jueves, 5 de mayo de 2016





Encantados de conocernos


En los estertores de la XI legislatura hemos escuchado a Mariano Rajoy decir que, “por fortuna”, estos cuatro meses de impasse sin gobierno en el Estado han servido para “conocer” a los protagonistas de la Nueva Política. No sé si con esa expresión, “por fortuna”, se refería a que considera beneficioso para sus intereses que se conozcan las maneras de actuar de los partidos llamados emergentes, tan sugerentes en la retórica pero con los mismos tics en la práctica como los que insisten en denunciar. O, a lo mejor, ese “por fortuna” se limita a que consideraría que al menos algo se ha podido sacar en claro de esta ínfima legislatura que agoniza.

Supongo que el presidente del Gobierno en funciones se refería a la primera de las opciones aunque, por si lo hiciera a la segunda, me permitiré recordarle otras cuestiones para las que también han servido estos cuatro meses. Y es que desde el 20-D hasta hoy también hemos “conocido” la investigación por corrupción al diputado Gómez de la Serna y al embajador en la India, Gustavo de Arístegui; la detención de responsables de la empresa Acuamed, apuntando la responsabilidad directa de altos cargos del Ministerio de Agricultura; la imputación judicial al PP por destruir los ordenadores de su extesorero; la detención de 24 personas por corrupción del PP valenciano en la operación Taula y con Rita Barberá implicada; el registro de la sede del PP de Madrid en el marco de la operación Púnica y la dimisión de Esperanza Aguirre; la renuncia del ministro Soria por su relación con sociedades offshore en Panamá y en la isla de Jersey; la detención del alcalde de Granada por otra trama corrupta; o la multa a Aznar por utilizar una sociedad para pagar menos impuestos.

Y hemos conocido todo esto “por fortuna”. En concreto, “por la fortuna” que han ido amasando algunos cargos aprovechándose de su posición, contactos e influencias. Todos ellos del Partido Popular, circunstancia que probablemente hará que Mariano Rajoy no se sienta en modo alguno afortunado, al menos en lo que se refiere a la acepción “feliz” de la palabra.

Dejando a un lado los recurrentes argumentos acerca de la corrupción, también otras acciones de estos cuatro meses pueden resultar útiles para que los ciudadanos se formen una opinión con respecto a quiénes serán sus representantes en las instituciones. En la escasa actividad que llevamos a cabo en la ya extinta XI legislatura, también conocimos el trabajo de los protagonistas de la Nueva Política y de los de la tradicional. Me voy a centrar en las llevadas a cabo en el Senado.

En primer lugar, cabe mencionar la actitud del PP, grupo con mayoría absoluta en la Cámara Alta que ha tenido a bien aprovecharla para realizar acciones de pura propaganda electoral: mociones por la conciliación laboral y familiar o para adoptar medidas sociales sin concreción alguna ya que su intención no ha sido resolver esos importantes problemas sino tratar de lavar su imagen; mismo propósito que perseguía la moción para solicitar que se limiten los aforamientos; y, cómo no, dos iniciativas en favor de la unidad de España. Del desempleo, la economía o la corrupción, los tres problemas que más preocupan a la sociedad, nada de nada. Han estado en precampaña y han antepuesto divulgar temas favorables a su estrategia a acometer temas que favorecieran a la ciudadanía.

Siguiendo con otras iniciativas llevadas a nuestro eslogan en la última campaña: Euskadi es lo que importa. Lo digo porque hemos demostrado una vez más que somos quienes mejor defendemos los intereses de Euskadi en Cortes Generales. O tal vez debería de decir los únicos. Solo eso explicaría que haya partidos (con representantes vascos, no lo olvidemos) que presenten iniciativas que planteen socavar competencias de la Comunidad Autónoma Vasca y que solo nosotros les plantemos cara.

Eso ha hecho el PSOE planteando una cartera básica de servicios en común para un acceso universal al sistema de salud que interfiere en competencias de Euskadi, o tratando de aplicar en el ámbito estatal una iniciativa dirigida a derogar la Lomce. Por supuesto que estamos de acuerdo en derogar una ley que, entre otros males, tiene el defecto de inmiscuirse en las competencias autonómicas de Educación. Lo que no admitimos es que la solución también pretenda hacerlo. Lo mismo ha hecho Ciudadanos, tratando de aplicar a nivel estatal un protocolo para el acoso escolar que ya existe en Euskadi, porque para eso tenemos la competencia. Igualmente lo han intentado PP y Podemos con medidas para fomentar la competitividad de las empresas, con afecciones a la Formación Profesional, Políticas Activas de Empleo o de Tributación, entre otras atribuciones que corresponden a Euskadi.

Además de ser los responsables de que tengamos que repetir las elecciones por su incapacidad no ya para llegar a acuerdos sino para tratar siquiera de buscarlos, estos cuatro partidos han vuelto a dejar claro que las competencias de las Comunidades Autónomas o los intereses de Euskadi no son en absoluto significativos para ellos. Los ignoran. Y no sé si lo hacen por desconocimiento, por falta de interés o simple y llanamente porque los desdeñan voluntariamente.

Pero nuestro trabajo no se ha limitado a poner un muro de contención a los intentos de arañar el autogobierno vasco: también hemos propuesto iniciativas que de verdad sirvan para el desarrollo de nuestra sociedad, en particular de Euskadi, como requerir al Gobierno español que reduzca el precio de la energía a la industria para tratar de evitar cierres de empresas como ArcelorMittal o que dote del presupuesto necesario para completar en plazo las obras del Tren de Alta Velocidad que nos debe conectar con todo el Eje Atlántico de Europa.

En estos cuatro meses hemos conocido cómo actúan unos, sean viejos o nuevos, y cómo actuamos otros: con seriedad, honradez, sin dejarnos llevar por ocurrencias que buscan el titular de la jornada y, sobre todo, anteponiendo el interés de la ciudadanía vasca. Euskadi lehenik. Se nos “conoce” desde hace tiempo. Nuestra experiencia no es de solo 120 días, sino que está avalada por 120 años de trabajo. Por fortuna.