viernes, 24 de febrero de 2017

Y nosotras, solas
La soledad es un lugar desierto. Este es el sentimiento que me embarga tras hablar con dos víctimas directas del terrorismo de ETA. No han llegado a conocer lo que ocurrió. No pueden entender por qué ocurrió. Tras aquel atentado que les resulta imposible olvidar, se sienten solas.
No es la primera vez que hablo con ellas. Escuchas, respondes, entiendes sus silencios, compartes sus sentimientos... pero hay un momento en que la conversación acaba y ellas vuelven a sentir el lugar desierto que les habita después de que la sinrazón atentara contra la vida de sus seres más queridos.
Recuerdan aquel momento como un flash, un fogonazo imborrable: “Mi cuñada me llamó para decirme si había oído que había habido un atentado donde trabajaba mi marido. No sabía nada más, así que llamé a la empresa y me confirmaron que era uno de los afectados y que se lo habían llevado al hospital; llamé, pero solo me dijeron que fuera allí. Me llevó mi padre; al llegar, el director nos dijo que tenía malas noticias: que había muerto. Así de frío fue”.
Ella al teléfono sola. Temiendo lo peor. Llamando, escuchando, preguntando. Siento el frío, siento su soledad en aquel momento fatídico en el que cambió su vida. Siento también su desolación y la de su padre en un trayecto interminable que hoy continúa, sin duda.
Los familiares tratan de ayudar, improvisan recomendaciones ante una situación incomprensible: “Yo estaba trabajando y mi padre oyó la noticia; llamó a mi lugar de trabajo para decir que había pasado algo y que no me dejaran entrar en internet ni nada; vino a buscarme pero no tenía información, porque la Ertzaintza no podía dársela. Me llevó a Donostia sin encender la radio, pero mi hermano me llamaba una y otra vez diciendo que era él. No sabíamos nada más”. Afortunadamente, esta vez el desenlace no fue fatal.
Las muestras de apoyo fueron numerosas entonces, pero la solidaridad, el acompañamiento, duraron poco; en su recuerdo, solo el tiempo que transcurrió hasta el siguiente atentado: “Nos llamaron de muchos sitios, de televisiones, vinieron a casa, nos explicaron lo que teníamos que hacer: el funeral a esta hora, dónde se sentaría cada uno, vendrán este y aquél… Al finalizar, nos llamaban pocas personas, para el resto estábamos como olvidadas”.
La vida sigue. La vida familiar ha sufrido un cambiado radical; tratan de saber y comprender algo que es muy difícil de explicar: “Nuestra hija tenía 10 meses. Nunca ha preguntado directamente qué le pasó a su padre, qué sentí… Pero lo ha oído desde pequeña y se ha enterado de todo”. Ahora tiene 16 años y tal vez es tiempo de hablar, pero no he querido insuflarle odio. No he querido que tuviera problemas con la gente. Es muy difícil de explicar”.
Solo ellas pueden comprender la profundidad de los sentimientos que relatan y que recrudecen su sufrimiento: “Un día, en Villabona, en Gipuzkoa, al ver fotos de presos en la calle, mi hijo me dijo:sácame una foto y pongámosla también’. Pensé de todo, pero ¿cómo se lo explicas sin generar odio? No supe cómo hacerlo. El mayor me contó que un compañero le dijo que si es verdad que a su padre casi le mata una bomba de ETA, y que como su tío es de ETA algún día conseguiría matarle. Vino completamente bloqueado. Hace meses, un profesor les estuvo hablando de ETA y el niño se levantó y dijo, ‘a mi padre, ETA le puso una bomba’, debió de empezar a llorar… No sé hasta qué punto lo entiende”.
El dolor y el sentimiento de incomprensión y soledad es absoluto: “Lo hemos tenido que hacer todo nosotros, no hemos tenido ningún tipo de ayuda. Ni nos informaron de que murió, nos enteramos por nuestros medios. Nos dicen que es imposible, pero es que nadie vino a decírnoslo. Los papeles de viudedad los hice yo. Me di cuenta que estaba fuera de todos los grupos. No tenía que ver con ninguno. Todos tenían su ayuda: unos, la de su partido; la Ertzaintza, del Gobierno Vasco… Y nosotras, solas. ¿Quién nos va a ayudar?”
