martes, 30 de agosto de 2016





Pleno de investidura. Primera parte.


“Seguro que ahí están todos los gilipollas, para no hacer nada”. Es lo primero que he oído, de labios de una señora, nada más salir del Congreso de los Diputados tras presenciar el discurso de Rajoy en la primera jornada para su posible investidura. No me ha molestado. Es el fiel reflejo del hastío de la ciudadanía ante la situación política en el Estado español. Y menos mal que, por lo que he deducido, la crítica ciudadana no ha seguido la alocución del candidato a presidente del Gobierno, porque su discurso previsible y carente de novedades sin duda hubiera hecho aumentar el grosor de su exabrupto.
Su autocomplacencia y su exhibición de superioridad numérica no han sido dignos de un partido que necesita recabar más apoyos que los que dispone actualmente, por lo que pocas adhesiones habrá logrado hoy. Tal vez se le ha olvidado que dispone de 170 apoyos de los 350 diputados y diputadas que conforman el Congreso, por lo que no debería desdeñar a quienes, al menos en número, representan una mayoría en la Cámara baja, aunque Rajoy estime que “no hay otra alternativa razonable” más allá del PP.
Se ha jactado el candidato popular de que tras las elecciones del 26 de junio “nunca, salvo con las mayorías absolutas, había habido una distancia mayor entre el primer y el segundo partido en número de escaños”. Añadiría yo que nunca habrá habido una distancia mayor a nivel político, porque el Partido Popular ha despreciado incluso el diálogo durante la última legislatura con quienes ahora quiere lograr acuerdos. Rajoy ha asegurado que “desde el primer momento, tanto tras el 20-D como tras el 26-J, he buscado el consenso con total y absoluta convicción”.  Pues podía haber empezado cuatro años antes para resultar al menos creíble.
Y eso que el candidato ha apelado a la necesidad de un Gobierno, entre otras cosas, creíble. Basta con ver la credibilidad que le ofrece a su principal apoyo, Ciudadanos, para imaginarse la que podemos tener el resto. La formación naranja casi ha mutado a rojo de vergüenza para justificar su apoyo e incluso el propio Girauta ha reconocido tras la sesión que Rajoy no es la persona más apropiada para luchar contra la corrupción. Nadie confía en él e incluso se han escuchado abucheos cuando ha asegurado que no parará hasta recuperar el último euro robado.
En el caso de Euskadi, el PP ha consumido toda una legislatura de afán recentralizador que nos ha tenido enfrente para ponerle freno. A raíz del discurso de hoy, poco más podemos decir, puesto que las referencias de Rajoy a nuestra comunidad han sido nulas. Ni una sola vez se ha mencionado a Euskadi. Y que aún haya quien piense que EAJ-PNV podría dar su apoyo a estas formaciones…
A falta de referencias directas, tal vez debamos guiarnos de las realizadas sobre Cataluña para barruntar lo que el señor Rajoy guarda para nosotros. Unidad de España, igualdad y convivencia parecen innegociables. Exaltar la grandeza de la unidad de la nación con conceptos que parecían sacados del No-Do (sangre, destino, unidad…) y despreciar la reivindicación independentista catalana tomando como referencia el escaso apoyo de sus representantes en las elecciones generales y obviando que en las autonómicas alcanzó el 48% de los votos no parece la mejor manera de afrontar los problemas. Por si acaso se ha cuidado mucho de no recordar que el PP fue la quinta fuerza en ambos comicios.
Casi una y media después, lo único que ha dejado claro el candidato a presidente es que pretende repartir la responsabilidad de conformar Gobierno entre todas las formaciones y hacer caer sobre los demás la culpa de una hipotética repetición de elecciones. Una “responsabilidad ineludiblemente compartida”, ha citado tratando de ocultar a la ciudadanía que el máximo responsable de formar Gobierno es él y su partido. Si quiere pavonearse de que se ha logrado la mayor distancia de la historia entre el primer y el segundo partido político también deberá asumir la responsabilidad que ello le confiere; y si no logra una mayoría suficiente para gobernar, lo que será histórico será el fracaso que habrá acumulado.





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