viernes, 30 de diciembre de 2016

Israel y el derecho internacional
Dice el escritor israelí Amos Oz, refiriéndose a los políticos tanto de Israel como de Palestina, que estos son líderes que no tienen el coraje necesario para hacer lo que, en el fondo de sus corazones, saben que tienen que hacer: dividir la casa en dos pisos más pequeños, Israel y Palestina, no hay alternativa.
El pasado viernes el consejo de Seguridad de Naciones Unidas, bajo presidencia española, aprobaba una resolución, la 2.334, con el voto a favor de todos sus miembros y con la sola abstención de la representante de Estados Unidos, en la que reclamaba el fin de los asentamientos israelíes en territorio palestino. En concreto, el texto afirma en su primer punto que los asentamientos no tienen validez legal y que constituyen una violación flagrante del derecho internacional y el mayor obstáculo para conseguir una solución de dos estados y una paz justa y duradera.
Hablamos de más de medio millón de israelíes que viven en más de 200 colonias establecidas dentro de Cisjordania y el este de Jerusalén, enclaves situados en Judea y Samaria, territorio palestino. Hoy nadie duda, tanto dentro como fuera de Israel, de que se han convertido en uno de los grandes obstáculos para encontrar una solución justa y efectiva a este conflicto que dura ya mas de siete décadas. Es manifiesto, y así lo reconocen los principales líderes políticos internacionales, que el camino para alcanzar la conciliación no es otro que el de dos Estados, un Estado Israelí y un Estado Palestino independiente y viable.
Si el camino no es el de un estado binacional en el que los palestinos sobrevivan asediados, no debe extrañarnos la iniciativa de Naciones Unidas, exigiendo el freno a la construcción de asentamientos en Cisjordania, ni que sean los principales miembros de la escena internacional, entre ellos España, los que la secunden. Es cierto que se trata de un asunto complejo, con muchos matices y más aristas. Son muchos años de violencia, odio y de injusticia en ambos lados que no pueden repararse en 48 horas. Pero con una toma de posición como la que se produjo en el Consejo de Seguridad el pasado 23 de diciembre creo que podemos empezar a vislumbrar la esperanza de que la comunidad internacional adopte el compromiso de hacer ver a Israel su gran responsabilidad a la hora de encontrar la solución a la estrategia antes definida: dos realidades, dos naciones, dos estados.
A muchos les ha podido sorprender la posición de Estados Unidos en esta resolución, absteniéndose de vetarla y permitiendo que saliera adelante, pero lo cierto es que a poco que se conozca la materia es evidente que el Presidente Obama no ha hecho más que caminar sobre la misma línea en la que ha trabajado durante todo su mandato, en el que ha reiterado, en cada ocasión en la que ha tenido oportunidad, que Israel debía frenar los asentamientos si quería construir un momento de paz; se ha mostrado siempre partidario de la necesidad de una política diferente que aliviara la presión sobre los palestinos.
El hecho de que esta llamada de atención, pues no va mas allá de una declaración a la que no acompañan sanciones, llegue en este momento de transición entre las elecciones y la próxima toma de posesión de su cargo de Donald Trump se ha querido ver desde Israel como un intento de Barack Obama por condicionar la gestión de su sucesor; “la venganza de Obama”, han llegado a calificarla. Pero mas allá de entenderlo como una maniobra antiisraelí, como una consecuencia de las envenenadas relaciones personales entre el presidente norteamericano y el jefe de Gobierno de Israel, deberíamos verlo como el punto de inflexión en la actitud de la comunidad internacional, no sólo de Estados Unidos, que tal vez haya manifestado así su hartazgo ante la continua actitud de soberbia y prepotencia de Benjamin Netanyahu, que se presenta como el emisario de todos los israelíes, de todo el pueblo judío, y que justifica su política insistiendo en el axioma victimista y demagógico de que cualquiera que defina a una nación perseguida que ha regresado a su tierra como ocupante está distorsionado la historia y la verdad.
Esta vez el líder del Likud se ha quedado solo; su actitud ha generado un peligroso deterioro de sus relaciones internacionales y se ha visto superado por la realidad de que sus hasta ahora principales aliados, incluso aquellos con los que se le suponía una relación más estrecha, no van a aceptar sin más sus continuos desafíos. De nada le sirve ya la amenaza de que aquellos que estén en su contra serán derrotados y pagarán un precio económico además de diplomático. Más allá de los titulares fáciles, el acuerdo adoptado en Naciones Unidas no pretende ser hostil sino conciliador y recoge la posición compartida por los principales líderes políticos internacionales de la recuperación del diálogo para aproximarse a la paz desde la formula de los dos Estados. Pero iniciar con esta resolución el primer párrafo de una nueva página de la historia del conflicto de Oriente Medio no parece fácil si no es otro que Donald Trump quien vaya a tomar las próximas decisiones relacionadas con el conflicto. Los primeros movimientos del presidente electo han ido a cargar de razones a Netanyahu; dos líderes, dos caras de una misma moneda, tremendamente irresponsable y tremendamente inconsciente.
Por otro lado, no es sencillo cambiar el curso de los acontecimientos cuando al otro lado de la mesa sólo se encuentra el débil liderazgo de Abbas y la clara evidencia de que ni el ala moderada de Fatah ni el ala más radical de Hamas conciben la idea de un Estado para Israel.
Es imposible encontrar un clima de entendimiento cuando la única actitud posible es la desconfianza y el escepticismo. Además, con todas sus imperfecciones, la democracia israelí no participa en el mismo terreno de juego que una sociedad palestina huérfana de instituciones sólidas y que sufre una ausencia total de estabilidad social y política, y carece del indispensable desarrollo económico. En ese sentido, Palestina también tiene mucho trabajo por hacer, principalmente a la hora de democratizar sus instituciones por una parte, y de favorecer el respeto a los derechos humanos, por otra. Hace más de 10 años que no se celebran elecciones democráticas y hace años que cuesta que una única voz represente a Palestina en el exterior. La responsabilidad de la gestión de Gaza y Cisjordania obedece a un acuerdo entre Fatah y Hamás; no responde a una voluntad ciudadana.
Y a pesar de todo, queda espacio para el optimismo. Pese a las indiscutibles dificultades, puede ser este el momento de relanzar una iniciativa de paz. Pero la solución no llegará por imposiciones de Naciones Unidas, si no existe voluntad entre las partes. Tanto israelíes como palestinos deben mostrar su predisposición para encontrar el camino de la convivencia pacífica y desde la prudencia y el absoluto realismo dar los primeros pasos para lograr, de una vez por todas, un acuerdo histórico que permita la existencia de dos Estados libres e independientes perfectamente acomodados y totalmente reconocidos en su ámbito regional.