Más incomprensión, más desolación, más sentimiento de soledad: “Al principio nos trataron mal; ¡Que nunca habían tenido un caso así! Una cosa es lo que te dicen y otra lo que te dan de verdad. Como no fui por un grupo, o por un sindicato, no conseguí nada. Todavía sentimos esa soledad. A nosotros no nos han dado la consideración de víctimas; nos consideran ‘no víctimas’. En nuestro caso, como no murió, nadie vino a casa. No murió, pero las secuelas son ‘infinitas’. Nadie nos llamó, no hay ayudas, no hay nada. Nada”.
La mirada al futuro tampoco es reconfortante, el recorrido es y será largo, muy especialmente para quienes no quieren reconocer la evidencia: “Unos salen de la cárcel por enfermedad y les hacen homenajes, como si hubieran hecho algo; ponen una pancarta en el balcón a favor de los presos y no pasa nada. Si yo pusiera una en favor de las víctimas de ETA me comerían. No podemos expresar lo que sentimos”.
Escucharles te hace reflexionar, mi deseo y esperanza al transcribir sus palabras es que nos sirvan a todos, muy especialmente a quienes mantuvieron, y en ocasiones mantienen, una distancia insensible con el sufrimiento de estas víctimas: “Hablan de democracia, de libertad de opinión, pero eso no es así. Ellos pueden hablar en alto y el resto no; en el trabajo, unos hablan y otras callamos para tener la fiesta en paz, porque si no nos hablaríamos más. Eso existe y existirá. Llevamos años viviendo con eso y lo vas tragando. Yo les respeto, pero ellos a mí, no”.
Estas palabras reproducen sus propias palabras. Son voces que gritan en silencio, reclaman reconocimiento, respeto y solidaridad. Trasladan el pesar y la melancolía sin límite ni fin que sienten quienes un día sufrieron la muerte de un ser querido y a partir de entonces viven con esa ausencia. La narración de estas palabras tiene por objeto mostrarles solidaridad, adhesión a su causa. Están escritas con el deseo de convertir la ausencia en presencia, habitar el lugar de la soledad con nuestra solidaridad.
 
Artículo publicado el pasado miércoles en Vozpopuli.
http://www.vozpopuli.com/senado-eus/solas_7_1001669829.html

viernes, 17 de febrero de 2017

Saltarse la ley a la torera
Un fin de semana, dos encuentros importantes: un congreso nacional y una asamblea ciudadana; Partido Popular y Podemos. A finales del pasado año, Pablo Iglesias argumentó las ventajas de celebrar ambos encuentros al mismo tiempo: “La gente podrá comparar simultáneamente los dos proyectos antagónicos del país.” Finalizados los cónclaves de Vistalegre y la Caja Mágica, pienso que Podemos ha resultado claro perdedor del envite.
Hace solo tres años, el mismo escenario de Vistalegre nos dejó la foto de los “cinco fundadores” de Podemos. Hoy nos sorprende la velocidad con la que el color de aquella fotografía se ha tornado en una imagen antigua de tono sepia.
El primero en caer fue Juan Carlos Monedero, incapaz de hacer entender a la gente que los 425.150 euros que cobró de diversos gobiernos latinoamericanos entraban dentro de la normalidad y del proceder rutinario de un profesor universitario. El segundo fue Luis Alegre, quien pasaba de participar en la fundación del “partido de Iglesias” en 2014 a escribir un artículo afirmando lo siguiente: “El actual equipo de Pablo Iglesias (que no conserva ya ni a una sola de las personas que le hemos acompañado desde el principio) entró en Podemos con un objetivo que solo podía conducir a la destrucción del proyecto”. Ahí es nada, de la construcción a la destrucción en poco más de dos años. La tercera persona en caer ha sido Carolina Bescansa, quien anunció hace unos días, junto al secretario de economía Nacho Álvarez, su decisión de no participar en la ejecutiva, cansada de debates personalistas y estériles.
Así pues, a Vistalegre II han llegado solo dos y, si algo ha dejado claro la asamblea, es que quedará solo uno. Así pues, el movimiento social abierto, democrático y asambleario, dispuesto a “asaltar el cielo”, ha demostrado una capacidad inusitada para el enredo, la disonancia y la disputa interna. No conozco ningún otro partido que haya dedicado tanto tiempo, esfuerzo y atención a arreglar sus cuitas internas olvidando los problemas de la gente.
