domingo, 25 de agosto de 2019


La política de vacaciones
La paciencia ha alcanzado la consideración de una de las grandes virtudes de la gestión política. Definir un norte con claridad, establecer una estrategia con ambición y aprobar un plan de actuación con realismo; la denominada “cultura política” consiste en aderezar todo ello con la suficiente dosis de paciencia. El problema es que desde diciembre de 2015 la política española se encuentra inmersa en una paralizante espiral de impaciencia sin norte ni claridad, sin estrategia ni ambición, sin realismo ni capacidad de actuación práctica. Es la parálisis al cuadrado, y en vacaciones, al cubo. Decía Alexander Hamilton que la verdadera prueba de un buen Gobierno es su disposición y capacidad para impulsar una buena administración. Está claro que la política española hoy no supera la prueba.
En julio, Pedro Sánchez no consiguió ser investido Presidente porque, probablemente, no hubo un intento sincero de hacerlo, al menos con la seriedad que la relevancia del momento demandaba. La impresión es que la obsesión por ofrecer una determinada imagen pública pesó más que el objetivo de poner en marcha un proyecto de Gobierno sobre una bases consensuadas, sólidas y viables. Tras su asalto fallido, el Presidente en funciones y, en realidad, único candidato posible a una investidura, declaró enfáticamente que su Gobierno “se quedaba sin vacaciones”. Será cierto, pero tan cierto como que no ha gobernado porque, en realidad, Sánchez no ha atendido la tarea fundamental que tenía encomendada desde la noche del ya lejanísimo 28 de abril, que no era otra que demostrar la “disposición y capacidad” para afrontar una buena administración de la responsabilidad pública que le corresponde. En suma, poner en marcha un Gobierno que gobierne, una tarea que merece una dedicación más profunda y más discreta que la que el Presidente en funciones y su equipo le han ofrecido.
Todo lo que no mejora empeora y está claro que los problemas crecen. No hay planificación, no se adoptan decisiones y las inversiones se ralentizan. Los nuevos Gobiernos autonómicos y locales, constituidos tras las Elecciones del 26 de mayo, reclaman una interlocución que no se encuentra operativa. Las Comunidades Autónomas, con Gobiernos de coalición de todos los colores, están viéndose perjudicadas a la hora de contar con más recursos. De hecho, esta es la razón por la que el martes, a instancias del Grupo Popular, se reunirá la Diputación Permanente del Senado y  analizará la solicitud de una convocatoria de la Comisión General de Comunidades Autónomas y la participación de los respectivos Consejeros de Hacienda. El objetivo, en el arranque de la legislatura, es demandar que se adopten las medidas necesarias que permitan suavizar la delicada situación económico-financiera en la que se encuentran o con la que se han encontrado determinados Ejecutivos Autonómicos. Es obvio que el Partido Popular ha emprendido una campaña de desgaste al Partido Socialista sin ofrecer ninguna alternativa posible, pero la rigidez con la que este se comporta y el paso de los días nos aboca inexorablemente al escenario que nadie dice desear: la repetición de las Elecciones.
Es inquietante la actitud de un PSOE que parece sentirse cómodo en el estéril cálculo y recálculo de los hipotéticos réditos que podría obtener en una nueva llamada a las urnas. Los socialistas se entretienen con sus ensoñaciones de verano y dejan pasar el tiempo con una frivolidad que roza la irresponsabilidad. Por su parte, Podemos no logra salir de la melé en la que se encuentra sumido y parece aproximarse a la tentadora imagen de la inflexibilidad absoluta, asumiendo la repetición electoral aunque sea a costa de perder escaños. Ciudadanos, o más bien Rivera, no ve más allá de su único objetivo vital que es superar al PP, algo que persigue con tanta obsesión como ineficacia. Los ‘populares’ ya han puesto en marcha su campaña con la marca ‘España suma’ y esperan con ansiedad unos nuevos comicios que les permitan relanzar el liderazgo de Casado, recomponer su proyecto y recuperar algo de aliento. Por último, Vox espera con delectación una repetición electoral que suponga un paso más en el desprestigio de un sistema político que, en la práctica, desearían arrumbar por completo.
Todavía hay tiempo y, no cabe duda, es el tiempo del PSOE. Un partido que debería haber utilizado el verano para elaborar un programa viable de proyectos y compromisos para la legislatura, restablecer las relaciones con los partidos que pueden respaldarlo y transmitir con ello una sensación de normalidad y confianza. Nada de esto se ha hecho, ni en público ni en privado. Durante el verano se ha seguido jugando al juego fatuo de las apariencias, de la exposición pública de opiniones obvias sin ningún trasfondo práctico que las respalde. No se han acercado posiciones ni construido complicidades, más bien al contrario. El último ejemplo lo hemos tenido esta semana, con una propuesta planteada en público por Podemos y rechazada de inmediato por el PSOE sin utilizar argumentos que atendieran a su contenido. Me temo que detrás de la pretendida imagen del “verano trabajando” el Gobierno en funciones ha estado, en realidad, de vacaciones.
Quedan cuatro semanas para hacer lo que no se ha hecho en cuatro meses y la responsabilidad sigue correspondiendo a Pedro Sánchez. Es su tiempo y espero que lo invierta en lo importante: presentar un programa asentado en una voluntad real de responder a las necesidades de la ciudadanía, asumiendo con claridad la pluralidad de la representación política en el Estado. Las dificultades son evidentes y puedo llegar a comprender las resistencias ante un cambio de la magnitud que se plantea, pero el mandato de la sociedad el 28 de abril fue claro y no hay ninguna razón para desatenderlo. Solo existe una oportunidad viable de Gobierno que se asienta en un primer núcleo de acuerdo entre el PSOE y Podemos que pueda contar también con el respaldo de otros partidos, como el Partido Nacionalista Vasco que ya ha declarado, con total transparencia, su disposición a avanzar en esta vía. Llega septiembre y propongo para el arranque de curso releer a Bauman: “Nadar. Si es preciso contra la corriente, y seguir nadando durante el tiempo que haga falta para que otros nadadores se unan al esfuerzo y poder lograr, mediante el esfuerzo conjunto, que la corriente cambie la dirección”. Finaliza el verano y espero que con ello las vacaciones de la política en el Estado.
Mi artículo de opinión, hoy en Diario Vasco.