Artículo publicado el pasado miércoles en Vozpopuli.

sábado, 24 de diciembre de 2016



No son estadísticas, son personas… y sufren

Ahora que termina el año los medios harán balance de muchos asuntos, las televisiones nos mostrarán reportajes con las fotografías más impactantes del año. Seguro que entre estas secuencias veremos imágenes de los campos de refugiados en Turquía o de las playas de Grecia. Pero qué es lo que nos quedará  en realidad cuando fijemos nuestra vista en las pantallas, veremos al último refugiado que llegó a suelo europeo, como veremos el último anuncio antes de las últimas campanadas o sabremos reconocer y hacer nuestro el dolor que hay detrás de esa imagen, veremos a uno de los más de un millón de hombres, mujeres y niños que cruzaron el pasado año nuestras fronteras o seremos capaces de ver el sufrimiento de sus miradas como el nuestro propio,  de sentir el frío y  la angustia que ellos están soportando.

Inevitablemente anestesiados por una información que en ocasiones nos desborda,  apenas somos testigos de una tragedia que creemos que no va con nosotros; como mucho pensaremos que esa entelequia que llamamos comunidad internacional o esa Unión Europea en la que ni siquiera confiamos harán algo para solucionarlo; lo ajustaremos a nuestra sensibilidad de espectador “reality show” y pasaremos al siguiente programa. Aquella desgarradora imagen de un pequeño sirio que yacía sin vida en una playa de Turquía la recordamos todos; nos abrió los ojos, es cierto, pero tengo muchas dudas de que rompiera nuestra indiferencia.