Volviendo al duelo del fin de semana, es llamativo que unos hayan dirimido sus diferencias en la arena del coso de Vistalegre, mientras los otros hayan querido subrayar su unidad en la Caja Mágica, nombre con el que también se conoce al truco ilusionista que consiste en valerse de los compartimentos que esconde la misma para engañar al espectador. De hecho, es probable que tanto Podemos como PP estén igual de divididos, pero la imagen que han trasladado los populares ha sido la de un partido disciplinado y capaz de mantener el orden. También es cierto que siempre es más fácil lograrlo cuando se ocupa el poder que cuando se pena en la oposición.
Tengo que reconocer que la disciplina del Partido Popular es férrea y funciona, incluso para decir hoy A y mañana B, cuando hace unos años decía C. Veamos. Este fin de semana ha aprobado un texto por el que se compromete a defender el Concierto Económico; cuando no hace mucho tiempo fue el único partido político del Senado en posicionarse contra el blindaje del mismo. De hecho, Alfonso Alonso, junto a Rosa Díez, también dio su ‘no’ al blindaje del Concierto vasco en el Congreso de los Diputados. ¡Qué traicionera es la hemeroteca! No nos engañemos, la única verdad es que al PP nunca le ha gustado la diversidad o la diferencia, y menos la pluralidad.
Tal y como aclara uno de los impulsores y defensores del Concierto Económico vasco, Pedro Luis Uriarte, la eliminación del instrumento jurídico que regula las relaciones tributarias entre la Administración General del Estado y la Comunidad Autónoma Vasca por vía legal es casi imposible. En primer lugar, necesitaría de una profunda modificación de la Constitución española, además de una reforma del actual Estatuto de Autonomía de Gernika. Algo inimaginable; o, para ser más preciso, de consecuencias inimaginables.
En definitiva, lo que el PP ha aprobado este fin de semana es defender la ley; pero si un partido de gobierno necesita reafirmarse en eso, quizá sea porque crea que no defiende la ley suficientemente. Quizá lo que tendría que haber aprobado era la defensa y el cumplimiento íntegro del Estatuto de Autonomía del País Vasco. De hecho, cuando Rajoy ha planteado a Cataluña que no se puede saltar “la ley a la torera”, estaba faltando a la verdad, ya que él y su Gobierno se saltan la ley como los toros la barrera: en cuanto pueden. El incumplimiento reiterado del bloque de constitucionalidad y, más en concreto, del Estatuto vasco, es el más claro ejemplo.
Así pues, el PP no ha sorprendido este fin de semana: más de lo mismo; quizá en eso consideren que consiste la clave de su éxito. Quien sí ha sorprendido, sin embargo, ha sido Podemos, aunque no durante el fin de semana, sino de forma previa mostrando su incapacidad de sobreponerse a una situación interna complicada. Mientras Errejón hablaba de democratizar la organización, Iglesias acusaba a compañeros suyos de “tirar la piedra y esconder la mano”.
Tal y como me comentaba una persona que ha trabajado en el mundo de la formación morada: “creo que las posibilidades potenciales de un cambio político que surgiera tras el 15M y todas sus derivas (mareas, movimientos municipalistas,…) han sido definitivamente neutralizadas por mucho tiempo, gracias al ‘orden’ establecido y a todos sus interesados aliados y, claro está, gracias al desorden del propio Podemos, incapaz de aglutinar aquella apabullante esperanza”. En definitiva, el poder vuelve a “corromper”.
En las elecciones del 20 de diciembre de 2015, Podemos quedó a una pequeña distancia del PSOE: en torno a los 300.000 votos, pero el 26 de junio de 2016 esta distancia no se redujo sino que aumentó ligeramente, y en su apuesta del todo o nada acabaron por reforzar a Mariano Rajoy. Ahora, han querido medirse con el PP organizando su acto político al mismo tiempo y no les han hecho ni sombra, además de haber dilapidado una gran oportunidad desde el punto de vista comunicativo.
Mientras el CIS nos dice que el 58% de la ciudadanía española califica la situación económica general de España como mala o muy mala, y mientras para el 73,3% el paro es el principal problema que existe actualmente, el Partido Popular puede respirar tranquilo. Podemos no solo hace parecer centrado al PP, sino que también envía un mensaje de tranquilidad al PSOE, trasladándole que no será capaz de aprovechar el débil momento que atraviesa por su complicado proceso interno.
En definitiva, mientras Podemos intrigaba en Vistalegre, Mariano Rajoy disfrutaba en su Caja Mágica, en un fin de semana político para olvidar.
