domingo, 15 de abril de 2018


El mundo al revés
La pertinaz lluvia que estoy contemplando durante el último mes a través de la ventana de mi despacho en el Senado me ha llevado a dudar en más de una ocasión si de verdad estaba en Madrid o me encontraba en Euskadi. Esta sensación me ha parecido todavía más real esta semana cuando estudiaba la iniciativa que debíamos debatir en el Pleno y  que reclamaba rechazar los homenajes a personas bien por su condición de pertenecientes a ETA o bien porque utilizaron o justificaron la violencia para conseguir fines políticos. Y es que el texto me resultaba muy familiar.
No es que resulte novedosa una iniciativa que reconoce como víctimas a todas aquellas que hubieran sufrido vulneraciones de derechos humanos y que, además, se muestre sensible con la situación de las personas presas, abogando por la reinserción y la resocialización. De hecho, se trataba, palabra por palabra, del texto transaccionado a finales de febrero en el Parlamento Vasco por PNV, PSE y Podemos. Lo sorprendente era que la hubiera presentado… el Partido Popular, una formación que no la había apoyado en Gasteiz. ¡El mundo al revés!
Reconozco que mi primera reacción al conocer el contenido del texto que el PP hacía suyo en el Senado fue pensar que se trataba de una equivocación y que los populares de la capital del reino desconocían la posición que había adoptado su delegación en Euskadi. Y así fui, con la mosca detrás de la oreja, al debate. Pero no, no fue un error. Y me alegré. Por primera vez, el Partido Popular apostaba por la reinserción de los presos y el reconocimiento de todas las víctimas, no solo las del terrorismo, términos y conceptos que Borja Sémper había definido como “vericuetos extraños” y esgrimido como obstáculos para rechazar el apoyo al texto en el Parlamento Vasco. Precisamente, es esa “mezcla de violencias” que en su opinión encierra el concepto “todas las víctimas” la que justifica la ausencia de los populares vascos en la Ponencia sobre Memoria y Convivencia, así como el recurso que presentó el Gobierno del Estado en el Tribunal Constitucional contra la ley que busca reparar los abusos policiales sufridos entre 1978 y 1999.
A la espera de nuevos acontecimientos que corroboren el cambio de rumbo de un partido eminentemente centralista y poco amigo del reconocimiento de singularidades como la vasca, un viraje que supone una corrección en toda regla al PP de Euskadi, prefiero centrarme en lo realmente importante del hecho: el esfuerzo que ha realizado el PP español para asumir un nuevo discurso que, sin duda, establece un hito positivo en el camino a la normalización de la convivencia en Euskadi, que no es poco.
Que el PP haya asumido en su totalidad ese texto es muy positivo porque nos viene a decir que dos instituciones diferentes visualizan un mismo problema en una misma línea. Una visión compartida que posibilita que los poderes públicos trasladen a la ciudadanía un mensaje contundente de denuncia ante los homenajes que se han celebrado y se puedan celebrar en el futuro a las personas que han estado implicadas en ETA o en cualquier otro acto violento. Debemos empatizar siempre con las víctimas y con los familiares que han sufrido una victimización. Es también cierto que esa persona que ha estado presa y sus familiares tienen sus derechos, pero incluso ellos deben entender que quien ha vivido este sufrimiento necesita un respeto. Es importante, ética y moralmente, que no permitamos de ninguna de las maneras que actos que llámense “homenajes” o “recibimientos” –regate lingüístico al que recurre EH Bildu para no condenarlos– sean motivo de doloroso recuerdo para estas personas.
Lo insólito de la asunción por parte del PP del lenguaje del resto de partidos políticos viene dado por la llamada al reconocimiento, la reparación y la justicia no solo a las víctimas del terrorismo, sino también a quienes han sufrido la vulneración de los derechos humanos; y por el compromiso que adquiere para construir una memoria que deslegitime la justificación, aval o enaltecimiento de cualquier tipo de violencia hacia todos ellos. Pero más llamativo resulta aún que el PP reconozca que “el ejercicio de los principios de reinserción y resocialización debe tomarse también en consideración para avanzar en una convivencia lo más normalizada posible”, unos principios que, asume, “deben poder aplicarse a las personas privadas de libertad tanto durante como tras el cumplimiento de sus penas”. Por cierto, este cambio de actitud no solo concierne al partido del Gobierno del Estado: también lanza otra pelota al tejado de los presos que tienen relación con ETA y al del conjunto de la Izquierda Abertzale pues les emplaza, una vez más, a que den pasos dentro de la ley para obtener beneficios penitenciarios propiciando así un clima más sosegado en el proceso de normalización política y social.
Las consecuencias de este salto en las tesis del PP están aún por ver. Ojalá se trate de una avanzadilla que anticipa el nuevo escenario que podría abrirse tras la QUE parece inminente disolución de ETA, y en el que un cambio de la política penitenciaria resultaría muy beneficioso. El primer síntoma podría vislumbrarse en el Parlamento Vasco, por ejemplo, con una hipotética incorporación de los populares a la Ponencia de Memoria y Convivencia –este punto aprobado en Gasteiz no lo presentó el PP en el Senado por competencias parlamentarias–, aunque Iñaki Oyarzábal rechazó en su discurso tal posibilidad con el pretexto de que el suelo ético de ese foro es excesivamente bajo.
En cualquier caso, queda por saber cómo asumirán los ‘populares’ vascos esta novedosa actitud de la central madrileña. Cabe recordar que hace apenas dos años su presidenta en Euskadi, Arantza Quiroga, fue empujada a dimitir por tratar de abrir la posición del partido hacia una libre coexistencia en paz al presentar una moción para poner en marcha una ponencia parlamentaria de Libertad y Convivencia. Con esta iniciativa, Quiroga pretendía sumar a la “deslegitimación del terrorismo” a EH Bildu en lugar de exigir su “condena” a la violencia de ETA, algo que fue considerado por sectores encabezados por Alfonso Alonso como una cesión a la Izquierda Abertzale. Por mi parte, no me queda otra cosa que animarles a sumarse a este nuevo discurso porque aporta elementos positivos al marco de convivencia en Euskadi.
Acabo, pues, esta semana contento y reconciliado con la utilidad de la política, en este caso en las Cortes Generales, y con la esperanza de que el nuevo posicionamiento del partido mayoritario se sustancie en una serie de comportamientos acordes. Que la iniciativa aprobada en el Senado de Madrid no sea una leve tormenta que escampe en pocos minutos sino que sea un duradero y fértil chubasco, una lluvia que llega en abril como agua de mayo generando un importante brote verde de esperanza en el panorama político.
Mi artículo de opinión, hoy en Grupo Noticias  www.noticiasdegipuzkoa.comwww.deia.com  


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