No nos hemos parado a pensar que no nos separa de ellos nada más que la distancia geográfica, que en realidad no somos testigos de la tragedia sino también protagonistas, porque no es algo ajeno a nosotros. Somos los dos lados de un mismo mar y de un mismo sufrimiento, también somos uno de ellos; un padre más que busca el mejor futuro para su hijo, un hijo más que sólo quiere la protección de un padre, un nieto que sólo quiere reconfortarse con el afecto de sus abuelos.

Sin necesidad de recorrer un solo kilómetro, también aquí, en nuestro país, hemos vivido en nuestras familias la necesidad de abandonarlo todo para buscar una vida mejor, huyendo de la misma manera que otros lo hacen hoy, de una guerra. Quién no puede contar todavía con emoción la historia de alguien muy cercano, que tan solo unas cuantas décadas atrás, empujado por la destrucción y por el hambre, tuvo que dejar atrás el único mundo que conocía y emprender una nueva vida con el miedo y la angustia que eso iba a significar. Padres, abuelos, tíos a los que todos ponemos nombre y rostro que se alejaron a la fuerza de la miseria y de la represión, abandonaron hogares y dejaron atrás familias y amigos; ni siquiera para encontrar un sueño de éxito, una vida mejor, tan sólo para lograr sobrevivir.

No podemos ser nosotros, por tanto, quienes nos quedemos inmutables ante tanto dolor. Nuestra historia nos exige dejar a un lado nuestro blindaje emocional y ofrecer una verdadera muestra de coherencia con lo que somos y solidaridad como siempre lo hemos hecho.

No es, desde luego, el exceso de información lo que nos hace permanecer anestesiados. Los periodistas entendieron desde el primer momento que su papel iba mucho más allá del de meros contadores de caracteres y así, en cada crónica y cada noticia, redactores y corresponsales han ido dejando su denuncia y hasta parte de su alma. Pero es cierto que es en los políticos en quienes recae la obligación de ser los primeros en comprender que no hablamos de estadísticas, hablamos de personas; cada uno de los más de 4.000 muertos tenía una historia similar a la nuestra. Los responsables públicos tenemos la verdadera responsabilidad de ser capaces de trasladar a la ciudadanía la necesidad de cumplir con generosidad, con un deber ético, con los que suplican ayuda a nuestras puertas. Qué importa donde estén las fronteras, si no son más que convenciones que nosotros mismos nos hemos dado, pero que no nos hacen diferentes ni en el dolor, ni en las esperanzas a quienes estamos a uno u otro lado. Simples fronteras mentales son las que nos impiden tomar parte de una realidad casi insoportable pero ante la que no podemos pasar un minuto más sin reaccionar.

Desde la política debemos sensibilizar a los ciudadanos y conseguir que se sepan parte de la solución, pero sobre todo, los responsables públicos tenemos la urgente obligación de romper la injusticia, acabar con el dolor y gestionar la mejor solución. El Estado español está muy lejos de cumplir con los compromisos que adquirió en 2015 con la Comisión Europea, de reasentar antes de fin de año a 1.449 personas procedentes de los campos de refugiados de Líbano y de Turquía, y de reubicar antes de septiembre de 2017 a unos 16.000 de los refugiados que ya están en suelo europeo. Una vez más, el Gobierno de Rajoy dice estar, pero no está.

Pero más allá de colores partidistas, el fracaso o el éxito de las políticas migratorias es un asunto que nos atañe a todos. Detrás de cada refugiado hay un drama del que podríamos estar huyendo también nosotros. Es cierto que no resolveremos este enorme reto si no nos dotamos de una política común de asilo que permita una vía de seguridad exterior y también interior, pero no habrá solución posible que no cuente con el desarrollo de una política sustentada en la solidaridad que nos haga entender la llegada de nuevos ciudadanos no como una amenaza sino como una verdadera oportunidad.