Artículo publicado el pasado miércoles en Vozpopuli.
 

viernes, 10 de febrero de 2017

Una auténtica reforma constitucional
La reforma constitucional ha reaparecido con más fuerza en escena una vez que el Partido Popular ha perdido la mayoría absoluta. Obligado por las circunstancias, el PP ha cambiado de discurso: desde el ‘no, en ningún caso’ se deslizó primero al ‘según para qué’, y trata ahora de pactar con el PSOE unas bases que posibiliten aprobar una reforma que no le suponga muchos dolores de cabeza.
La mirada atenta al día a día de las Cortes Generales nos está permitiendo observar una serie de movimientos que hacen pensar que los acuerdos entre PP y PSOE son de mayor profundidad de lo que aparentan. Es probable que en los próximos meses, poco a poco, se vayan materializando nuevos acuerdos que refuercen la estrategia que comparten para reflotar el bipartidismo que su pugna permanente había terminado por hundir. Los dos “grandes partidos” que habían monopolizado el Gobierno durante la democracia vieron reducido su peso de los 296 escaños de la legislatura de la mayoría absoluta a los “solo” 217 de la actual. La conclusión que han compartido es evidente: “O nos aliamos o nuestro futuro es incierto.”
Lo cierto es que, en mi opinión, ni PP ni PSOE quieren alejarse demasiado del informe sobre modificaciones de la Constitución española realizado por el Consejo de Estado en febrero de 2006. Este plantea la cuestión de la supresión de la preferencia del varón en la sucesión al trono, la recepción en la Constitución del proceso de construcción europea, la inclusión de la denominación de las Comunidades Autónomas y la tan “cacareada” reforma del Senado.
Resulta evidente que lo que esta reforma pretende es, en realidad, mantener sus elementos sutanciales, la base de las decisiones que fueron adoptadas en 1978, eludiendo abordar una auténtica reconsideración de la misma a la luz de la nueva realidad y, muy especialmente, de la quiebra del modelo territorial del Estado que es pertinente abordar. Lejos de esta necesaria reconsideración, el PP y el PSOE se aferran a la literalidad del Artículo 2 y mantienen en todos sus términos su redacción: “La Constitución se fundamenta en la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de todos los españoles.” Por si esto fuera poco, realizan auténticos equilibrios para tratar de esquivar el concepto de nacionalidad recogido por la propia Carta Magna y, en lugar de abogar por explorar las potencialidades que su desarrollo ofrece, si por el PP fuera, procederían a su eliminación inmediata.
En definitiva, lo que ni uno ni otro partido hacen es responder a la cuestión de fondo que, de distinta forma, se está planteando tanto desde Euskadi como desde Cataluña. Ambas Comunidades encuentran su reconocimiento como nacionalidad en la Constitución; esto es, su reconocimiento como nación. Ambas Comunidades plantean la consecuente asunción de la realidad plurinacional del Estado, pero se encuentran con un muro que impide cualquier tipo de avance en este reconocimiento. Superar ese muro de incomprensión, accediendo a abordar la cuestión territorial de fondo y avanzando en una auténtica reforma constitucional, permitiría dar cauce de solución a un problema político que demanda una salida de la misma naturaleza.
Resulta pertinente recordar la conveniencia de abordar una reforma auténtica, que ofrezca soluciones a los problemas reales. En este sentido, planteamos una reforma constitucional que aborde el tema de la pluralidad de las realidades nacionales que conforman el Estado; que permita dotar a las mismas, por una parte, de una mayor capacidad política de autogobierno y, por otra, de un cauce que les permita decidir su relación con el Estado.
Ante la evidente necesidad de esta reforma auténtica, nos hemos topado siempre con la inflexibilidad de los otrora “grandes partidos”. Eso sí, cuando lo han necesitado no han dudado en proceder a su reforma. En el año 1992 se añadieron dos palabras como consecuencia de la firma del Tratado de la Unión Europea; y, en 2011, se introdujo el llamado equilibrio presupuestario en el artículo 135, a través de un procedimiento exprés. Un episodio lamentable de reforma impuesta por la puerta de atrás, sin luz ni taquígrafos, tras un acuerdo entre PP y PSOE en pleno mes de agosto.
