jueves, 6 de octubre de 2016


Menos memoria y más hospitalidad

El 3 de octubre se conmemora en Italia el Día Nacional de la Memoria y de la Hospitalidad; ese día, en 2013, casi 400 personas murieron tras hundirse la embarcación en la que viajaban en busca de un mejor destino en Europa, por eso se conmemora en recuerdo a todos los migrantes fallecidos en el mar Mediterráneo.
Ayer por la tarde, la periodista vasca Ane Irazabal nos informaba del rescate en esas aguas de casi 11.000 personas en las últimas 48 horas. Un día sí y otro también estamos recibiendo este tipo de mensajes y parece que no reaccionamos hasta que una impactante fotografía o un input diferente nos hiela verdaderamente la sangre. Es entonces cuando respondemos rápida y eventualmente con una frase del tipo “esto no puede ser”.  
Hay quien todavía se pregunta por las razones que justifican este éxodo continuo hacia Europa. En este sentido, quisiera aportar una serie de datos que pueden ayudarnos a entender qué es lo que ocurre:
Vayamos a Siria. Desde que comenzara la guerra en 2011, se han producido más de 250.000 muertos. Según datos de Naciones Unidas, más de 10 millones de personas se han quedado sin hogar, y un 85% de la población se encontraba en situación de pobreza a finales de 2015. Datos; solo datos de una triste realidad.
Pero podemos seguir relatando ejemplos: Irak, Afganistán, Pakistán, Eritrea… La Unión Europea está volviendo a mostrar una debilidad absoluta. El pasado año definió una estrategia de cuotas que no ha funcionado. Recordemos más datos: del total de los 960.000 refugiados llegados a la UE, el Estado español debería haber acogido, por la cuota que le corresponde, a 15.675 personas; solo ha acogido a 273.
Reitero mi opinión acerca de la debilidad absoluta por parte de la Unión Europea porque no está siendo capaz de resolver los grandes problemas que le está tocando vivir en este siglo XXI. Su estrategia está siendo la de externalizar el problema; es decir, pagar dinero o condiciones beneficiosas a los Estados limítrofes con la Unión para que se hagan cargo de las obligaciones que le corresponden con respecto a los migrantes y a los derechos humanos. Tenemos un claro ejemplo con el acuerdo alcanzado con Turquía en el que se ha considerado que pactar con países que no respetan los derechos humanos es un mal menor. Todos hemos visto lo que está aconteciendo en ese país; con la falta de democracia y libertad que se da allí.
Si la Unión Europea, con 500 millones de habitantes, no es capaz de responder con inteligencia a estos retos va a ser muy difícil que en un futuro no muy lejano pueda seguir mirándose con dignidad al espejo.
De todas maneras, escudarse en la actitud de la UE no es ningún eximente para que cada país deje de hacerse cargo de la responsabilidad que le corresponde. Así, el Estado español es uno de los que peor está respondiendo a esta crisis. Por ello es exigible que se comprometa con cuotas, garantice la financiación y defina acciones concretas que hagan que pueda ser considerado un socio verdaderamente fiable y comprometido con un problema de índole global.
Si bien los datos son demoledores, no debemos olvidar que cada uno de los refugiados que quiere venir a la Unión Europea es una persona que tiene cara y ojos; que padece sufrimiento, dolor y desesperación. Este Gobierno en funciones debe responder a un drama como este de manera ejemplarizante.


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