viernes, 23 de diciembre de 2016

Conferencia a dos
El miércoles se llevó a cabo la reunión preparatoria de la Conferencia de Presidentes que se celebrará el próximo 17 de enero con los máximos mandatarios de las Comunidades Autónomas que componen el Estado español. Como ya anunciara hace varios días el Lehendakari Urkullu, ni en una ni en otra habrá representación alguna del Gobierno Vasco,
No se trata de una irreverencia por parte de nuestra máxima autoridad, que ya ha mostrado su total respeto por esta cita, sino de subrayar la singularidad del autogobierno de Euskadi, de nuestros derechos como nación histórica; ello motiva que reclamemos la necesidad de reactivar la vía de relación bilateral entre Euskadi y el Estado. Un trato de igual a igual. Por eso estimamos que Euskadi no debe estar representada en esta cita multilateral.
Soy consciente de que mucha gente estará en total desacuerdo con este punto de vista y que considerará esta demanda como un privilegio inaceptable, sin embargo, no es algo tan disparatado. De hecho, el martes mismo se llevó a cabo una reunión bilateral entre representantes de los Gobiernos vasco y estatal en la que se visualizó, en primer lugar, el deshielo que está produciendo en el Partido Popular la pérdida de la mayoría absoluta en el Congreso. Tras un periodo de glaciación de cinco años, la formación que sustenta al Gobierno, empujada por la necesidad, ha tenido a bien salir de su hibernación y responder a las llamadas al diálogo del Lehendakari.
El objetivo de la reunión era buscar algo tan básico para el entendimiento equitativo de ambas instituciones como el respeto por parte del Gobierno del Estado a las iniciativas legislativas tomadas por el Parlamento Vasco; concretamente, se ha centrado en explorar un acuerdo en torno a cuatro leyes recurridas por el Ejecutivo Central ante el Tribunal Constitucional: la Ley de Instituciones Locales de Euskadi, la Ley de Adicciones, la Ley de Iniciativa Legislativa Popular, y la Ley de reconocimiento y reparación de víctimas de vulneraciones de derechos humanos causadas por actuaciones de represión ilícita entre 1978 y 1999; iniciativas llevadas a cabo en su etapa, presuntamente, en funciones.
Sin duda, es positivo que el Gobierno del Estado se haya avenido a celebrar esta reunión a dos, aunque se trate de una reunión de carácter técnico y sin los máximos representantes políticos, y, posiblemente, sea fruto más de la debilidad numérica del Ejecutivo de Rajoy que de la verdadera voluntad de cambio. Allí se tratará también la retirada del recurso contra la OPE de la Ertzaintza, una denuncia que ataca frontalmente a una decisión tomada en la Junta de Seguridad, el órgano bilateral competente para establecer las dotaciones en la Policía Autónoma, en el que están representados la Consejería vasca de Seguridad y el propio Gobierno del Estado a través del Ministerio del Interior.
Respetamos profundamente la Conferencia de Presidentes, sin embargo, allí se van a desarrollar temas sectoriales y no temas de Estado; porque si se hablase de temas de Estado pediríamos que se hiciera de manera bilateral. ¿Por qué? Porque si se habla de Concierto Económico, ¿entre quiénes habría que hablar? ¿O si se debate sobre paz y convivencia? Es necesario un diálogo entre los Gobiernos vasco y central. El Gobierno vasco, las instituciones vascas, los políticos vascos somos quienes mejor medimos la verdadera temperatura de lo que está pasando.
Este fin de semana se han producido varias detenciones en torno a un presunto acto de desarme de ETA. Sin poner en duda que la mayor responsable de dejar pasar las oportunidades para poner fin a su execrable actividad ha sido la propia organización terrorista -abandonando los acuerdos de Lizarra-Garazi y de Loiola, o no sabiendo interpretar el claro mensaje que le hacía llegar la sociedad vasca-, esta actuación policial contra personas que trataban de contribuir a un final ordenado de ETA es un indicador de la escasa disposición del Gobierno de Rajoy a un diálogo en torno a un tema de capital importancia como el de la pacificación. ¿Cómo puede ser que desde septiembre de 2014 las relaciones entre ambos Gobiernos sean inexistentes? Lo positivo sería que se enfocase el tema de los presos, de la convivencia… Pero para eso el Lehendakari tiene que encontrarse a alguien enfrente en la mesa de diálogo.
Lamentablemente, la única relación que ha existido entre ambos Gobiernos en el último lustro glacial ha sido la que se ha producido a través de los tribunales; en mi opinión la peor manera de tratar de resolver los conflictos de nítido carácter político, incluso tratando de influir con herramientas con las que ido dotando al Tribunal Constitucional. Algo incomprensible. Por eso, consideramos imprescindible revertir la última reforma del Tribunal Constitucional, eliminando las medidas punitivas establecidas en caso de incumplimiento de determinadas leyes y, por supuesto, el recurso previo de inconstitucionalidad.
El Gobierno de José María Aznar llegó a modificar el código penal para tener la posibilidad de encarcelar al entonces Lehendakari  Ibarretxe, cuando se enfrentó a una situación similar a la que actualmente está viviendo el proceso catalán. No tiene sentido castigar a las realidades nacionales como Cataluña o Euskadi, sino que lo que procede es desarrollarlas a través de la política, en torno a una mesa. El Gobierno Central tiene que entender que aunque Cataluña y Euskadi seamos minorías en el Estado español, en nuestros respectivos ámbitos las realidades son diametralmente diferentes. Vivimos en un Estado plurinacional en el que hay diferentes realidades nacionales y, en tanto en cuanto no se entienda eso, nada va cambiar esa realidad; judicializar la política solo sirve para acrecentar el enfrentamiento.
Hay quien tilda nuestra posición acerca de la Conferencia de Presidentes como de un ‘farol’ propio de un partida de póker, otros desprecian nuestras demandas hablando despectivamente de ‘intercambios de cromos’, pero en nuestra manera de hacer política siempre ponemos las cartas sobre la mesa, boca arriba: la agenda vasca, el ámbito institucional, el Estatuto de Autonomía de Gernika, el autogobierno y el reconocimiento de la realidad nacional de Euskadi son nuestros ‘ases’ para jugar una partida de igual a igual; siempre con la bilateralidad como sistema de garantías.
Artículo publicado el pasado miércoles en Vozpopuli.