Haríamos bien en analizar la realidad de otros países europeos de características similares, al menos en cuanto al aspecto de la organización territorial. Así, he conocido en profundidad el caso de Alemania, país en el que desde la aprobación de la Ley Fundamental de Bonn se han realizado un total de 52 reformas. Alguna diferencia hay.
Esta semana se ha iniciado el juicio contra Artur Mas, Joana Ortega e Irene Rigau. Un paso más en la judicialización de la política que evidencia que el Presidente del Gobierno español mantiene cerrada la puerta a cualquier tipo de solución política, alimentando la distancia y enconando el problema. Plantea una invitación a “reformar la Constitución” como salida política, cuando en realidad está marcando la dirección hacia un callejón sin salida. Rajoy juega con las cartas marcadas a sabiendas de que quienes propugnamos un nuevo modelo de reconocimiento y relación vamos a ser siempre minoritarios en el conjunto del Estado.
En los Estados constitucionales el debate que se genera entre gobierno y oposición es lógico y normal, son partidos que intentan gobernar. Ahora bien, cuando los partidos representan a naciones, como puede ser el caso del PNV en Euskadi y del PDeCat en Cataluña, estos nunca tendrán la capacidad de ser mayoritarias fuera de sus ámbitos de influencia. En estos casos de Estados heterogéneos, la ciencia política aboga por defender, desde el punto de vista de la organización territorial, que las nacionalidades o naciones deben sustraerse a la capacidad de decisión del Parlamento del Estado para poder decidir en su ámbito territorial todas aquellas cuestiones referidas al ámbito nacional.
Esto es, si la mayoría política actúa contra la voluntad de la minoría que nunca va a poder cambiar las reglas del juego, impedirá que se atienda una realidad existente desde el reconocimiento constitucional. Por eso, es necesario que esa mayoría singular en su ámbito territorial y esa realidad, esa voluntad, se pueda sustanciar jurídicamente. Esa es, en realidad, la principal conclusión que podemos extraer de la sentencia 42/2014 del Tribunal Constitucional referida a la Resolución del Parlamento de Cataluña por la que se aprueba la Declaración de soberanía y del derecho a decidir del pueblo de Cataluña: el diálogo y la lealtad entre los diferentes niveles de los poderes públicos para dar salida a realidades diferentes. Esta es la conclusión que debería alumbrar una auténtica reforma constitucional en el Estado.
Artículo publicado el pasado miércoles en Vozpopuli.
http://www.vozpopuli.com/senado-eus/autentica-reforma-constitucional_7_997470244.html

viernes, 3 de febrero de 2017

Se mueren
La acerada realidad que nos muestran los miles de inmigrantes y refugiados que llegan a Europa tras sortear la muerte en el Mediterráneo es una pesada losa. Permanece sobre nuestras conciencias a modo de responsabilidad y golpea de forma permanente nuestro sentir más íntimo. Son imágenes que entran en nuestras abotargadas mentes reivindicando una respuesta ante esta dramática situación.
Es posible que haya mucha gente que muestre indiferencia, pero la responsabilidad de quienes asumimos la representación de la sociedad consiste en buscar y ofrecer respuestas, en los momentos fáciles y en los no tan fáciles. En este caso nuestra responsabilidad nos obliga a buscar soluciones ante una situación muy dura para tantas y tantas personas, muy especialmente para los niños, los más desamparados, que necesitan una especial protección.
La pérdida continua de vidas humanas muestra lo dramático de la situación que se está produciendo en el Mediterráneo. La respuesta, tan apresurada como poco meditada, por parte de la Unión Europea, fue la firma de un Acuerdo con Turquía que no ha logrado más que desviar la responsabilidad ante la llegada de refugiados y que no está teniendo en cuenta el impacto de esta decisión sobre los derechos humanos. El compromiso, a cambio de 3.000 millones de euros, se centraba en que los solicitantes de asilo e inmigrantes que pasaran de Turquía a Grecia y, cuyas solicitudes hubieran sido declaradas inadmisibles, serían devueltos a Turquía. Este país se comprometía, además, a tomar medidas para evitar que se pudieran abrir nuevas rutas marítimas o terrestres de migración irregular.
La protección de los refugiados y la salvaguarda de vidas humanas debiera de haber sido el principio esencial de nuestra política común europea, pero lo cierto es que la seguridad ha sido el eje exclusivo sobre el que se han desarrollado durante estos dos años todas y cada una de las medidas que los Gobiernos europeos han acordado. Una política que, en realidad, solo se diferencia en los matices de la que tanto criticamos al otro lado del Atlántico.
