sábado, 10 de noviembre de 2018


Un siglo de desunión europea
Se han cumplido 100 años desde que finalizara la Primera Guerra Mundial. Formalmente fue un día como hoy, a las 11:00 de la mañana exactamente. Es posible que a la gran mayoría esta fecha le resulte algo muy lejano, desconocido y fuera de tiempo. Es probable que solo se recuerde asociada a las aburridas clases de historia del colegio. Pero es importante recordar que la consecuencia de esta Guerra fueron millones de muertos, millones de heridos, millones de desahuciados.
Cuando comenzó la llamada Gran Guerra, nadie pensó que la contienda bélica fuera a durar cuatro años. Menos todavía que este conflicto mal resuelto acabaría siendo el germen de la Segunda Guerra Mundial que se iniciaría dos décadas más tarde. Fue en ese contexto de entreguerras, con un clima social lacerante, en el que Adolf Hitler logró hacerse con la riendas del partido nazi en Alemania y en el que Benito Mussolini llegaría al poder en Italia. Fue en ese escenario en el que comenzaron a fraguarse las bases de la segunda gran guerra.
En la actualidad estamos padeciendo un clima muy inestable; no voy a afirmar que vivimos un ambiente similar al del periodo de entreguerras, para nada, pero sí es cierto que estamos viviendo una época de incertidumbre y pobreza ideológica, aderezada de egoísmo y proteccionismo, muy poca generosidad con el diferente, demagogia y cortoplacismo. Una época de crisis continuada y de gran populismo, también una época en la que la migración, como ocurrió en el periodo de entreguerras, está resultando ser un elemento determinante.
Comencemos por la situación de la Unión Europea. Un proyecto que tenemos la sensación de que se resquebraja poco a poco, sin que acertemos a hacerle frente. No es fácil porque se trata de 28 Estados miembros, yuxtapuestos, que no están siendo capaces de gestionar la suma, la colaboración, la política común, la Unión. Europa no está siendo capaz de llegar a acuerdos amplios, de dar con fórmulas de respuesta compartida ante los problemas globales que plantea el cambio climático, la desigualdad, la falta de oportunidades de la juventud o la inmigración.
Día a día, año a año, son muchos los miles de personas que deciden alejarse de sus lugares de origen y buscar un futuro más esperanzador en una vieja Europa que no responde. También día a día, año a año, son muchas las personas que no consiguen cruzar la distancia que les separa entre dos territorios cuya principal diferencia es la renta per cápita; una renta al menos 500 veces mayor en una región que en otra. Son personas que, a menudo, se quedan en el camino, mueren ahogados en el mar o de sed sin conseguir cruzar el desierto.
Esta no es la Unión Europea que soñaron y por la que trabajaron los padres fundadores. Una Comunidad ideada para responder conjuntamente a los conflictos armados vividos en Europa. No hay más que ver situaciones como el Brexit con una serie de consecuencias impredecibles para todos, no solo para los británicos, todas negativas sin duda. En lugar de estar viviendo un proceso en el que los diferentes Estados muestren la voluntad de adherirse a un proyecto común, nos encontramos con que el Reino Unido, una de las economías más fuertes de la Unión, decide abandonar el proyecto de unidad.
Europa está cambiando a peor. Lo que hace unos años era extemporáneo, como la actividad del ultraderechista Jörg Haider, con políticas extremas y xenófobas pero con un lenguaje sencillo que fue capaz de llegar a mucha gente en un país como Austria, poco a poco, se está convirtiendo en algo cada vez más habitual en esta vieja Europa. Como la familia Le Pen, pionera de la política xenófoba y de la radicalidad extrema en Francia, que sigue ganando presencia y protagonismo.
En estos momentos, prácticamente en todos los Estados miembros de la Unión nos podemos encontrar con grupos políticos xenófobos y populistas, que de alguna manera u otra, están condicionando a sus respectivos Gobiernos, o bien están directamente gobernando. Un alto cargo europeo me lo decía hace unos días muy gráficamente: “En el último Consejo Europeo, en más de la mitad de los Estados miembros, los partidos xenófobos pueden condicionar las políticas de sus respectivos países”.
En política no se trata de trasladar a la gente lo que quiere oír en el corto plazo. Se trata de trasladar con responsabilidad una serie de valores y compromisos que se correspondan con los valores y las políticas universales construidas en los últimos decenios. A estas alturas creo que, al menos en esta parte del mundo, tenemos claros los objetivos en base a los compromisos internacionales que hemos ido adquiriendo a lo largo de la historia. El ejemplo de mayor actualidad es la Declaración Universal de Derechos Humanos en su 70 aniversario, y tal como define Unicef: “Los derechos humanos son normas básicas necesarias para vivir como un ser humano sin los cuales las personas no pueden sobrevivir y desarrollarse con dignidad. Son inherentes al ser humano, inalienables y universales.”
La situación que se vive en Hungría, Polonia o Italia se está trasladando también al Estado español. Las diferentes sensibilidades de derechas que, hasta ahora, dirimían sus latentes discrepancias en una sola formación han dado el pistoletazo de salida a su propia competición. Así, la Triple Alianza ideológica en la que se enmarcan el Partido Popular, Ciudadanos y Vox pugna por postularse como la formación más radicalmente de derechas.
Hace unos días el presidente francés, Emanuel Macron llamaba la atención ante la situación que vivimos: “Con una Europa miedosa y con las consecuencias que está provocando la crisis económica, el conjunto de la Unión Europea no ha sabido responder a las necesidades de la ciudadanía en general, ni ha sabido transmitir la necesidad de que la Unión sea una institución que sepa dotar de seguridad y estabilidad a las instituciones y comunidades en general”.
Hoy, 11 de noviembre, compartirán espacio y fotografía los grandes líderes mundiales, en recuerdo y homenaje a aquel día en que los representantes de Francia y Alemania firmaron el armisticio que ponía fin a la Gran Guerra a bordo de un tren francés. No sé cuál será la evolución de la política para los próximos años, pero lo que no puede ser es que el sufrimiento de hace 100 años se convierta en amenaza 100 años más tarde.
Mi artículo de opinión, hoy en Deia. 

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