jueves, 22 de diciembre de 2016



Biolentziaren kontra, elkartasuna
Benetan hunkigarria egiten zait Alemanian gertatzen ari dena; etorkin eta errefuxiatuen krisiarekin Europako Batasunean gehien inplikatu den herrialdea izanik, egun gizartearen zati garrantzitsu batek politika hori aurrera eraman duten politikarien aurkako jarrera du.
Berlineko bihotzean izandako atentatua Nizan gertatu zenaren pareko kezkara eramaten ditu bertako biztanleak.
Ez da erraza egoera hauen aurrean burua hotz mantentzea; baina gizakiaren oinarrizko baloreak tinko mantendu beharrean gaude. Etorkinek, errefuxiatuek, gure elkartasuna merezi eta behar dute.
Mundu globalean bizi gara; hori da gure abantaila baina baita gure arazoa ere, arrisku globaleko mundua ere badelako. Mundu berri horri aurre egin behar zaio, tresna berriekin baina betiko formula baliagarria delakoan: gizakien arteko elkartasuna, kultura eta nortasun ezberdinekoen arteko harremanekin eta demokraziaren sakonketarekin.



viernes, 16 de diciembre de 2016


UE y Derechos Humanos
Nadie a día de hoy puede poner en duda que la Unión Europea no ha sido capaz de dar una respuesta adecuada a la crisis humanitaria de las personas refugiadas; la peor que estamos viviendo en muchas décadas, en la que los desplazados se cuentan por millones y en la que el número de los que mueren, en su intento de llegar y dejar atrás la guerra y la persecución, resulta inadmisible. Para frenar este dramático desplazamiento de seres humanos se actuó casi de forma desesperada y al final la respuesta se limitó a poner un parche de urgencia en el que Turquía se convirtió en la única solución. Una “chapuza”, en palabras del propio ministro García Margallo, que de ninguna manera ha servido para ofrecer protección y vías legales y efectivas de llegada a la Unión Europea.
Es cierto que resulta indispensable articular cualquier plan de acción con el Gobierno de Turquía, pues su posición geográfica estratégica lo sitúa como la puerta entre Asia y Europa, y como el muro de contención de la amenaza yihadista. Pero conviene recordar que los derechos humanos no poseen en este país el más adecuado nivel de respeto, y su protección genera grandes preocupaciones. Y desde luego, de lo que no cabe ninguna duda es de que la situación creada tras el intento fallido de golpe de Estado, el pasado mes de julio, ha desatado una deriva autoritaria y ha multiplicado la incertidumbre sobre su capacidad de asunción de los principios internacionales y su cumplimiento de los derechos humanos y las libertades fundamentales.
Pero el presidente turco no hace más que poner un espejo frente a la Unión Europea que le devuelve el preocupante reflejo de la debilidad que demuestra con sus políticas de inmigración. Esto se puede visualizar en los términos en los que se negoció el acuerdo entre Turquía y la Unión, y actualmente en las continuas amenazas que traslada el presidente Erdogan, de tal manera que si  no respondemos como lo entiende el Gobierno turco y nos manifestamos con firmeza contra su represión, este abrirá las puertas para que la Europa de los 28 sufra una insoportable saturación de personas migrantes y refugiadas sin capacidad de asimilar en un corto plazo de tiempo, al menos de una manera razonable.
El verdadero error reside en que la Unión Europea ha querido solucionar un problema engañándose a sí misma y pagando un alto precio por esta situación: depender de un tercero sobre el que existen serias dudas acerca del respeto y consideración que este tiene hacia el Derecho Internacional y europeo.
A Turquía se le abrió una oportunidad que ambicionaba desde 1963; quería comenzar un proceso de integración en la Unión Europea que se le resistía desde hace más de 53 años. Por fin daba unos pasos; obtenía un compromiso de los responsables europeos para que los casi 80 millones de ciudadanos turcos se pudieran mover por los Estados Miembros sin necesidad de estar en posesión de un visado.