La propia Defensora del Pueblo Europeo, Emily O'Reilly, pedía recientemente a la Comisión Europea que llevara a cabo una evaluación más exhaustiva del impacto sobre los derechos humanos del Acuerdo, cerrado en marzo de 2016. La Defensora del Pueblo considera, como muchos de nosotros, que los riesgos en esta materia son numerosos y preocupantes, y que las instituciones de la UE no pueden eludir su responsabilidad. De la misma forma, el Parlamento Europeo hacía una llamada de atención sobre la situación de los derechos humanos en Turquía y demandaba, el pasado noviembre, la suspensión temporal de las negociaciones para su adhesión a la Unión.
Es evidente que Turquía no está demostrando el nivel de exigencia obligado en materia de derechos humanos y libertades fundamentales. Es un país en estado de excepción que se aleja a pasos agigantados de los valores democráticos que sostienen la Unión Europea. Resulta difícil pensar que un acuerdo con un socio tan cuestionado pueda ser el fundamento sobre el que vayamos a conseguir gestionar mejor los flujos migratorios y, sobre todo, proteger a los inmigrantes y mejorar sus condiciones de vida. La Unión Europea necesita aprobar con urgencia una política común de migración y asilo. El conjunto de la Unión es responsable, y cada Estado miembro, España incluida, también lo es.
Entiendo que pueda haber personas que no compartan estas reflexiones. Ahora bien, me consta que muchas otras, la mayoría, se avergüenzan de esta situación, declaran su impotencia, comparten la necesidad de actuar y expresan, incluso, su disposición a ayudar directamente. Así es; hay muchos ciudadanos europeos dispuestos a realizar una aportación, personas dispuestas a abrir sus casas, pero los Gobiernos, que cuentan con gran cantidad de recursos, tanto humanos como materiales, no encuentran la manera de responder a esta demanda social.
Se trata de algo tan sencillo como entender que la única manera de no tener personas refugiadas nos exige reconocer la dignidad de todos los seres humanos. En esta línea quiero subrayar una iniciativa loable adoptada por el Lehendakari Iñigo Urkullu, quien se ha trasladado a Italia para poder conocer, de primera mano, la experiencia de los corredores humanitarios puestos en marcha por la comunidad de Sant'Egidio. Esta comunidad ha conseguido cerrar un acuerdo con el Gobierno italiano para poner en marcha estos corredores que permiten acoger a cientos de personas refugiadas de una manera segura. A través de esta fórmula, esta pequeña comunidad religiosa está consiguiendo resultados que, por paradójico que parezca, los grandes Estados europeos no han tenido capacidad de poner en marcha.
Otro ejemplo reseñable en esta misma línea se ha producido en mi propio pueblo, en Tolosa (Gipuzkoa). Esta última semana he tenido la oportunidad de conocer y sentir de cerca el sentido de la solidaridad práctica de todo un pueblo. Un grupo de personas ha unido sus fuerzas y, en unas pocas horas, ha demostrado capacidad para recoger suficiente ropa como para llenar tres camiones. Ahora van a necesitar cinco días para llegar a Belgrado, donde han organizado ya la infraestructura necesaria como para repartir la ropa recogida. En esas mismas pocas horas, han recibido también 15.000 euros en donaciones particulares. Este grupo de personas -Josu, Pablo, Nagore o Kike- representan los valores más profundos de una sociedad solidaria. Han sido capaces de reconducir la impotencia que siente la ciudadanía, transformarla en positivo y ponerla al servicio de la ayuda a quien más lo necesita. Son un auténtico ejemplo.
La semana pasada participé en la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa. Concluyo este artículo con las palabras de una parlamentaria griega, que afirmó que, si Picasso viviera hoy, el “Guernica” sería la representación del drama de los refugiados. Esta declaración que comparto es un recordatorio permanente para todos los dirigentes y responsables políticos europeos, es importante que seamos conscientes de que nuestra obligación pública debe asentarse en un compromiso con las personas, con los principios y valores de la dignidad humana. Si algún día no respetamos o no somos coherentes con estos valores, habremos fracasado. Recordemos por lo tanto el “Guernica” y tratemos de paliar el drama cotidiano de tantas y tantas personas que solo buscan refugio y ayuda para mantener una vida digna.
 Artículo publicado el pasado miércoles en Vozpopuli.