domingo, 27 de enero de 2019

El líder caído de los cielos
Bohemian Rhapsody es una de las últimas películas que he visto. Me ha llegado al alma. Además de escuchar agradables melodías y acordes, trae a mi memoria muchos recuerdos y siempre hay una oportunidad de asociar la música con un mensaje positivo. Esta película me sugirió también una reflexión: es evidente que el liderazgo de Freddy Mercury fue clave en la exitosa trayectoria del grupo Queen. Las imágenes del concierto en el estadio de Wembley, en las que Mercury anima, motiva y dirige a miles de personas, son el mejor resumen de su imborrable trayectoria e influencia.
Trasladando esta idea al ámbito de la política, se puede realizar una analogía con la situación que se vive en el Estado. La vida política española está viviendo un clima de incertidumbre, cortoplacismo y desgaste permanente que pone de manifiesto la debilidad de los liderazgos políticos. El torrente continuo de declaraciones públicas, ruedas de prensa o cruces de mensajes en las redes sociales no oculta la falta de cohesión, credibilidad y confianza de los proyectos y los líderes políticos. Las convulsiones, cambios de posición, interferencias o enfrentamientos están a la orden del día. El ejemplo más reciente lo hemos visto en Andalucía, donde el presidente del Partido Popular autonómico fue capaz de afirmar por la mañana su defensa del Pacto de Estado contra la violencia de género y matizarlo por la tarde para tratar de dar satisfacción a las exigencias más extremas de Vox. Es un ejemplo paradigmático de la inconsistencia de los planteamientos ante una cuestión tan relevante y en torno a la que, tras mucho esfuerzo, se había logrado un acuerdo unánime tanto en el Congreso como en el Senado.
Siguiendo en Andalucía, tenemos también el ejemplo de Ciudadanos. Es difícil generar credibilidad y confianza cuando este partido mantuvo un acuerdo durante toda la legislatura con el PSOE y, en el último momento, se desvinculó y forzó unas elecciones para acabar gobernando con el PP sumando, por mucho que intenten ocultarlo, los apoyos de Vox. Ni uno ni otro son ejemplos que contribuyan a reforzar la imagen de coherencia y confianza de la acción política e institucional.
En la margen izquierda del panorama político estatal, Pablo Iglesias acaba de “cerrar el círculo”. Ha demostrado que “sí se puede” acabar haciendo todo lo contrario de lo comprometido en un tiempo récord de cinco años. En 2014 se presentó como candidato de Podemos a las Elecciones europeas. Habló de acabar con los personalismos pero la imagen de su partido era su propia fotografía impresa en todas las papeletas. Criticó la falta de compromiso con el puesto para el que un representante era elegido, pero a los pocos meses abandonó su escaño en Bruselas y voló a Madrid. Predicó austeridad y acabó residiendo en una vivienda al alcance de muy pocas personas. Prometió participación y la acabó dilapidando organizando una consulta, precisamente, sobre su propia residencia. Un sinsentido con el que trasladó su estricto problema personal al conjunto de su partido político.
PabIo Iglesias se dio a conocer como contrapunto a la “casta”, a la que reprochaba unos hábitos que, en su opinión, se correspondían con el indecoroso proceder de los “viejos partidos”. Su crítica era feroz y despiadada pero, al poco tiempo, ha acabado superando en el fondo y en la forma a la tan denostada “casta”. Podemos nació enarbolando la bandera de la regeneración, la honestidad, la apertura y la participación abierta, con unas políticas basadas en y orientadas a “la gente”; sin embargo, ha acabado ofreciendo una clase magistral de degradación, egoísmo, cerrazón y división. Lo vistan como lo vistan, su objetivo prioritario no ha sido la “gente” a la que decían representar y defender, sino salvaguardar los intereses concretos e individuales de su propio círculo unipersonal. Iglesias representa hoy un modelo paradigmático de la “casta” que tanto denostó y esa es la clave del fracaso del liderazgo.
La formación morada ha dado un ejemplo de falta de ejemplaridad. Llegaron con la arrogancia de quien lo critica todo e imparte lecciones a diestro y siniestro y, ahora, contemplamos su incapacidad de realizar la más mínima autocrítica. Durante cinco años han acabado asumiendo, aplicando y superando todo el catálogo de malas prácticas que pretendían dejar atrás. Nacieron criticando la falta de compromiso y generosidad en la vida pública para acabar envueltos en el egoísmo y el servilismo. Nacieron exigiendo la máxima transparencia y han acabado actuando con la máxima opacidad. Han acabado encerrados en su propio círculo vicioso. El viernes dimitió el portavoz en el Senado, exhausto por tanto enfrentamiento interno estéril. Una vuelta de tuerca más en un partido encerrado sobre sí mismo y alejado del servicio a "la gente". 
Los liderazgos siempre nacen de la colaboración, del trabajo conjunto. Durante los últimos años, algunos partidos hemos sido calificados de viejos o anquilosados en el tiempo, y algunas cuantas lindezas más. Ahora bien, como contrapunto, esta semana, en el marco de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa, he tenido la oportunidad de departir con Álvaro Gil Robles, primer Comisario de Derechos Humanos del Consejo. Desde su punto de vista, Euskadi debe preservar un modelo de “hacer política” que prima el diálogo y la cooperación entre todas las fuerzas políticas. Destaca su “deseo” de que los partidos vascos sigamos trabajando desde la diferencia, manteniendo un clima de relación que pone en valor y prestigia el compromiso institucional y político. Lo considera un “modesto modelo de referencia” en una Europa sometida a la tensión y convulsión permanente.
Volviendo a la cruda realidad política española, quienes hablaban de acumular fuerzas y asaltar los cielos han acabado en el infierno de la disputa permanente y estéril; y asistimos en directo a la caída del pretendido “ángel.” Precisamente, una de las pocas explicaciones coincidentes entre las divergentes interpretaciones del inconfesado significado que esconde la letra de la canción Bohemian Rhapsody afirma que, como en la leyenda de Fausto, su protagonista vendió su alma al diablo e implora a Dios para recuperarla. En solo cinco años Podemos ha dilapidado el caudal de crédito y confianza que recibió de miles de personas con generosidad y esperanza. Hoy, el partido de Pablo representa la antítesis del servicio público a la ciudadanía. Quien nació repartiendo culpas debería comenzar ahora por pedir disculpas.
Mi artículo de opinión, hoy en Diario Vasco

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