Pero la peor parte de este fracaso recae injustamente sobre los miles de menores que huyen hacia Europa. Pues si en algo se ha mostrado rotundamente incapaz la Unión Europea ha sido en la protección de los miles de niños y niñas migrantes que pretendían encontrar en nosotros el alivio al horror que les perseguía. En algo sí que le doy la razón a Recep Tayyip Erdogan: concretamente, cuando nos echaba en cara que no éramos capaces de cuidar a los niños que tratan de llegar a territorio comunitario. Una grave acusación, pero cierta. La situación que estamos viviendo ahora es dramática; además de que muchos de ellos mueren en el intento de alcanzar nuestras costas, en estos momentos, según revelan los datos aportados por Unicef, hay más de 10.000 niños en paradero desconocido lo que nos muestra, cuando menos, un drama humano que nos tiene que hacer actuar. ¿Estamos haciendo lo suficiente en este sentido?
Pero si hasta marzo existían serias dudas sobre si Turquía debía ser parte relevante de la solución, a partir del fallido golpe de Estado de julio la respuesta se ha hecho evidente. Lejos de aproximarse a los parámetros exigidos por la Unión Europea, la situación ha empeorado: 76.500 personas han sido detenidas, de las cuales 36.000 han sido enviadas a prisión; también han detenido a numerosos diputados; han cerrado cientos de escuelas, universidades u hospitales; más de 100.000 empleados públicos han sido suspendidos de empleo y sueldo…
Una de las cuestiones que tiene que quedar clara es que la llamada “crisis de los refugiados” no tiene un carácter transitorio; Siria se encamina a una situación de partición, hacia una situación como la que se ha producido en Irak. En muchos lugares del país será imposible vivir y muchos de los refugiados no van a poder volver porque en sus lugares de residencia han podido ser sus “opuestos” quienes hayan ganado.
En definitiva, nos encontramos ante una situación dramática que va a perdurar en el tiempo y a la que la Unión Europea le va a tener que dar una salida como si de una región mayor de edad se tratara. Europa es frontera de muchas zonas de conflicto; no solo en Siria, también en África, el este europeo…
No podemos actuar con estrategias cortoplacistas. Si queremos dar un cauce razonable a la emigración, una de las principales prioridades debe ser para la Unión Europea llegar a acuerdos intensos de cooperación en origen. No es fácil, es cierto, si se analizan las zonas de conflicto y de muy deficiente situación económica, se puede observar que es enormemente complicado democratizar y pacificar algunas de ellas, al igual de complicado que es disminuir la brecha existente de la UE y cualquier zona del África Subsahariana, por ejemplo, a través de la cooperación, del comercio o de las inversiones.
El problema suscitado requiere de un debate serio; un debate que debe encontrar solución no solo dentro de la Unión Europea, sino de manera coordinada con otras regiones del mundo que puedan ayudar a hacerlo de una forma programada y coherente. ¿Cuántos migrantes puede recibir la UE? ¿Qué perfil puede ayudar a mejorar las deficiencias demográficas que tiene la sociedad europea?
Además de resolver este tipo de cuestiones, es necesario “comunitarizar” una política de asilo coherente. Este no es un problema de Grecia, de Italia o de España, se necesita la colaboración efectiva de todos los estados, independientemente de su situación geográfica o de sus condiciones económicas, sólo así, con un enfoque global, lejos de propuestas individualizadas, se podrá dar una salida a largo plazo a esta crisis. Con un norte claro, el de profundizar en una Europa que con una sola voz dé un paso adelante desde el compromiso con los derechos humanos y la solidaridad recuperando el sentido de sus valores fundacionales. Lo dramático es que, después de tantos meses, aún no hemos sido capaces de fijar ese rumbo.

