferentes Grupos Parlamentarios en una reunión de trabajo con el Ministro de
Exteriores español, José Manuel García-Margallo, y su equipo colaborador. Y digo
extraña sensación, porque lo normal hubiera sido que este encuentro se hubiese
celebrado o bien en el Congreso o bien en el Senado.
El objetivo
de la cita ha sido dar cuenta de la reunión informal que tendrán mañana los Jefes
de Estado y de Gobierno en Bratislava. Cierto es que la Comisión Mixta para la
Unión Europea todavía está por constituirse, pero no es menos cierto que una
reunión de este calibre merecería haberse hecho en Cortes Generales.
El Ministro
ha comenzado la reunión trasladando su preocupación por la situación actual de
su Gobierno en funciones y las consecuencias que dicha situación tiene para el
Estado español, sobre todo desde el punto de vista internacional. Lo que no ha
dicho es porqué se produce esa situación y porqué el Partido Popular es incapaz
de hallar interlocutores para superar la tesitura en la que se encuentra
actualmente. Después de cuatro años aciagos en la relación con el resto de
Grupos Parlamentarios, después de verse en una situación política complicada
debido a la corrupción, es incapaz de encontrar cómo dar solución a los problemas
de la ciudadanía.
Esta
interinidad en el Ejecutivo también tiene consecuencias dramáticas en el ámbito
internacional; y como muestra un botón: la semana pasada tuvo lugar en Atenas
el encuentro de los siete Estados
mediterráneos de la Unión Europea, EUMed, a la que acudieron los
primeros Ministros de Francia, Italia, Portugal, Grecia, Malta, Chipre… Pero
faltaba el presidente español. ¿Por qué? ¿Alguien ha escuchado algún
razonamiento lógico a la pérdida de presencia internacional del Gobierno
español?
En la reunión
de esta mañana he querido trasladar dos mensajes:
El primero es
que no ha sido el denominado ‘Brexit’ quien ha debilitado la posición europea;
este debilitamiento era previo. Los líderes europeos se han pasado los últimos
años degradando a las instituciones europeas en aras a buscar lo que creían que
serían unos mejores resultados electorales en cada uno de los ámbitos territoriales
en los que se presentaban. Consecuencia de todo ello ha sido el desapego de la
ciudadanía con respecto a las instituciones comunitarias que no se encuentran
sólidamente defendidas en la política del siglo XXI. Ayer mismo expresaba el
presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, que Europa tiene que trabajar
más y hablar menos. Sí. Correcto. Pero lo tienen que hacer desde la ciudadanía
y con la ciudadanía.
En segundo
lugar, y relacionado con lo anterior, hay que recalcar de nuevo el ridículo que
la UE ha hecho con el tema de los refugiados. Y todavía se persiste en ese
error: confiar la estrategia de migración a Turquía, un país que no reúne las
condiciones necesarias y suficientes que exige la propia Unión Europea para ser
miembro del Club. Dicho de otra manera, ¿la Unión Europea confía su política de
inmigración a un Estado que no reúne los requisitos para ser miembro de la Unión?
Nos
encontramos en el comienzo de una nueva etapa para la UE; esta vez sin el Reino
Unido. Y, en este sentido, también tendremos que ver qué pasa con Gibraltar. Una
cosa está clara; que el Club de la Unión Europea va a necesitar de una gran
generosidad por parte de todos los actores que la componen.
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