Las
dos caras de la corrupción
Ayer por la
mañana, Rita Barberá se bajó del tren al llegar a la estación de Cuenca. Lo
hizo por un auto. Pero, no fue porque hubiera tenido un accidente de tráfico o porque
hubiera elegido llegar hasta Madrid por carretera, no. El auto al que me
refiero fue el emitido por el Tribunal Supremo en el que anunciaba la apertura de
una investigación por actividades llevadas a cabo por Barberá cuando era
alcaldesa de Valencia. Nada más conocer la noticia, se bajó del tren y se volvió
para su casa, huyendo de los y las periodistas que la esperaban en el Senado.
Como presuntamente
hicieron muchos concejales y asesores del Partido Popular, Barberá debió
realizar una donación de 1.000 euros al partido, tras lo cual este devolvía (siempre,
presuntamente) a cada generoso donante dos billetes de 500 euros. El juez de instrucción
ha considerado que existen motivos para investigarla, por si hubiera algo más
grave.
Bien es
verdad que lo que ha hecho el Tribunal Supremo es únicamente abrir una
investigación. Hasta el momento, no existe imputación alguna y es de justicia
reconocer que Rita Barberá dispone de su derecho para la defensa. Una vez dicho
esto, sin embargo, debemos tomar en consideración dos circunstancias:
La primera,
que el Partido Popular se encuentra aislado en los últimos meses. Salvo el
acercamiento por conveniencia de Ciudadanos, en los últimos años ha estado muy
solo, sobre todo por la mala relación que ha mantenido con el resto de
partidos, con los que ni siquiera ha buscado el diálogo. Esto ha tenido como
consecuencia que se encuentre en una situación muy difícil tras las elecciones.
La segunda,
que tienen un grave problema con la corrupción. No pasa un solo día sin que al
PP le surja un caso grave. Ayer le tocó a Rita Barberá; la semana pasada
tuvieron que lidiar con el exministro Soria; y mañana… ¡quién sabe!
En los últimos
meses se ha aprobado alguna que otra ley contra la corrupción a iniciativa del
PP; es verdad. No es algo que esté de sobra, pero no es suficiente. Se trata de
un tema de actitud, y el Partido Popular no tiene credibilidad. La gente no
tiene ninguna confianza con la labor que vaya a desempeñar el PP en la lucha
contra la corrupción. Y, en estos momentos, un partido que quiere gobernar y
que no tenga credibilidad, además de que se encuentra solo, tiene un problema.
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