Artículo publicado el pasado miércoles, 14 de diciembre, en Vozpopuli.

 


viernes, 9 de diciembre de 2016



El otoño de la Constitución

El martes se celebró el Día de la Constitución, pero los vascos no lo hicimos. No la sentimos como nuestra, como tampoco los poderes del Estado parecen aceptar el Estatuto como el espacio de consenso en el que cabemos todos.

Esta ausencia de sintonía mutua no es nueva. Aunque puede ser que a muchos se les haya olvidado, los nacionalistas vascos no participamos en el proceso constituyente de 1978; fuimos expulsados de la ponencia en la que se trabajó el texto de la Carta Magna. Evidentemente, no nos quedamos parados; aun desde fuera de los órganos formales, conseguimos introducir algún texto que, a la postre, resultó muy importante: hablamos de la Disposición Adicional Primera. Pero, lo cierto es que nos habían dejado fuera del terreno de juego donde se redactaba, pactaba y discutía el texto constitucional.
Una de las consecuencias de esta nefasta decisión fue que la participación de la ciudadanía vasca en el referéndum resultó la más baja de todo el Estado; únicamente votó favorablemente al texto el 30,86% de los vascos. Esta es una cuestión que los partidos políticos no deben dejar de tener presente; que de toda la colectividad vasca, únicamente una persona de cada tres votase a favor del texto constitucional supone un indicador muy claro, y no favorable precisamente.
Pero pasados los años esa desafección no se ha corregido sino todo lo contrario. Los gestos de menosprecio hacia la realidad de Euskadi han sido numerosos, empezando por el más grave que es el incumplimiento continuado de su Estatuto, con las consecuencias tan negativas que este hecho tiene para nuestro día a día, entre las que podemos enumerar un claro perjuicio económico.
No se puede comprender que el cumplimiento de la ley, que es un mandato inexcusable para todos, se pase por alto cuando esta ley se llama Estatuto de Gernika; no se puede aceptar, como algunos pretenden, que la fidelidad a la letra de la ley solo sea posible en base a lo que convenga a cada parte. Porque cuando estamos hablando de ajustarnos al mandato de la Constitución hablamos también del conjunto de normas que conforman el bloque de constitucionalidad. Y en este bloque incluimos los Estatutos de Autonomía, que tienen carácter orgánico y, evidentemente, el incumplimiento de estas últimas quiebra el citado bloque de constitucionalidad.
Este quebrantamiento reiterado del Estatuto de Gernika, junto a la más que evidente falta de compromiso que los poderes centrales del Estado han mantenido durante las últimas cuatro décadas, han provocado un gran escepticismo y una total desconfianza de la ciudadanía vasca con respecto a los políticos de Madrid.
Para acabar con esta desafección tan extendida entre la ciudadanía, hay dos asuntos que deberían verse resueltos cuanto antes: en primer lugar, el reconocimiento del Pueblo vasco como sujeto político; en ese sentido tiene que darse una clara defensa de nuestra arquitectura institucional como base de nuestro presente y como eje de nuestro futuro. Por otro lado, la aceptación sin complejos de un reconocimiento de nuestra identidad como Pueblo y de nuestra capacidad de decisión.
Estos puntos caben claramente en la vigente Constitución y son pieza clave para una posible reforma en el futuro; reforma que se hace esperar y en la que los principales partidos desde luego no están. Cierto es que un Estado que necesita más de 300 días y dos procesos electorales para conformar un gobierno no lo tiene muy fácil. O un Estado que no es capaz de organizar un Senado, caduco en sus contenidos, no parece ser la mejor carta de presentación para ser optimista en una posible reforma constitucional.
Al contrario de lo que ocurre en el resto del continente, donde nadie se rasga las vestiduras por reformar una Constitución o por reformar los Tratados de la Unión Europea, en España desde hace años la distancia existente entre la literalidad del texto y de la realidad del día a día es abismal. En una situación bastante similar en cuanto a la configuración del Estado, como es el de caso de Alemania, la Ley Fundamental de Bonn aprobada en 1949, ya ha tenido 52 reformas de calado. La de España, dos; dos reformas y alguna de ellas con un más que probable fraude de ley, por haber modificado el artículo 135 sin pasar por las urnas, tal y como exige el artículo 168 de la Constitución española, que aunque puede considerarse como un verdadero límite a la reforma de la propia Constitución, es la que hoy está vigente.
La actualización de la que debe ser la Carta Magna de todos no puede esperar un minuto más, pero antes de abordar cualquier reforma en profundidad, la primera cuestión que hay que resolver es si se quiere una Constitución inclusiva, en la que estemos todos, o una que no recoja el sentir de las diferentes comunidades que conforman el Estado español. ¿Se entiende que el Estado es plurinacional? ¿Se quiere buscar alguna vía para que la Constitución española resulte atractiva para los intereses de Euskadi y Cataluña? ¿Están dispuestos los partidos políticos a conocer la voluntad de la ciudadanía de Euskadi y Cataluña con respecto al resto del Estado?
Resolver este tipo de cuestiones no es fácil, pero es, sin duda, indispensable. Profundizar en la democracia exige entender al otro y ser inclusivo en este sentido. A pesar de este panorama tan escasamente propicio para el consenso, trabajamos por el diálogo y el acuerdo, lejos de las rupturas infaustas que algunos se empeñan en vaticinar. ¿Encontraremos a alguien al otro lado de la mesa?

