jueves, 15 de septiembre de 2016


Dos embarcaciones sin rumbo

Hoy tengo una sensación extraña. Esta mañana he participado junto a otros portavoces de diferentes Grupos Parlamentarios en una reunión de trabajo con el Ministro de Exteriores español, José Manuel García-Margallo, y su equipo colaborador. Y digo extraña sensación, porque lo normal hubiera sido que este encuentro se hubiese celebrado o bien en el Congreso o bien en el Senado.
El objetivo de la cita ha sido dar cuenta de la reunión informal que tendrán mañana los Jefes de Estado y de Gobierno en Bratislava. Cierto es que la Comisión Mixta para la Unión Europea todavía está por constituirse, pero no es menos cierto que una reunión de este calibre merecería haberse hecho en Cortes Generales.
El Ministro ha comenzado la reunión trasladando su preocupación por la situación actual de su Gobierno en funciones y las consecuencias que dicha situación tiene para el Estado español, sobre todo desde el punto de vista internacional. Lo que no ha dicho es porqué se produce esa situación y porqué el Partido Popular es incapaz de hallar interlocutores para superar la tesitura en la que se encuentra actualmente. Después de cuatro años aciagos en la relación con el resto de Grupos Parlamentarios, después de verse en una situación política complicada debido a la corrupción, es incapaz de encontrar cómo dar solución a los problemas de la ciudadanía.
Esta interinidad en el Ejecutivo también tiene consecuencias dramáticas en el ámbito internacional; y como muestra un botón: la semana pasada tuvo lugar en Atenas el encuentro de los siete Estados mediterráneos de la Unión Europea, EUMed, a la que acudieron los primeros Ministros de Francia, Italia, Portugal, Grecia, Malta, Chipre… Pero faltaba el presidente español. ¿Por qué? ¿Alguien ha escuchado algún razonamiento lógico a la pérdida de presencia internacional del Gobierno español?
En la reunión de esta mañana he querido trasladar dos mensajes:
El primero es que no ha sido el denominado ‘Brexit’ quien ha debilitado la posición europea; este debilitamiento era previo. Los líderes europeos se han pasado los últimos años degradando a las instituciones europeas en aras a buscar lo que creían que serían unos mejores resultados electorales en cada uno de los ámbitos territoriales en los que se presentaban. Consecuencia de todo ello ha sido el desapego de la ciudadanía con respecto a las instituciones comunitarias que no se encuentran sólidamente defendidas en la política del siglo XXI. Ayer mismo expresaba el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker, que Europa tiene que trabajar más y hablar menos. Sí. Correcto. Pero lo tienen que hacer desde la ciudadanía y con la ciudadanía.
En segundo lugar, y relacionado con lo anterior, hay que recalcar de nuevo el ridículo que la UE ha hecho con el tema de los refugiados. Y todavía se persiste en ese error: confiar la estrategia de migración a Turquía, un país que no reúne las condiciones necesarias y suficientes que exige la propia Unión Europea para ser miembro del Club. Dicho de otra manera, ¿la Unión Europea confía su política de inmigración a un Estado que no reúne los requisitos para ser miembro de la Unión?
Nos encontramos en el comienzo de una nueva etapa para la UE; esta vez sin el Reino Unido. Y, en este sentido, también tendremos que ver qué pasa con Gibraltar. Una cosa está clara; que el Club de la Unión Europea va a necesitar de una gran generosidad por parte de todos los actores que la componen.


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