Artículo publicado el pasado miércoles en Vozpopuli.



viernes, 2 de diciembre de 2016

Gure Altxorra



Indoeuropear hizkuntzak iritsi zinenetik 4500-2500 K.a.)  bizirik irauten duen hizkuntza bakarra dugu euskera Europanez da ahuntzaren gauerdiko eztulagure esku , aho eta bihotzean dugun altxorraGarai haietatik honabere erabiltze eremua (lurraldeabildu egin da, hala ere bizirik mantentzen dugu.
Zer duen gure hizkuntzak galdetzen diogu gure buruariEuropako txoko txiki honetan bizirik irauteko; apenas idatzirik gabeko aztarnarik gabeahoz-aho gureganairisteko; jasan dituen etsai guztiak gainditzeko;  zeinahalmen du munduko jakintsuak eta  ikertzaileakerakartzeko eta gainera gure hizkuntza ikasteko; nolatan hain hiztun gutxi izanik (milioi inguruliteraturmusikaantzezlanpelikula sortzen dituguurtero egunak irautenduen azoka antolatzeko eta bertan ekoizpen ugarizgozatzeko; gaur egungo sare sozial eta teknologian  bizirikmantentzekogenerazio ezberdinen lokailua izateko;  haurnerabe eta  gazteak  etorkizuneko gizarterako prestatzekopertsonen joan-etorri honetan gure herrira iristen direnakeuskararen ahaldun izatekomunduan gauden lekuangaudela ere entzun ondoren ezezagunarekin ere elkartzengaituena… amaigabea litzateke galdera sorta.
Zer duen euskarak? Izan eta edukigu gara, euskara da. Eskerrikasko euskaldun izateagatik.